Capítulo 0

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Con un rechinar de llantas, un viejo Ford modelo 86 frenó en el estacionamiento de un restaurante a las afueras de la ciudad, ubicado al costado de la carretera, un típico restaurante frecuentado en su mayoría por traileros y familias de vacaciones que eran casi sus únicos clientes.

Un hombre de apariencia tosca, ojos cansados y cabello canoso veía el restaurante a través de la ventanilla del auto. Su mirada seria inspeccionaba la fachada con calma, como si tratara de memorizar cada detalle del lugar. Sin retirar la vista, abrió la guantera y sacó una pequeña libreta de pastas de cuero muy gastadas ya. A tientas la abrió y buscó un papel doblado, desviando la mirada apenas un segundo para confirmar que era lo que buscaba.

"Restaurante El Mezquite, a la orilla de la carretera, al mediodía".

Dobló la nota y la guardó dentro de la libreta, a su vez guardó esta dentro de su saco, asegurándose de llevar también su arma en la funda que colgaba en su costado. Siempre la llevaba consigo, cargada y lista para lo que pudiera ocurrir, sabía que ese día no la iba a necesitar, pero no era alguien que quisiera tomar riesgos, no tenía ni el ánimo ni la edad para encarar el peligro sin un plan de reserva.

Echó una última mirada por la ventanilla al estacionamiento, entre trailers y camionetas familiares, un pequeño auto rojo llamó su atención. Vio las placas, reconociendo a su propietaria. Sacó su arma y se aseguró que estuviera cargada, le puso el seguro y la guardó de nuevo. Encendió un cigarrillo y tras dos profundas aspiradas, lo apagó en el cenicero del auto. Salió encaminándose con paso firme al restaurante.

Un fuerte pero agradable olor a café y tocino le dio la bienvenida. Aunque había poca gente, se tomó unos segundos inspeccionando el lugar.

-Buen día -le dijo una mesera que se le acercaba de frente-, ¿quiere mesa o prefiere la barra?

-Me esperan allá -respondió con una voz ronca sin dirigirle la mirada mientras se encaminaba a una mesa.

-Perdón la tardanza -dijo mientras retiraba la silla y tomaba asiento.

Frente a él estaban sentados una mujer de cabello corto, vestida con una camisa blanca y un saco de tono café, al otro extremo de la mesa un hombre delgado, de cabello rizado de aspecto relajado que vestía una chaqueta de mezclilla que le daba un aspecto juvenil, pero algo en su mirada hacía pensar que había ya vivido experiencias complicadas en su vida, pero no tanto como la joven que se encontraba sentada entre ellos dos, una muchacha de tez morena y complexión delgada, tenía la mirada agachada, mas no parecía ver nada en particular. Su ropa holgada ocultaba muy bien su cuerpo, por lo que el hombre no se había dado cuenta de que le faltaba el brazo izquierdo hasta que ella levantó, muy despacio, la mirada, haciendo que el movimiento de su cuerpo agitara la manga de su suéter de una manera que, de tener la extremidad, habría sido imposible.

-Él es Julio -agregó la mujer de cabello corto, señalando al joven de la chaqueta de mezclilla.

-Un gusto, teniente Mendoza. Gabriela me habló mucho de usted.

-Exteniente -corrigió con voz seria-, tengo ya tres años de haberme retirado.

-Sí, lo siento -respondió Julio con voz apenada.

-¿Y esta chica? -preguntó el ahora retirado teniente.

-Supongo que recuerda el incidente de la línea 13 de hace ocho años -el tono de Gabriela era una mezcla de duda y miedo.

-No me digas que ella... -se interrumpió. En la cabeza del exteniente Mendoza comenzaron a revivirse escenas de su tiempo como oficial.

-Lo que pasó hace ocho años -la joven rompió el silencio, su voz tenía un tono bajo y hablaba muy despacio, como si pensara cada palabra-, yo estuve ahí, teniente.

-Llámame José Luis -ahogó el impulso de corregirla agregando el título de "exteniente".

-Es muy difícil para mi hablar de esto -agregó la joven-, espero entiendan si hay cosas que no recuerde o si... bueno, si prefiero omitir.

-Tranquila, estamos aquí para escucharte.

Después de unos momentos, la joven dio un suspiro, con su mano derecha sujetó su hombro izquierdo, haciendo una mueca de dolor. Bajó su mano y, con voz temblorosa, comenzó a hablar.


Lo que acecha la linea 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora