Suguru nació percibiendo cosas que nadie más parecía ver. Las dibujaba en las paredes, les hablaba de noche y las describía en sus historias. No tenía tapujos en hacerlo; era sólo un niño. Los niños hacen esas cosas. Sin embargo, el día que cumplió seis años, supo que su padre no volvería del viaje al que había partido hace meses. "Es por negocios, pequeño", le había dicho mamá, pero Geto lo sentía claro como el agua: su padre le tenía miedo. Él sabía que los había dejado por eso y sería algo que nunca dejaría de pesarle. "¿Por qué nací así?", solía preguntarse cada vez que un hálito de energía de algún frío color le hablaba en idiomas que no entendía. Sentirse fuera de todos los elementos era algo que le llenaba de una profunda melancolía.
No obstante, pasaron los años y el hechicero comenzó a familiarizarse con las maldiciones, y a disfrazar la tristeza que le daba sentirlas y verlas. Mediante observación, ensayo y error, aprendió a exorcizarlas. No lo hacía porque alguien se lo pidiera, sino porque no soportaba dejar tanto dolor en el vacío. Pero no era todo tan oscuro; uno de los tantos espíritus le dejó una baraja de tarot y comenzó a hablar con ellas mediante las cartas. Le contaban de otras maldiciones y donde encontrarlas y, si tenía suerte, le hablaban sobre su presente y le aconsejaban.
Por alrededor de trece años, su vida fue relativamente tranquila. Él y su madre no tenían mucho, pero eran felices. Amaba su rutina diaria. Su progenitora lo acompañaba todos los días hasta la escuela, a pesar de que él podía perfectamente ir solo. Caminaba a su lado y le hablaba de hierbas y ungüentos y él llevaba su bicicleta al lado. Después de la escuela, iba al dojo,, o se quedaba en alguno de los clubes y equipos a los que pertenecía, entrenando con sus compañeros. Volvía pedaleando a cenar con su madre y a estudiar. De repente había pequeños cambios; un amigo le invitaba al cine después de clases o se animaba a acompañar a alguna chica a la puerta de su casa. Pero nunca era nada tan disruptivo y le agradaba su vida así.
*
A los pocos minutos de leerle a Satoru, este cayó dormido. Geto se sintió satisfecho; eso era lo que buscaba, después de todo. Ayudarlo a conciliar el sueño con lo que era su versión de una canción de cuna. Le acarició el pelo unos minutos, tiernamente, sin pensar en nada. Se recostó y volvió a sentirse inquieto. "Vaya, logré vaciar mi mente de los pensamientos confusos acerca de Satoru, mientras acariciaba su pelo. Ja, supongo que hasta el más idiota puede darse cuenta de lo que pasa". Aunque todavía no estaba seguro de que fuera cierto. Había posibilidades de que solo fuera efecto del hilo y nada más. Si era así, no tenía sentido intentar hacer nada. Ambos podían salir heridos por confundir las cosas y la mera idea de otra disrupción en su vida, de otro cambio así de grande, le aterrorizaba. Y eso sin tomar en cuenta lo mucho que le confundía sentirse así de atraído hacia un hombre. "No voy a coquetear con él. Ni besarlo. Ni mucho menos...no. No. Una cosa a la vez, Suguru. Tu vida como hechicero ni siquiera ha comenzado realmente. Mejor será descansar." Cerró los ojos y trató de dormir.
Corría, agitado y enrabiado. No sabía porqué, pero sentía su sangre hervir. Miró hacia todos, pero no podía reconocer donde estaba. De pronto, la orilla de un río se le hizo extrañamente familiar; solo le faltaban las casas que habían construido alrededor. Era de noche y estaba demasiado oscuro. Buscó el alumbrado público. Nada. "Estoy soñando con el pasado de Kiyohime, de nuevo". Negó con la cabeza, asustado. La última vez había despertado gritando y con una melancolía que le persiguió por semanas. Eso, y el saber que la maldición había asesinado a su amante quemándolo vivo era suficiente para querer soñar con su pasado nunca más.
Se sentó a la orilla del río en la posición del loto.
— Ok, Suguru. Intenta concentrarte. Esto lo leíste; puedes controlar tus sueños meditando. Y si Satoru puede hacerlo...
ESTÁS LEYENDO
Maldito: Suguru [SATOSUGU]
Fanfiction¿Gojo Satoru? ¿Cómo llegó a enamorarse de ese niñato malcriado y egocéntrico? ¿Fue el destino o pura afinidad? Suguru a veces piensa que le han echado una maldición. De otra forma, no se explica cómo no puede sacarse esos maravillosos ojos de sapo d...