Capítulo 16

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- ¿Te sientes mejor? - pregunté y ella negó. - Tengo que notificarle a Michelle.

- Ve. - murmuró débilmente.

- ¿Siempre que te duele la cabeza te pones así? - pregunté y ella asintió.

- No soporto el dolor físico como lo haría alguien normal, lo que debería afectarme un 10% me afecta un 30%...

- Eres sensible... - murmuré tomándola del mentón.

- Ve a hablar con Pfeiffer... - dijo observándome fijamente.

- Ya vuelvo...

(...)

Entré a la oficina de Pfeiffer, saludé y me senté frente a ella, tratando de lucir lo menos nerviosa posible.

- ¿Todo bien, Lizzie? - preguntó.

- Venía a notificarte que una estudiante está herida, pero no es tan grave, se cayó y se golpeó la cabeza por ayudar a un gato. - murmuré.

- ¿Dónde está? - preguntó levantándose rápidamente de la silla.

- En los baños cerca de música. - respondí, levantándome para guiarla.

Al llegar, Scarlett aún estaba sentada sobre el lavamanos, pero esta vez, Sarah había vuelto y la estaba acompañando.

- ¿Scar, estás bien? - preguntó Michelle con total interés y preocupación.

¿Por qué tanta confianza?

Digo, ni siquiera sabía que se hablaban.

- Estoy bien, me duele un poco la cabeza, es todo. - respondió Scarlett. - ¿No tendré algún reporte? - preguntó con preocupación. - Ya sabes cómo es Melanie...

¿Por qué hablan con tanta naturalidad?

Me estoy comportando como una loca...

- Claro que no, no eres problemática, Scar. - murmuró. - No es una razón para reportarte, estabas salvando al gato.

- Eso me tranquiliza. - dijo Scarlett con una sonrisa.

- Bueno, te dejo a cargo, Lizzie. - comenzó a caminar hacia la puerta. - Si necesitas algo, dímelo. - murmuró saliendo del baño, dejándonos junto a Sarah.

- Creo que yo también debería irme... - murmuró Sarah mientras se despedía.

Ahora estamos solas...otra vez...

- Ayúdame a bajar. - ordenó y prácticamente me lancé a ayudarla.

- ¿Te sientes mejor? - pregunté.

- Si. - contestó sin más.

Volvió a ser ella.

- ¿A dónde necesitas ir? - pregunté.

- Supongo que a enfermería, aún me duele la cabeza.

El camino fue silencioso y un tanto incómodo, ella no decía palabra alguna, todas las preguntas que le hacía, eran contestadas con monosílabos.

- ¿Sigues molesta? - pregunté.

- ¿Por qué estaría molesta contigo? - preguntó.

- Te he dicho que odio que contestes mis preguntas con otras preguntas.

- ¿No crees que esa pregunta fue más una respuesta? - volvió a preguntar.

Dios, me desespera por momentos.

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