El día del cumpleaños de Satoru, Geto estuvo absorto en sus pensamientos. No sabía bien qué hacer. Tuvieron clases juntos y, como era la tónica de los últimos meses, el albino ni siquiera lo miró. Solo dijo cosas infantiles cuando Suguru intervenía, del tipo de "alguien sintió el viento" o "vaya, juraría que hay un fantasma de un hipster sabelotodo murmurando por ahí".Lo anterior no seducía a Suguru, para nada. Sin embargo, al igual que todos los días anteriores a ese, entendía de dónde venía la actitud del albino; pero no por eso dejaba de sentir rabia. Bastaba con no hablarle. No tenía por qué ser hiriente o, peor aún, hablar muy fuerte acerca de la siguiente cita que tendría.
Aún así, Suguru lo extrañaba. Extrañaba que lo mirara de una forma que no le dedicaba a nadie más. Extrañaba sentir el olor de su pelo y extrañaba sus manos sobre su cuerpo. Extrañaba sus chistes aburridos y sus esfuerzos por hacerlo reír. Extrañaba, por sobre todo, sus conversaciones. Le dolía demasiado no poder compartir sus ocurrencias con él, y que él lo hiciera con otra persona.
Y no se perdonaría a sí mismo el no hacer nada por él ese día, pero ir a la fiesta que le había organizado Shoko le parecía un poco excesivo; no sabía como reaccionaría. Probablemente mal.
Sentado en su escritorio, inseguro, recordó una conversación que habían tenido en el metro, de vuelta de una misión, unas semanas antes de su primera y única cita. Suguru le contaba a Satoru sobre el libro que estaba leyendo y Gojo, atento, le hacía preguntas sobre la trama y cómo esta se desenvolvía. De pronto, mientras le ofrecía de esos gusanos ácidos que tanto le gustaban, le preguntó:
—¿Escribes, Suguru? ¿O solo lees?
Suguru sonrió. Nadie le había preguntado por eso, nunca.
—Tengo una novela en mente, pero es...es muy ridículo —Enrojeció—. Sí tengo libretas, muchas, en las que suelo escribir mis pensamientos o de mis días. Ya sabes. Cosas así.
Satoru lo miró con esa encantadora sonrisa que Suguru sabía que solo usaba con él.
—¿Has escrito de mi?
Geto no pudo evitar reír, pero era una risa nerviosa. Por supuesto que había escrito sobre él. Era lo que su pluma más quería expresar. Satoru ni se imaginaba la cantidad de líneas que había plasmado pensando en cómo achicaba los ojos cuando le llegaba la luz, en la forma que arrugaba la nariz antes de lanzar algún comentario sarcástico o las inmensas ganas que tenía de besar esos hermosos labios.
—Eres parte de mi vida, Satoru. Por supuesto que escribo de ti —le respondió, con una enrojecida sonrisa.
—¿Puedo leerlo?
"Eso nunca. Moriría de la vergüenza", pensó mientras se paraban. Habían llegado a su estación. Notó que, a medida que subían las escaleras de la escuela, Satoru seguía mirándolo con la misma sonrisa, ansioso y, a la vez, encantador.
Suguru paró y le ofreció la mano.
—Te diré algo. Un día de estos, te escribiré una carta. Y en ella, prometo resumir la mayoría de las cosas que he escrito sobre ti.
Gojo estrechó su mano.
—Trato hecho.
"Claro. Eso es justamente lo que debería hacer", pensó mientras sacaba un lápiz y su libreta.
*
Un par de horas después releyó orgulloso las páginas que le había dedicado. Las metió en un sobre y se dispuso a entregarla.
Caminó hacia la cafetería, donde estaban Shoko y los kohai celebrando al albino. Al entrar, este lo miró como un león hambriento y salvaje mira a un antílope. "No te dejes intimidar, Suguru. Que quiera hacerte daño no significa que lo hará", pensó mientras se acercaba a la mesa.
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Maldito: Suguru [SATOSUGU]
Fanfiction¿Gojo Satoru? ¿Cómo llegó a enamorarse de ese niñato malcriado y egocéntrico? ¿Fue el destino o pura afinidad? Suguru a veces piensa que le han echado una maldición. De otra forma, no se explica cómo no puede sacarse esos maravillosos ojos de sapo d...