—¡Voy a matar a alguien si esta basura no deja de sonar!
Y entonces otro estruendo metálico, pero la irritante música no dejaba de sonar.
—¡No está...! —exclamó otra persona, desde el otro extremo de la habitación—. ¿¡Qué mierda crees que...!?
El sonido de algunos puñetazos, jadeos e insultos.
Aquello terminó de despertarme como un baldazo de agua fría. Al instante siguiente, estaba expulsando todas las sustancias de la noche anterior en la alfombra limpia de alguien mientras una fuertísima punzada de dolor penetraba mi piel, como un millón de vacunas clavadas directo en mi frente.
—Agh, ¡cierren la maldita boca...! —Draco se enderezó a duras penas, con el cabello desordenado y sucio y el rostro lleno de saliva. Se limpió con el dorso de la mano y una mueca de asco y volvió a recostarse en el suelo.
—¡Ya basta, par de estúpidos! —espetó una voz femenina. Ahora Mattheo estaba en el suelo, encima de Theodore, intentando fingir que sabía pelear. Con un movimiento de varita, Pansy los petrificó a ambos en su sitio.
