Capítulo 9

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Con paso firme y veloz, Gabriela Morales, asistente del teniente José Luis Mendoza, entró a su oficina soltando una gruesa carpeta sobre el escritorio. Aunque Gabriela era de carácter amable y tranquila, en ese momento su rostro reflejaba una expresión aterrada. Con los ojos abiertos y la boca en una mueca de terror, el labio inferior le temblaba, cualquier podría pensar que se soltaría a llorar de un momento a otro.

El escritorio del teniente Mendoza era un caos, lleno de papeles, tazas desechables con residuos de café y un cenicero desbordando colillas de cigarro. En cuanto la pesada carpeta cayó frente a él, hizo volar cenizas por doquier, el teniente Mendoza miró fijamente a Gabriela con sus ojos cansados e irritados tras una larga jornada, esperando una explicación

-¿Y bien, qué es esto? -preguntó Mendoza con voz ronca y firme

-Creo que volvió a pasar, teniente -la voz de Gabriela se escuchaba serena pese a su expresión nerviosa.

Dio una hojeada rápida al documento, sacó una hoja de la carpeta y la leyó con atención.

-¿De nuevo tenemos problemas en el metro? ¿Qué pasa ahora?

-Señor -respondió componiendo la voz y en tono firme-, trabajadores de la línea trece del metro reportan un convoy detenido en el túnel desde hace ya casi una hora. Detuvieron todos los trenes de esa línea para prevenir una colisión. Mandaron trabajadores a averiguar, dicen que se escucharon gritos y rugidos dentro del túnel.

-¿Rugidos? -el teniente Mendoza se recargó en su silla, rascándose la barbilla meditativo- Ahora veo por qué me trajiste este expediente, ya me acordé de este caso del año pasado, del loco drogado que se creía hombre lobo.

-Así es, señor, pero en esta ocasión reportan que parecía más un rugido de una bestia.

-¿Un perro? ¿Un lobo? ¿Un león? En esos túneles solo hay ratas y alguno que otro vagabundo.

-Señor, creo que deberíamos actuar con cautela.

-Tienes razón -respondió levantándose y descolgando su gabardina del perchero-. Manda cerrar la estación y desalojar a todos los pasajeros de las estaciones, quiero esa línea vacía para cuando lleguemos.

-Ya está hecho, señor -respondió Gabriela, tomando la pesada carpeta y avanzando a paso firme mientras iba detrás del teniente.

-Perfecto, tan eficiente como siempre. ¿Mandaron ya una unidad?

-Sí, tenemos a ocho agentes en el lugar, todos armados, les dimos ordenes de arrestar a quien sea que salga del túnel, disparar para inmovilizar, si es necesario.

-Me parece bien, no quiero lidiar con nadie peligroso, ya estoy viejo para tratar con drogadictos y locos.

Después de confirmar la sección del túnel dondeel tren estaba detenido, subieron al coche patrulla, ambos iban cayados, nosabían qué les esperaba en la estación, pero los dos tenían un malpresentimiento. La tensión era palpable, y el frio de la noche acrecentaba elsentimiento de incertidumbre en ambos oficiales.


Lo que acecha la linea 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora