Siempre (+18)

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Suguru caminó sin rumbo unos minutos, hasta que se encontró frente a frente con Haibara. Realmente no quería hablar con nadie, pero ya no alcanzaba a evitarlo. El chico lo saludó alegremente y, sin esperar ninguna señal de él, se acercó.

—¿Qué tal, Geto senpai? ¿Cómo te fue con Masamichi sensei?

"Pésimo, como la mierda, tengo ganas de morirme", pensó Suguru, pero no iba a decirle eso. Sin embargo, tampoco quería mentirle.

—Más o menos —dijo, sonriente.

Haibara ladeó la cabeza. Notó que había algo raro en la sonrisa de su senpai.

—¿Quieres hablar de eso? Soy bueno escuchando —dijo, mientras le daba unas pequeñas palmadas en la espalda —. Pero tengo que ir de compras a la ciudad. Si quieres, me acompañas.

Suguru se sorprendió al darse cuenta de que, en realidad, sí necesitaba hablar del problema. Asintió con la cabeza y lo siguió.

Una vez en el metro, después de mucho pensar qué palabras usar, dijo:

—Haibara, espero que no te moleste pasar tu tiempo con un tipo como yo.

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

Suguru enrojeció y tomó mucho aire:

—Pues que me gustan los chicos. O bueno, no sé si en general, pero sí me gusta mucho Satoru.

Al terminar de hablar, intuitivamente se tapó la boca. Nunca había sido tan abierto con alguien que era prácticamente un desconocido. Sin embargo, por alguna razón su instinto le decía que podía confiar en él. Lo miró, avergonzado, y vio que Haibara le sonreía.

—Y tú a él, ¿no? Eso me dijo Nanami una vez que te fuiste. La verdad es que tienen mucha química, Geto senpai. Y no, no me molesta nada. Es más, me causa orgullo ir de compras con el único manipulador de maldiciones que existe.

Suguru sonrió al pensar que el chico que tenía al lado era muy tierno. Quizás demasiado tierno para el mundo en el que estaba entrando.

Estuvieron de compras hablando de cosas cotidianas. Haibara le contó sobre su familia y lo entusiasmado que estaba de comenzar sus estudios. Suguru lo escuchaba atento, intentando con todas sus fuerzas que su mente no se fuera hacia la terrible conversación que había tenido con Masamichi.

El hecho de que Satoru lo llamara incansablemente no le ayudaba en nada. Odiaba cortarle, pero no quería decirle nada por teléfono. De hecho, no quería hablarle. No sabía con qué cara hacerlo. La situación era pésima, para ambos.

Haibara le hizo una seña para que entraran a un lugar de crepes. Ordenó y se quedó mirando a Suguru.

—Has estado muy callado, Geto senpai. ¿Estás bien?

Suspiró, le dio un bocado a la crepe y el alma se le hizo trizas cuando pensó que a Satoru le encantaría ese lugar. Alejó el plato y dijo:

—Haibara, ¿qué harías si te dieran una orden que no quieres cumplir?

Yu dejó de comer y se llevó una mano al mentón, en señal de reflexión.

—Depende de quien venga —respondió, al cabo de un rato—. Si es de mis padres, y es algo aburrido, quizás no lo haría y aceptaría el castigo. Pero si es de un superior, lo haría de todas formas —al notar la cara de tristeza de Suguru, agregó: —¡Pero ese soy yo! Es solo porque quiero llegar a ser un buen hechicero en el menor tiempo posible.

—Ajá. Para mí también es importante mi carrera, pero no sé si tanto como para—Se cubrió la cara con las manos––...arriesgar perder algo tan valioso.

Maldito: Suguru [SATOSUGU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora