Epílogo

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En silencio, José Luis, Gabriela y Julio observaban a la muchacha que, con ojos llorosos, había terminado de relatar los terribles sucesos vividos hace ya ocho años, sucesos que recordaba con tal claridad que parecieran haber pasado apenas unos día y horas atrás.

José Luis desvió la mirada por la ventana, a tientas, buscó una cajetilla de cigarros dentro del saco, poniéndose uno entre los labios, el cual se retiró de inmediato al ver pasar una mesera.

-Gracias por haber venido -agregó la chica después de una larga pausa-, necesitaba soltar esto. Ya pasaron muchos años desde entonces y, aunque las terapias me han ayudado, no logro olvidar lo ocurrido, hay noches en las que aun despierto temblando, asustada -en un gesto de desesperación se llevó la mano a la cara, tratando de ahogar el llanto.

-Tranquila -dijo Gabriela, posando su mano en el hombro de la chica-, sé que es difícil, pero te agradezco que nos hayas contado lo que pasó.

-Es todo lo que puedo recordar. Después de eso desperté en el hospital y, bueno, estaba así -dijo la joven señalando su extremidad faltante-. No sé qué eran esas cosas que nos atacaron, pero de una cosa estoy segura, no eran humanas.

-Así que, básicamente, unas criaturas humanoides de piel pálida atacaron el tren cuando este se detuvo -resumió Julio, más para sí mismo que preguntando a la muchacha.

-Agradecemos tu tiempo -agregó José Luis-, pero, Gabriela, no entiendo aún para qué me pediste que viniera.

-Por lo que investigué junto a Julio -contestó Gabriela- existen rumores que esas criaturas siguen ahí. Después del incidente cerraron la línea subterránea, reconstruyéndola, pero ahora sobre la calle y renombrada como "Línea 12-B".

-Según mis investigaciones -agregó Julio-, hay rumores de una secta ocultista que liberó esas cosas, no tengo pruebas, pero si mis fuentes son correctas, existe la posibilidad de que este caso se repita en otras líneas. Yo soy un investigador de lo paranormal, sé que no es fácil creer estas cosas, pero he visto cosas que no creerían, cosas que me hacen creer que ahí abajo hay seres fuera de la comprensión humana, y pienso averiguar qué son, cueste lo que me cueste.

Todos guardaron silencio, meditando la situación, el relato que la joven había contado no parecía tener sentido para José Luis, pero por alguna razón, Gabriela y Julio le creían. Oficialmente el caso fue cerrado como una masacre perpetrada por un grupo de desequilibrados mentales, pero sin evidencias ni detenidos, el caso se dio por cerrado.

Pagaron la cuenta y salieron del restaurante, José Luis encendió su cigarro y tras dar una larga aspiración se acercó a Gabriela.

-Sigo pensando que esto es una locura, perdón, pero nada de esto tiene sentido.

-Cuando saliste del túnel dijiste que habías visto algo, que le disparaste a algo.

-Un drogadicto, seguramente -respondió José Luis, desviando la mirada hacia la muchacha que, acompañada por Julio, esperaba en la calle por un taxi-, no existen cosas como monstruos o demonios.

-Tal vez -agregó Gabriela-, pero sé que hay algo más detrás de todo esto -le dijo sujetándole el brazo, como implorando su ayuda-. Julio piensa que esto que ocurrió se podría repetir. Tengo miedo, pero como oficial de policía no puedo quedarme de brazos cruzados si tengo en mis manos la posibilidad de evitar que esto ocurra.

En silencio, José Luis veía fijamente sus ojos suplicantes, se negaba a creer que había visto un "monstruo", pero tampoco sabía explicar qué era, e igual que ella, el sentido de justicia le impedía quedarse de brazos cruzados. Dio una calada rápida a su cigarro, lo lanzó al suelo y soltó el humo disimulando un suspiro.

-Dime cuándo y dónde será hecha esta locura, si las cosas se ponen peligrosas, creo que puedo ayudar -agregó el ahora retirado teniente Mendoza, mientras retiraba su chaqueta para dejar ver la funda de la pistola que colgaba en su costado.

Con una leve sonrisa, Gabriela asintió.

-Gracias, teniente -hizo un saludo y se giró a hacia su auto-. Será la próxima semana, le llamaré.

Tras despedirse, cada uno subió a su auto. Gabrielavio al exteniente José Luis alejarse, giró la llave de su auto, se recargó enel asiento echando la cabeza hacia atrás y soltó un sonoro suspiro. Condujohacia la carretera, consciente de que lo ocurrido en ese túnel del metro habíasido solo el comienzo de algo más grande y aterrador. Mientras se alejaba podíasentir como si una sombra mortal comenzara a acecharla, consciente de lospeligros que yacían ocultos en las profundidades de la ciudad, ahora debíaencontrar respuestas y averiguar qué era eso que acechaba la línea 13 delmetro, y de ser posible, evitar que ocurriera nuevamente.


Lo que acecha la linea 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora