06.

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OMNISCIENTE.

Roma abrió los ojos lentamente luego de una siesta de tres hermosas horas. Estaba muy agotada por el viaje. Se encontraba de costado mirando hacia la mesa de luz, así que estiró su brazo para alcanzar su celular y ver la hora. Intentó levantarse, pero un peso en su cintura la hizo fruncir el ceño. Ese brazo tatuado que conocía bastante bien la estaba rodeando por completo, haciendo una leve fuerza para que no se escapara. Rodó los ojos y trató de sacárselo ligeramente, pero cuando pensó que ni se había dado cuenta, Enzo volvió a poner su brazo en el mismo lugar, soltando un gruñido ronco y acercándola más a él. Roma suspiró.

— Mhm. Quedate ahí. — balbuceó Enzo y acomodó su cabeza en el cuello de la susodicha. Aunque ella se tratara de convencer de que se quería ir, muy en el fondo quería dormir un ratito más abrazada a ese cuerpo caliente que la envolvía.

— Dale, Enzo. Movete que quiero ir al baño. — le susurró, obteniendo como respuesta otro gruñido más. — Enzo, no seas morsa, dale.

Enzo chasqueó la lengua y por fin relajó su brazo para dejarla ir. La castaña fue al baño, hizo sus necesidades y se lavó la cara para despabilarse un poco. Inconscientemente sonrió. Le podía demasiado, aunque no lo podía admitir en voz alta.

Salió del baño, encontrándose a Enzo acostado en la misma posición en la que lo había dejado, solo que su brazo estaba estirado sin abrazar nada. Roma lo pensó dos veces, pero finalmente decidió mandar todo a la mierda y acostarse de nuevo al lado de Enzo, el cual volvió a poner su brazo en su cintura.

— Volviste, Romita. — murmuró y sonrió levemente.

— Tengo sueño. — mintió.

— ¿No me extrañabas? — rozó sus labios en su cuello, causando que su piel se erice.

— No. Dale, dormite insoportable.

— Pilla. — largó una risita ronca y se acercó más —si es que era posible—, para volver a cerrar sus ojos e inhalar el olor dulce que desprendía la piel de Roma. Los dos se volvieron a dormir, sintiendo el calor que sus cuerpos desprendían.

Media hora después, Enzo despertó. Abrió los ojos y esa cabellera castaña todavía se encontraba junto a él. Sus ojos encontraron su rostro dormido, relajado. Su nariz perfecta, sus pecas, sus labios rosados. A sus ojos, estaba hermosa como siempre, así dormida y todo. Pero obviamente no era el momento adecuado para transmitírselo. Al fin y al cabo y para ojos de todos, ellos se odiaban. Aunque momentos como estos, tan íntimos y tiernos le encantaban, también le encantaba verla enojada con las cejas fruncidas y la mirada asesina que le regalaba. Se había dado cuenta de que la había extrañado demasiado, en muy poco tiempo le pudo agarrar un sentimiento de familiaridad muy lindo.

Finalmente, decidió dejar de acosarla y levantarse a ver a los demás. Bajó las escaleras de la enorme casa y se encontró a Alexis hablando con su prometida, seguramente ultimando detalles de su gran evento.

— Ah, duermen poco ustedes. — burló el novio, provocando una risita en Enzo.

— Estaba muerto boludo, sabés cómo es mi relación con los aviones. — Alexis asintió y Enzo se fue a la cocina a buscar hidratarse. Rosario, al ver que Enzo se había ido, decidió no quedarse con la duda sobre lo que el jugador del Chelsea había dicho, así que consultó con su prometido.

— ¿Qué le pasa con los aviones?

— Tiene ataques de pánico, esas cosas. Igual no es muy seguido, por lo que me cuenta.

MIAMI  ━ enzo fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora