Maldito (primera parte)

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Nota de la autora: ¡Hola de nuevo! Gracias por seguir esta locura de historia. De verdad, te quiero mucho 🖤 no sabes lo feliz que me hace saber que hay gente que disfruta leer esto, tanto como yo escribirlo. Es, por lo bajo, emocionante 🥺🙏🏻😭

El capítulo salió un poquito muy largo, por lo que lo dividí en dos. Así no se hace tan cansador leerlo y no aparece tantas veces la publicidad de ese juego del rey gordo al que hay que rescatar.

De nuevo, sin más preámbulo, el capítulo:

*

Los aviones cansaban a Suguru. No le gustaba mucho volar en ellos; era demasiado distinto a surcar los cielos en el lomo de Kiyohime. Por eso, apenas había podido pegar ojo durante las catorce horas que duraba el vuelo Tokio-Roma. Estuvo todo ese tiempo en una constante ensoñación entre la música de su iPod, las pequeñas turbulencias y los movimientos de Satoru. Gojo se le hacía inquieto hasta para dormir.

Abrió los ojos, confundido, al sentir que el albino le hablaba.

—Vaya asco de lugar —murmuró Satoru.

Suguru se sacó sus audífonos y lo miró, cansado y curioso.

—¿Dijiste algo? —preguntó Suguru.

Satoru bufó y Suguru se sintió agotado. Llevaban casi veinticuatro horas juntos, apenas comunicándose; al menos él, estaba honrando la tregua que habían hecho la noche antes de partir y a la sugerencia de Masamichi de reconciliarse. Sin embargo, Satoru seguía tratándolo con dureza, como si realmente nunca fuera a perdonarlo.

—Nada. Es decir...es que el Vaticano...

Se quedó callado y Geto aprovechó el momento de observarlo. Parecía que los estragos normales de un viaje como ese eximían a las personas como él. Su piel estaba tan lozana como siempre, su cabello, desordenado, pero brillante como nunca, sus ojos no habían perdido el brillo. Sonrió para sus adentros. ¿Acaso los seis ojos no debían cansarlo más? Quizás Gojo era tan excepcional, que requería mucho más que un viaje intercontinental para destruir su belleza.

—¿El Vaticano qué? —preguntó. Sabía que Gojo había visitado Italia de pequeño y le causaba mucha curiosidad.

—Nada —respondió con acritud. Enseguida, miró por la ventana dándole, en consecuencia, la espalda a Suguru.

Suguru se sintió frustrado al sentir como el meñique izquierdo se hacía notar con una dolorosa punzada. ¿Por qué seguía ahí la maldición, si Gojo, aparentemente, lo odiaba?

Cansado de la situación, exclamó:

—¡Ah! ¡Estoy harto de esta mierda de maldición!

Gojo se dio vuelta y lo miró por debajo de sus infaltables gafas.

—¿De verdad? —preguntó en voz baja.

—Sí. De verdad. ¿Me vas a decir que tú no?

—Sí. También. La odio. Me da asco. Ojalá de verdad ese imbécil pendejo vudú lo hubiera cortado —dijo, con saña, mientras volvía a darle la espalda.

Geto cerró los ojos y, frustrado, comenzó a ponerse los audífonos. Apenas lo hizo, volvió a dolerle.

—Hasta cuándo con lo mismo? —volvió a preguntarse, enojado.

Miró a Satoru, más bien, a su espalda. "Claro que le da asco. Por algo intentó cortarla. Después de lo que hizo el día de su cumpleaños me pregunto constantemente si alguna vez me quiso realmente, o si solo buscaba acostarse conmigo", pensó, sintiéndose profundamente desanimado. Enseguida, el mismo dolor. Sin embargo, esta vez vino acompañado de una turbulencia como no la había sentido nunca. Las luces se apagaron por un momento, los bebés comenzaron a llorar y algunos pasajeros saltaron. El piloto comenzó a hablar y Suguru no pudo evitar preocuparse.

Maldito: Suguru [SATOSUGU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora