Hace algunos días habíamos planeado una cita en un lujoso restaurante al aire libre el viernes por la noche.
La verdad es que no acostumbrábamos a ir a lugares así, tú amabas lo más sencillo y siempre que te proponía una cena de estas preferías quedarte en casa acurrucado conmigo, pero ese día era una ocasión especial, celebrábamos nuestros 6 años juntos así que por fin aceptaste una cita romántica conmigo en un hermoso lugar.
El principio de ese día para mí siempre es la mejor parte para recordar, no te vi durante todo el día, me puse un traje elegante en el cual escondí tu regalo y peine mi cabello hacia atrás, aunque casi no usaba ese peinado sabía que era tu favorito pues decías que me veía más guapo.
Mandé a un chofer para pasar por ti y vernos sin falta a la hora exacta, llegaste y cuando te vi no pude sentirme más seguro de la decisión que había tomado hace más de un año y que por fin hoy podría concretar.
Te veías hermoso, llevabas un saco negro con brillos, una camisa de color rosa metálico debajo del saco que se abría un poco sobre tu pecho y un pantalón negro que dejaba ver tu ahora bien marcado cuerpo, dios, te veías perfecto y tan sexy.
Tuvimos una cena increíble con comida deliciosa, en la cual no podía dejar de mirarte a cada minuto, de vez en cuando me ponía tan nervioso con tu mirada que parecía un adolescente enamorado, tú solo reías con tu encantadora sonrisa de la cual llevaba enamorado tanto tiempo.
Dando las 12 de la noche bastante satisfechos con aquella exitosa velada estaba dispuesto a dar el siguiente paso, tú no lo sabías pero esa misma noche te pediría que te casaras conmigo.
Todo iba perfecto, pronto llegaríamos al destino donde te tenía preparada una cama con velas, rosas y un baño caliente para relajarnos.
Yo no lo esperaba, yo no sabía que ese día sería el comienzo de nuestra desgracia, el comienzo del inmenso dolor que no me abandona desde aquel momento.
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