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Halloween, 1981.

—¡James! —sollozó Lily. Sus rodillas amenazaron con quebrarse en mil pedazos, Zayla corrió a asistirla. La rodeó con sus brazos e intentó ayudarla a estabilizarse. Los pasos se aceleraron. Hicieron temblar el suelo y llorar a los bebés.

—¡Cierra la puerta! —gritó Zayla, avanzando a trompicones hacia su varita, apoyada sobre la mesa en la punta de la habitación.

Una explosión le resonó en los oídos. Zayla sintió cómo sus tripas se encogían mientras cambiaba su rumbo y se apresuraba a cubrir a su bebé. Los ojos grises, o celestes, de vez en cuando, brillaban a causa de las lágrimas. Idénticos a los de su padre. La tomó en brazos mientras Voldemort brincaba hacia ellas con su horrible varita en alto, sonriendo macabramente. Su rostro había perdido todo rastro humano. De lo que aquel monstruo había sido alguna vez, no quedaba absolutamente nada.—¿Señoritas? —siseó, como una serpiente.

—Por favor —suplicó la pelirroja, sosteniendo a Harry.
—Ten honor, y enfréntanos en un duelo. —escupió Zayla, mirándolo por encima del hombro. Sentía las lágrimas de la bebé empaparle ropa, y diminutos temblores sacudieron sus manos y piernas. Se aseguró de que su vientre estuviera bien pegado a la cuna, en caso de que tuviera que soltar a su hija.
—. ¡Cobarde!

Y esas fueron sus últimas palabras.

Ojalá no hubieras abierto la puerta, James.

Un destelló verde la cegó. El aire escapó de sus pulmones, como si alguien los estuviera apretando con muchísima fuerza. Y murió, soltando a la niña.

Esa misma noche, un par de horas más tarde, alguien tocó la puerta de los Malfoy.

—Zayla Black Deveroux ha sido asesinada —informó la mujer cuando Lucius Malfoy asomó por la puerta. Su voz apenas se oyó más alta que un susurro.
—Por Lord Voldemort. —agregó el anciano de barbas largas y blancas que la acompañaba.
—Oh, eso es terrible. —contestó el hombre, bajando la mirada a la bebé que la mujer sostenía en brazos y disimulando una ceja enarcada—. Lamento escucharlo. ¿Qué puedo hacer por uste...?

—¿Lucius, qué sucede? —llamó una voz femenina. Una mujer rubia apareció detrás de su marido. Sus rasgos tardaron en definirse un segundo entre las sombras, y luego un segundo más en comprender la situación. Profirió un suave ≪Oh≫ con la voz quebrada, mientras se posicionaba delante de Lucius. Se llevó una mano huesuda a los labios, intentando ahogar el sollozo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus delicados ojos.—No puede ser cierto... —le quitó a la bebé de los brazos a la anciana con sumo cuidado y cariño, y la aferró contra su pecho.—No es verdad... No lo es...

Lucius tragó secamente, la manzana de adán se balanceó. Luego se aclaró la garganta—. Entonces, ¿nosotros debemos cuidar de él?

—Ella —lo corrigió su esposa, emitiendo un ruidito estrangulado.
—Como imagino que sabrá, señor Malfoy —dijo el anciano— Cuervus Deveroux, el hermano de Zayla, ha sido asesinado durante la guerra. Se sospecha que fue Sirius Black, el padre de la niña, quien le vendió la ubicación de los Potter a Voldemort esta noche. Ustedes son la única familia que le queda.

El hombre fulminó con la mirada a ambos ancianos, mientras la mujer continuaba llorando con el rostro de la bebé escondido en su cuello, y susurrándole:— ≪Lo siento tanto, lo siento. Por favor, perdóname.≫

El rostro de Lucius se tiñó de rojo por la ira, y antes de que pudieran notarlo, murmuró:—Buenas noches —y cerró la puerta en sus caras.

Se suponía que la vida de Harry James Potter y Avery Lyra Black iba a estar llena de dulzura. Vivirían en casas con suministros inagotables de amor, de fiestas alegres y cálidas. De madres y padres amables y cariñosos. Pero todo salió mal. Y sus destinos no fueron como debían de serlo.

𝐄𝐅𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀𝐒; hermione grangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora