CAPÍTULO 4: Emociones a Flor de Piel

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Nos adentramos en el monumento turístico hasta llegar a la zona de los ascensores. La verdad es que me daba respeto subir en ascensor hasta el punto más alto de la torre, porque se veía el exterior y daba un poco de miedo. Alan notó mis nervios, me rodeó con su brazo y me dió un pequeño beso en la frente. El ascensor iba lleno de gente, aunque la mayoría se bajó en el segundo piso. Alan estaba convencido de llegar hasta arriba, así que continuamos el recorrido hasta que el ascensor llegó hasta arriba. Para mi sorpresa, la tercera planta estaba totalmente vacía, era toda para nosotros dos sólos. No entendía por qué no había nadie más, no era tan tarde.


Alan me invitó a asomarme al balcón y ver las vistas. Fue increíble ver todo París alumbrado con luces, distinguiendo cada punto de la ciudad. Toda la vista era impresionante, pero la parte que más nos gustó fue la que tenía vistas al río. Estuvimos varios minutos contemplando la belleza de París desde las alturas, gracias a las maravillosas vistas. Entonces, Alan me cogió las manos y clavó su mirada en mis ojos.


—¿Te está gustando el viaje?—preguntó.

—¡Cómo no iba a gustarme! Me siento muy afortunada—afirmé. 

—Me alegra oír eso, pero el afortunado soy yo. Bueno, lo somos los dos. Tenemos la suerte de haber compartido todos estos años juntos.

—Ni siquiera hace falta que me lo digas, es algo que recuerdo muy a menudo—dije. 

—Es increíble mirarte y ver en tus ojos a esa chica de la que me enamoré cuando éramos unos jóvenes. Ahora estamos mayores, pero sé firmemente que no podríamos haber tenido una juventud mejor. Creo que nunca habría encontrado a mi mitad, si no hubieras sido tú. ¡Oye, pero no te pongas a llorar!—me dijo. 

—Lo siento pero me resulta imposible no llorar de la emoción al escuchar tus palabras—confesé mientras él me secaba las lágrimas del rostro. 

—Te entiendo, ¡pero no vayas a hacerle competencia al río Sena de tanto llorar!— bromeó. 

—Espero que no sea para tanto—dije con una sonrisa. 

—Bueno Rima, sinceramente no sé por dónde empezar. En primer lugar te quiero agradecer todo lo que me has aportado como persona y como pareja, y me siento orgulloso de que seas el amor de mi vida. Nunca ha sido necesario para nosotros seguir algunas tradiciones, pero creo que esta es una que te hace ilusión y que no hicimos en su momento. Me da igual la edad o el momento, pero quiero poder decir que eres oficialmente mi esposa. Así que, más vale tarde que nunca, ¿quieres casarte conmigo?


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El peso de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora