Capítulo 18

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Los siete oficiales bajaron, armas en mano apuntando al frente con sus linternas. Si bien la oscuridad ya no era total, la profundidad del túnel hacía que, conforme los oficiales avanzaban, esta iba recuperando terreno. Las linternas cortaban la oscuridad por donde pasaban, asustando ratones y cucarachas, que hasta donde se sabía, eran los únicos habitantes de esos túneles.

-Solo son ratas -dijo uno de los policías, siendo reprendido rápidamente por el teniente.

-Solo reporta lo que sea pertinente a la situación -respondió el teniente Mendoza.

Levantando una mano en puño, hizo que todos los policías se detuvieran. A lo lejos escucharon pasos, gritos y sonidos de pelea. A la mente del teniente Mendoza llegaron recuerdos de sus años como policía, donde había tenido que acudir a detener riñas de borrachos, atender reportes de violencia doméstica e incluso arrestar drogadictos asaltando casas, por lo que sabía que algo terrible estaba pasando ahí.

Los pasos y gritos se detuvieron, pero en lugar de silencio este fue remplazado por un sonido que le hizo recordar una carnicería, escuchaba golpes como de carne, sonidos húmedos que dedujo eran sangre. Estaba seguro de que ahí estaba cometiéndose un asesinato.

-Atención -con voz baja ordenó a los oficiales-, hay alguien peligroso ahí, tienen autorizado disparar.

El teniente Mendoza vio a una de las criaturas, le pareció ver que arrastraba un cuerpo, con voz firme le ordenó que se detuviera y se identificara, sin recibir respuesta. Las luces del vagón principal comenzaron a encenderse y apagarse, la criatura que arrastraba el cuerpo dio un gruñido ronco y amenazante. Sin poder distinguir claramente a la criatura, el teniente Mendoza dio la orden de abrir fuego. Una ráfaga de disparos hizo que la criatura saliera huyendo despavorida dejando el cuerpo en el suelo, los oficiales detuvieron los disparos unos momentos reanudándolos al ver a otra de las criaturas saltar del techo del tren dirigiéndose al cuerpo que yacía en la vía. Sin tener confirmación visual, sabían que le habían dado ya que este se alejó dando un grito de dolor.

El pesado eco del rechinido de las llantas inundó el túnel. Las luces continuaron parpadeando, intercaladas con sonidos de pelea ahogados por el sonido del tren que comenzaba a avanzar con un pesado movimiento lento. Con un grito, el teniente dio la orden de evacuar, los oficiales salieron corriendo hacia la plataforma, mientras informaban por radio que el tren avanzaba emergiendo de la penumbra del túnel.

-Atención -gritó el teniente Mendoza tras subir de vuelta al andén-, prepárense para sacar y detener a todos los que estén dentro, disparen solo de ser necesario y solo para inmovilizar.

Con un "sí, señor" casi en coro, todos los oficiales apuntaron sus armas desde ambos andenes. Con un movimiento lento, el vagón avanzó ante las miradas silenciosas de todos los oficiales que, con rostros pálidos, observaban la máquina que pasaba frente a ellos. Varios oficiales, ante la sorpresa y probablemente ante su falta de experiencia, no pudieron continuar con la orden de apuntar, teniendo que bajar sus armas, vomitando mientras alejaban la mirada cuando el tren se detuvo frente a ellos. Lo que antes era un tren subterráneo que transportaba a miles, tal vez millones de usuarios por día, ahora tenía el aspecto de una ruina, con varias ventanillas rotas, puertas arrancadas violentamente, marcas de daño en los costados y, lo que se quedó grabado en las mentes de todos, cada vagón estaba bañado de sangre de arriba abajo como si de una carnicería se tratara.

Como parte del protocolo, los oficiales tuvieron que esperar a los paramédicos para ayudar a los pasajeros, tratando de buscar sobrevivientes o culpables. Esa sería una noche que, lamentablemente, ninguno de los oficiales involucrados olvidaría.


Lo que acecha la linea 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora