Cap.23

2K 110 8
                                    



Líbranos del mal, líbranos de Marie

Llevaba varias semanas sin usar faldas (o algo que mostrara mis piernas), aproximadamente desde que dejé de trabajar en el restaurante en donde Cliff nos hacía usar ropa escotada y ceñida al cuerpo.
Me sentía ridícula esperando a Giulio en el café del hotel en donde se hospedaba. El lugar era bastante cálido y confortable; las paredes estaban empapeladas con fotos de alimentos de fina repostería y con bebidas calientes que invitaban a pedir una.
Revisé el reloj con forma de taza, ubicado en el centro del local, al menos unas diez veces. Tenía la esperanza de que en cualquier momento apareciera Giulio, el hijo del prometido de mi jefa, y así podríamos marcharnos a otro lugar.
Aquí la gente comenzaba a verme de forma extraña, como si mi pantalón estuviera prendiéndose en fuego... Bueno, no mi pantalón porque no llevaba puesto uno, más bien mi falda.
Varias veces revisé mi apariencia en cada superficie que me reflejara, pero no veía nada anormal: blusa blanca, chaleco de mezclilla, cabello suelto y peinado, falda color rosa ahumado y, a petición de Laura, zapatos altos bastante provocativos con los que me era imposible caminar sin soltar un quejido.
Cuando Shio se enteró de mi salida, pegó el grito al cielo y aplaudió así como Nicole lo hacía cuando estaba emocionada. Shio me maquilló y me dio ánimos para vivir la aventura romántica con la que cada chica siempre soñaba (palabras de ella, no mías): salir con un italiano.
Me puse nerviosa durante todo el trayecto hacia el hotel y, tal vez, el que Laura hubiera doblado la cintura de mi falda para que se viera más corta no ayudaba a que me sintiera cómoda, normal y menos nerviosa. Todo lo contrario, tenía la urgente necesidad de jalar el dobladillo hacia abajo en un inútil intento por cubrir mis piernas. Pero no estaba teniendo éxito ya que mis muslos quedaban expuestos con mayor rapidez.
Solo esperaba que el tal italiano no se retrasara más de lo que ya estaba, llevaba media hora esperándolo.
El café que había pedido cuando entré ya estaba helado y sin su típico olor fuerte.
Para distraerme había comenzado a vaciar casi todas las bolsitas de azúcar en mi taza llena hasta la mitad; también ojeé un par de veces mi celular en busca de algún
mensaje de Donghae, pero parecía que la tierra se lo hubiera tragado. Todavía no sabía nada de él y eso me desesperaba y me desilusionaba.
Pero había prometido no volver a buscarlo y así lo haría. Era el turno de él en dar el siguiente paso... si es que quería. De solo pensar en lo que pasó el otro día, en su dormitorio, se me ponía la piel de gallina y me temblaban las rodillas. Quería más.
Suspiré en derrota y me dediqué a escuchar la canción que sonaba de fondo por todo el local, pronto me encontré moviendo el pie al ritmo de la música, tarareando las partes que me sabía e inventándome las partes que no.
Así pasaron otros cinco minutos, y nada del italiano.
Iba a llamar a Laura para que me sacara de esta situación, pero, la chica que me había atendido amablemente cuando entré, estaba de pie frente a mí y me miraba con cierta expectativa.
-Disculpa -dijo ella con una sonrisa en el rostro- pero el chico que se sienta del otro del local te manda esto.
Ella depositó en la mesa una rebanada de postre de mousse de chocolate cubierto con trocitos de fresas frescas.
Me quedé estupefacta por un segundo, entonces reaccioné.
-¿Quién lo manda? -pregunté dando vistazos hacia el otro extremo del lugar, pero los únicos chicos que vi por allí eran del doble de mi edad.
Arrugué la nariz y tomé el plato con el postre.
-Dile que lo siento pero no puedo aceptarlo.
-Oh no, él es insistente. Me dijo que si no te lo comes te pedirá otro y otro hasta que lo aceptes.
Fruncí el ceño.
Repasé con la vista a todas las personas que se encontraban en el local. En total éramos doce: cinco chicas, dos ancianos, tres hombres mayores fumando habanos en la sección para fumadores, y dos mujeres hablando ruidosamente por teléfono.
No había nadie más. La cafetería no tenía mesas y sillas en el exterior, tampoco contaba con otras secciones aparte de lo que se podía mirar. ¿Entonces quién me había enviado el postre? ¿Alguno de los camareros, tal vez?
-Me dijo que, por cada postre que rechazaras, te trajera dos más -continuaba explicándose la chica.
La miré boquiabierta. Ella se encogió de hombros a modo de disculpa.
-¿Quién es el chico misterioso? -volví a preguntar. De nuevo busqué con la vista para ver quién era el famoso sujeto que me envió el postre, pero no lograba ubicarlo.
-Lo siento pero no puedo decírtelo. Por favor acepta la rebanada.
Asentí con la cabeza y le dije que la dejara.
La chica se retiró y yo me quedé estupefacta viendo en dirección al pedazo de pastel.
La verdad era que se miraba apetitoso, pero no iba a ser tan idiota como para aceptar un postre viniendo de un extraño.
Lo aparté y volví a mi ansiedad inicial al ver que Giulio se estaba demorando demasiado.
Cuando pasaron tres minutos completos, la chica que me atendía volvió a aparecer; esta vez cargaba dos platitos con rebanadas de otros postres en cada uno.
-Cheesecake y Red Velvet -musitó ella y los dejó sobre la mesa junto al mousse de chocolate con fresas.
La miré sorprendida.
-¿Qué...?
-Él dijo que estabas rechazando este -señaló el mousse- me pidió que te llevara más hasta que probaras alguno.
-¿No me vas a decir ni siquiera quién es? ¿Al menos una pista?
Ella se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
-Lo siento. Me pidió confidencialidad ante todo.
Resoplé.
-Dile que no pienso aceptar postres de extraños.
Ella asintió con la cabeza y se retiró.
Mmm. Cheesecake.
Me estaba tentando, pero, si el tipo misterioso resultaba ser uno de los hombres que estaba fumando puros, no quería darle falsas esperanzas.
Dejé los deliciosos postres sin probar. Una vez más apareció la chica de cabello marrón claro y me trajo cuatro platillos más. Dos de ellos eran pasteles, y los otros dos eran brownies con helado.
-Oye, no me pienso comer todo esto. ¿No puedes decirle que dé la cara y que deje de mandarme más postres?
La chica, cuyo nombre (según la etiqueta de su uniforme) al parecer era Melissa, se encogió de hombros una vez más y me repitió que si no probaba alguno iba a seguir trayéndome más hasta que hallara el que me gustara.
De mala gana agarré una cuchara y la planté en el Cheesecake para después llevármela a la boca.
Sabía celestial.
-Listo. Ya lo probé. Ahora dile que deje de molestarme -dije mientras me relamía los labios en busca de migajas.
Melissa sonrió y se retiró hacia otra de las mesas que atendía.
Me encontré siguiéndola con la vista para ver si lograba tener una mínima idea de quién podía haberme enviado todo esto.
Cuando regresé mis ojos hacia la mesa, me sorprendí al encontrar a alguien parado frente a mí.
Lo primero que vi fue su pecho cubierto por una camiseta informal, subí la vista para ver su rostro: cabello color chocolate, ojos oscuros y con pestañas largas, labios gruesos y rosados, nariz recta y un perfil como de dios griego.
Laura no se había equivocado cuando dijo que él era alto; tenía que estirar mi cuello para poder verlo a los ojos.
Giulio medía cerca del metro noventa, hasta ahora no había conocido a nadie así de alto y bien proporcionado como lo era él.
-¿Eres tú ________ Green? -Preguntó con un fuerte y marcado acento italiano. Pronunció mi apellido como Grin, en vez de Grim como la mayoría suele hacer.
Parpadeé momentáneamente.
-Soy _____ -dije levantándome y ofreciendo mi mano para que la tocara.
Me dio una sonrisa de lado y, tomando mi mano, la llevó hasta su boca para darle un beso.
Jamás habían besado mi mano.
-Encantado -murmuró retirando sus labios-. Giulio Molinari. Lamento el retraso, tuve problemas en levantarme. Mis horas están atravesadas todavía, pienso recompensártelo.
Tragué saliva.
Noté que me observaba descaradamente de pies a cabeza. Se detuvo un largo rato apreciando mis piernas y recorriendo cada parte de mi cuerpo con sus ojos.
Me ruboricé y aparté la mirada.
-¿Con hambre? -preguntó al ver todos los postres que estaban en mi mesa.
Mi cara se puso de nuevo como tomate.
Antes de que pudiera responder algo, la camarera, Melissa, apareció ante mí con una nueva carga de postres.
-Estos están recién hechos -dijo ella depositando rebanadas de artísticos y detallados pasteles de varios sabores. La mesa estaba llena y ya no cabía ningún otro plato más.
-¿Les gustaría trasladarse a otra mesa? -nos preguntó ella-. Todavía falta traer varios.
Giulio alzó ambas cejas y yo miré horrorizada en dirección a los camareros que venían detrás de ella: eran tres, y todos tenían bandejas llenas con la repostería del lugar.
Mierda.
-Wow, a eso llamo yo tener un grande appetito. Me siento impresionado -murmuró; un hermoso hoyuelo se le formó en la comisura del labio cuando sonrió para mí.
Me temblaron las rodillas.
No se podía negar que los chicos guapos siempre me causaban esta impresión.
-¿Y esta vez por qué me traen más? -le pregunté disimuladamente a Melissa.
-Dice que con una sola cucharada no basta -respondió ella.
De nuevo me encontré buscando entre la gente al posible acosador en potencia que me estaba enviando todo eso, pero nadie parecía un posible candidato (o al menos no uno guapo).
Miré a Giulio, que acababa de sentarse en la mesa, y comenzó a devorar el brownie con helado. Lamió la cuchara con avidez y la saboreó con delicadeza y lentitud.
-¿No vas a comer? -dijo él cuando notó que lo yo no lo acompañaba.
Me senté en la silla de enfrente, y les hice un gesto a los camareros para que dejaran los platos en otra mesa. Ellos obedecieron inmediatamente.
-Laura me dijo que eres el hijo de su prometido, no sabía que ella se iba a casar -confesé mientras miraba los postres de una forma dudosa. Finalmente me comí un trozo de pan de banana que se encontraba casi al borde de la pequeña mesa redonda.
-Ujum -dijo Giulio, él comía con gusto, como si estuviera famélico y no hubiera comido en días-. Ella se comprometió con mi padre hace seis meses; la adoro completamente. Es una de las pocas mujeres que conoce bien mis gustos.
Cuando terminó de decir eso, me miró con intensidad y concentración.
Se relamió la boca y se mordió los labios.
Desvió la vista y continuó comiendo como si nada.
-¿Qué te dijo ella de mí? -preguntó de repente.
-Me dijo que no conocías la ciudad y que más me valía no llevarte a ningún sitio donde vendan pastas -bromeé, la voz me temblaba-. Hablando de a dónde ir, ¿tienes algún lugar en mente que quieras visitar?
Él hizo de nuevo ese gesto de quedarse por más tiempo con la cuchara entre los labios.
-Giardini
-¿Giardini? ¿Quieres visitar a giardini?
Él asintió con la cabeza.
¿Qué o quién era giardini?
Para no quedar como tonta sólo asentí y le sonreí; mientras él seguía comiendo, aproveché y me conecté a Google desde mi celular. Me fui directo al traductor.
-Oh, ¡jardines! -dije triunfalmente-, ¿quieres visitar los jardines?
Giulio se relamió los labios y comenzó a reír.
De repente me miró como si yo fuera la cosa más divertida que haya visto.
-¿Visitarlos? -volvió a reír-. Lo que tengo pensado no es una visita.
-¿Ah, no?
-No. Vamos, acompáñame. Andiamo!
Se levantó de su asiento y estiró su mano para tomar la mía.
Me puse de pie y le permití sacarme del café.
Antes de poder salir directo a la calle, Melissa, se plantó frente a nosotros y me detuvo al instante.
-¡Espera!
-No más postres -gruñí, cansada.
-No, no. No es eso -Ella metió la mano dentro de su delantal blanco y sacó una servilleta que llevaba doblada dentro del bolsillo. Me la entregó-. Él te manda esto.
Dicho eso, ella se retiró, no sin antes recorrer con la vista el cuerpo de Giulio.
Miré la servilleta en mi mano y la desenvolví.
Espero haberte endulzado la mañana. Lástima que ya estabas acompañada y que no era yo quien tuvo el honor de mirar tus labios en cada postre.
Te veré pronto, ________. Llevarás el vestido blanco que te compré.
Terminé de leer la nota y parpadeé varias veces.
¿Quién la había enviado?
Alcé la vista para encontrar a Giulio recostado contra la puerta principal, mirándome atentamente y esperando por mí.
-¿Vamos? -preguntó.
Asentí y caminé hacia él.
-Pide un taxi -le dije, aun estaba sorprendida por la nota. ¿Vestido blanco? Pensaba que Marie me lo había enviado para jugarme una mala pasada, pero al parecer no fue así.
Giulio hizo como le pedí, y antes de entrar al vehículo, volteé hacia atrás esperando encontrar alguna pista de quién podía ser el chico misterioso, y, cuando pensaba que no vería a nadie o nada importante, mis ojos se detuvieron en los ojos de alguien que me miraba atentamente.
Estaba parado frente a la puerta de vidrio del hotel, tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, y cuando sonrió al ver que yo lo había notado, un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Estaba segura que había sido él el chico misterioso. Aunque ya no era tan misterioso después de todo.
Me quedé boquiabierta por un momento y rápidamente recuperé la compostura. No me acerqué a él y, en su lugar, me di la vuelta para entrar al taxi.
Tragué saliva y le di un vistazo por última vez antes de que el auto se pusiera en marcha. Min Woo seguía sonriendo, su apariencia era la de un lobo amenazador a punto de tener a su presa entre sus afilados dientes, acorralada, y justo donde la quería.
No había ni una sola gota de duda en mi mente para saber que la presa era yo.
Me sentía congelada, aterrorizada como jamás estuve en la vida. Pensé que Min Woo me dejaría en paz, que no se atrevería a acercarse a mí después de que su tío le apuntara con una escopeta, pero al parecer, y como siempre hacía, me había equivocado.
-¿Estás bien? -preguntó Giulio a mi lado. Parpadeé confundida.
-Mmm... sí, todo bien -me obligué a decir. El color se fue de mi rostro, mi corazón latía fuertemente contra mi pecho. ¿Qué hacía Min Woo allí, en el hotel? ¿Estaba siguiéndome?
Bueno, era obvio que lo estaba haciendo. Nunca imaginé que Min Woo resultaría un acosador de primera.
Repentinamente me sentí enferma y con ganas de vomitar.
-No te miras bien. ¿Quieres que nos detengamos?
Negué con la cabeza y tragué el nudo que se estaba enrollando en mi garganta.
-Vamos a los jardines -dije mientras limpiaba el sudor helado que recorría mi frente.
El taxista estuvo batallando con Giulio durante todo el camino. No había muchas ubicaciones de jardines por la zona, así que ni el hombre, ni yo, entendíamos a dónde quería ir.
Finalmente quedamos en pasar por una plaza localizada en el centro de la ciudad, según Giulio eso también serviría. ¿Para qué? No sé.
-¿Algún admirador del que deba preocuparme? -habló el italiano en mi oído después de unos minutos. Me sorprendí al tenerlo tan cerca.
-¿Por qué piensas eso? -Puse algo de distancia entre los dos.
Él bajó la vista hacia mis manos, en donde aún tenía enrollado entre mis dedos la servilleta que me hizo llegar Min Woo a través de la camarera.
Rápidamente la solté y fue a parar a mis pies, en donde la observé con temor.
Las palabras, llevarás el vestido blanco que te compré, eran las únicas visibles ya que el papel se dobló.
Cuando alcé la vista para ver si Giulio había leído algo de eso, me sobresalté al notar que sus ojos estaban fijos en mis muslos descubiertos, y que no estaba disimulando la lujuria que cruzó su mirada.
Me ruboricé y traté de bajar la escasa tela para cubrirme las piernas pero no servía de nada.
Giulio se dio cuenta de lo que hacía y carraspeó su garganta.
-¿Entonces? ¿Es admirador o no? -su acento parecía un concentrado fuerte y abrumador para mis oídos. Lo vi relamerse los labios.
-No es un admirador -dije, Min Woo es un jodido acosador.
-Si estás segura...
Asentí y continué viendo a través de la ventana, ignorando la forma en la que Giulio estaba comiéndome con la vista. Me hacía sentir incómoda.
Mientras mis pensamientos se dirigían al caos que era pensar en Min Woo, mi celular sonó, avisándome que tenía un nuevo mensaje de texto:
« Recuerda que hoy en la noche hay reunión familiar en casa de tu tía. Llevo amuletos de la buena suerte porque los necesitaremos. Besos. Mamá »
Iba a responder cuando otro mensaje llegó aproximadamente dos segundos después.
« PD: Un hombre extremadamente guapo vino a pedirme que le leyera la mano. Lo invité la cena de esta noche, tal vez a tu padre le den celos y lo haga pagar por todos los años que robó de mi juventud y que me separaron de mi verdadera alma gemela... cruza los dedos por mí, linda ;D »
Rechiné los dientes. Había olvidado las famosas cenas familiares que hacíamos una vez al mes.
Estaba tan cansada de fingir que me divertía jugando a la casita feliz ante la tía Charlotte o el tío Victor. Ellos eran aburridos y estaban cegados por lo que creían de Marie, su hija perfecta. Incluso cuando ella les dijo que era una ninfómana sin remedio, ellos me culparon, alegando que yo la había obligado a decir todo lo que dijo aquel día cuando la amenacé con un arma de burbujas.
De pronto me entraron ganas de llorar.
Me merecía una fiesta de lágrimas y autocompasión. Primero, porque estaba sin Donghae, luego viene el acosador de Min Woo, también está Marie y su completa hipocresía conmigo. Estaba harta.
Sin darme cuenta comencé a sollozar mientras mis ojos seguían fijos hacia nada en concreto.
Quería empaquetar a esos tres en un solo combo y mandarlos lejos, tal vez a Madagascar.
-¿Estás bien, ________? -Giulio me tomó de los hombros al notar que la que hacía ruidos de foca era yo. Me giró para que lo viera a la cara.
Sollocé aun más fuerte. Tenía tantas ganas de llorar que, me parecía imposible no hacerlo.
-¿_________? -se podía oír la preocupación en su voz.
Yo no podía dejar de llorar y de hipar como si estuviera padeciendo algún tipo de dolor físico. Estaba haciendo el ridículo pero por alguna razón no podía parar.
Giulio me tomó de la cintura y llevó un brazo bajo mis rodillas, levantándome con facilidad y poniéndome sobre su regazo.
Metió mi cabeza en su cuello y comenzó a dar besitos en mi nuca mientras yo me deshacía en lágrimas que terminaron empapando su camiseta.
Lo escuché murmurar algo al taxista y después sentí su cálido aliento susurrándome palabras en italiano.
Me recuperé lo suficiente como notar que el taxi se había detenido y que ahora estábamos esperando a que el semáforo cambiara a verde.
Me retiré del cuello de Giulio y me limpié las lágrimas derramadas. Rápidamente noté que una de sus manos estaba acariciando desde mi rodilla, subiendo hasta mi muslo, y entrando por unos centímetros bajo mi falda. Me erguí rápidamente.
-Giulio yo... -iba a decirle que no se llevara una idea equivocada de mí, y que por favor quitara sus manos de mi cuerpo, pero él puso uno de sus dedos en mi boca y me obligó a callar.
-Tienes una piel tan suave y cremosa, provoca tocarla todo el día -susurró con una voz caliente, sedosa e hipnótica; se remojó los labios con la punta de la lengua.
Mi boca se abrió ante sus palabras, no sabía muy bien qué iba a decirle pero sí sabía que tenía que bajarme de sus piernas y aclararle la situación.
-Mira, no sé qué te haya dicho Laura de mí, pero... -Giulio me sujetó de la barbilla y acercó mi rostro al suyo. Como si fuera una escena en cámara lenta, pude ver cuando él sacó su lengua y lamió mi labio inferior.
Intenté echarme para atrás pero me retuvo sin ningún problema, y terminó por pegar sus labios con los míos. Su mano seguía subiendo por mi muslo pero rápidamente la tomé y la detuve de subir más arriba. Su boca intentó separar la mía para darle entrada a su lengua, pero no cedí. Esto se sentía tan mal y equivocado.
Pronto escuché al taxista murmurar algo, pero un movimiento brusco lo detuvo.
El taxi comenzó a moverse y repentinamente alguien estaba abriendo la puerta del lado en donde Giulio se encontraba.
Lo único que sentí fue un jalón increíblemente fuerte. Pensé que me iban a arrancar la mano.
Un minuto atrás yo estaba sentada en las piernas de Giulio, besándolo en el interior del taxi. Y ahora estaba afuera, con los pies en el suelo, en medio de una calle llena de autos que esperaban a que el semáforo cambiara.
Todo sucedió tan rápido que me mareé y perdí el control de los altísimos zapatos que llevaba. Mis rodillas tocaron el pavimento.
-¿Entonces sí eres tú, ______? -escuché que preguntaron.
Ese mismo alguien me impulsó hacia arriba, a su lado.
Lo primero que vi fue... Bueno, no lo vi, lo olí. Y era tan delicioso que se me hizo agua la boca.
-¿Quién es este imbécil al que estabas besando? -exigió la misma voz de antes.
Yo continuaba desorientada y al borde de vomitar todo lo que comí en la mañana.
No podía ser. No podía ser él.
Me estaba acosando, sin duda.
-¿Disculpa? -Giulio salió del taxi hecho una furia.
Los autos detrás de nosotros comenzaron a sonar sus bocinas.
-Donghae... -tartamudeé-. No es lo que tú crees...
-¿No es lo que yo creo? -respondió él, enojado. La vena de su cuello parecía que iba a explotar en cualquier segundo. No entendía qué era lo que hacía aquí.
-¿Qué haces aquí de todos modos? -le pregunté, tratando de alejar su mano de la mía. Él sólo la apretó más fuerte para que no huyera de su lado.
-¿Que qué hago aquí? -gritó-. Venía hablando con Key en el auto -señaló a un Key tímido que trataba de estacionar su camioneta blanca en la acera para que los demás autos pudieran pasar-, de repente me dice que mire la escena que está haciendo la pareja metida en el taxi, ¿y qué descubro? Que la chica, a la que prácticamente están desnudando en la vía pública, eres tú. Ahora explícame quién es este imbécil para que no tenga que partirle la cara a un completo desconocido sino a uno cuyo nombre sé.
-¿Quién es él, ________? -Giulio se paró a mi lado para enfrentar a Donghae.
-Yo, soy el novio de ______, semejante pedazo de mierd...
-¡Donghae! Baja tu tono y suéltame. Deja pasar a los demás -chillé.
Los conductores no dejaban de gritarnos groserías y de enseñarnos su tercer dedo, todo porque nosotros ocupábamos la mitad de la calle.
-¿Por qué lo estabas besando? -Donghae ignoró lo que le dije-. Y eso que me dijiste hace unos días que no estabas saliendo con nadie. ¿Él es nadie?
-Oye, maleducado -dijo Giulio-, la señorita está conmigo. Ahora suéltala.
-Oh, vaya. ¡Hasta italiano nos salió el hombre! Explícame una cosa: ¿quién te dio el derecho de besar así a mi mujer?
Abrí mucho los ojos y volví a resbalarme en el suelo gracias a los zapatos.
-¿Tú mujer? -Giulio gritaba ahora-. Figlio di puttana!
Eso no se escuchó para nada bueno.
Tragué saliva y me puse de pie lentamente.
-¿Me acabas de llamar hijo de puta? Oh no, no lo hiciste. -Donghae se preparaba para lanzar un golpe pero me puse frente a él. ¡Este era el hijastro de Laura al que
quería golpear! Si le pasaba algo a su bello rostro seguro y me echaban la culpa a mí. ¡Ella era capaz de despedirme!
-¡Donghae, detente!
-¿Por qué, siquiera, sales con este idiota, ______? -me preguntó él a mí.
-Apenas lo acabo de conocer -por alguna razón quería justificarme ante Donghae. Pero fue un error haberle dicho aquellas palabras; su mandíbula se apretó y su respiración se aceleró de un momento a otro.
-¿Acabas de conocerlo y dejas que te... repase en el asiento trasero de un taxi? ¡Ni siquiera tiene vehículo propio!
-¡Yo no dejé que me repasara! -grité enojada-, de todas formas, ¿por qué te importa lo que yo haga o deje de hacer? No eres nada mío y definitivamente yo no soy tuya.
Giulio rió en voz alta.
Yo lo fulminé con la mirada y me fui a parar frente a él.
-Tampoco soy nada de ti. No sé qué te dijo Laura, pero yo no soy ninguna clase de acompañante sexual o dama de noche. Ella me pidió que te mostrara la ciudad porque se supone que no la conocías; nada más. No tenías por qué haberme besado o sobrepasarte de la manera en que lo hiciste. Y si ustedes dos ya terminaron de pelear como dos perros que necesitan marcar su territorio, yo me largo de aquí.
Comencé a caminar pero era obvio que no iban a dejarme en paz; Donghae se apresuró a tomarme del brazo e intentó meterme en el coche de Key.
-Tú te vienes conmigo -gruñó él- con esa falda cardiaca puedes provocar demasiados accidentes de tránsito.
Me arrastró unos cuantos pasos antes de que me zafara de su agarre.
-No quiero irme contigo. Si nos disculpas, Giulio y yo tenemos un lugar al que ir.
Seee, yo era obstinada.
Estaba por tomar la mano de Giulio, cuando Donghae me tomó de la cintura, y un segundo después ya me tenía subida a su hombro derecho.
-Cuando yo digo algo, quiero que obedezcas.
-Baja a la señorita -dijo Giulio de forma calmada.
Donghae se dio la vuelta para enfrentarlo cara a cara.
Sentí sus músculos tensarse y, de repente, me bajó al suelo en donde me tambaleé.
-¡¿Le estabas viendo el trasero a mi novia?! -gruñó él, como animal salvaje.
-No hay ley que me diga que no puedo hacerlo -fue la simple respuesta de Giulio. Oh, a él le encantaba provocarlo-. Además, tiene uno muy bonito, y por lo que pude tocar... también suave.
¿Es que acaso Giulio quería morir?
¿Y por qué Donghae se ponía celoso si, en resumen de lo que me dijo en su departamento, él ya no quiere tener nada conmigo?
-Tal vez tú no lo sepas -le respondió él a Giulio, su voz sonaba calmada y pausada- pero hay una razón por la que soy tan posesivo con ella, y es porque lleva a mi hijo en su vientre.
Ay no, comenzábamos de nuevo con eso.
-¿Por qué será que no te creo? -dijo Giulio cruzándose de brazos.
-Que me creas o no, no es mi problema -y diciendo eso, Donghae me agarró de la cintura, y en vez de llevarme en su hombro, me cargo en brazos hacia el vehículo de Key. Dejando a Giulio atrás.
-¡Ve directo al hotel! -le grité. Si él se perdía iba a ser mi culpa.
Él sonrió de lado.
-Sea donde sea que él te lleve -respondió Giulio- te seguiré.
Donghae detuvo su paso y lo fulminó con la mirada.
-Mira, cabrón, si te atreves a volver a mirar así a mi novia, voy a tener que mandar tus pelotas de vuelta a Italia. Ni siquiera se te ocurra hablarle por el resto de lo que te quede de vida, o vuelves a casa estéril.
Giulio no volvió a discutir con él.
~ ~ ~ ~ ~
-¿Me vas a bajar ya? -pregunté por enésima vez.
Donghae suspiró y le subió el volumen a la canción de 30 Seconds to Mars que Key tenía en modo de repetición.
-No.
Para confirmar sus palabras, empujó mi espalda contra su pecho, lo hacía como si intentara fusionar nuestros cuerpos.
Me puse nerviosa y miré disimuladamente a Key que continuaba ignorándonos desde que Donghae me subió a su camioneta.
-Dejé a Giulio solo. Mi jefa me va a despedir.
-No si la denuncio primero. ¿Qué clase de jefa te obliga a besuquearte con un desconocido?
Ahora era mi turno de exhalar con fuerza.
-Ella no me obligó a besarlo. Lo hice voluntariamente.
-______, por favor no sigas diciendo cosas como esa. Me duelen.
Key silbó parte de la canción e intentó mirar a todas partes menos a nosotros. Él manejaba hacia una dirección que yo no conocía. Las casas de esa zona eran realmente grandes y lujosas.
Me removí en mi lugar (que era en las piernas de Donghae) y sentí cómo él se tensaba debido al movimiento.
Llevábamos quince minutos de camino, pero en ningún momento me quiso bajar de su regazo.
Yo, por mi parte, estaba furiosa.
-Me parece perfecto que te duelan -dije de mal humor-. A mí me dolió cuando me corriste de tu casa. O cuando dejaste muy en claro que no querías nada conmigo. O cuando no supe nada de ti durante semanas, o cuando...
-Está bien. Soy un idiota. Anda, dilo.
-Eres un idiota -dijimos Key y yo al mismo tiempo.
Le sonreí con simpatía al guapo amigo de Donghae.
-Key, si no estuvieras con Rita, tú y yo podríamos perfectamente salir -dije hablando totalmente en serio.
Key se tensó.
Donghae se tensó.
Yo sonreí.
-¿Hablas en serio? -dijo Donghae-, ¿no quieres regresar conmigo?
-No, Donghae. No quiero regresar contigo.
-Bien. Key, detén el auto. Dejemos que _______ se baje en la próxima cuadra.
-¿Qué? ¿Estás seguro? -preguntó Key.
Torcí la mandíbula y me tragué mi orgullo. Donghae de nuevo volvía a correrme de otro lugar.
Perfecto... si eso era lo que quería, bien.
-Déjame aquí -ordené.
Key maniobró el vehículo para poder acercarse hacia la acera de la calle.
Cuando se detuvo, Donghae abrió la puerta y me bajó con cuidado de su regazo, colocándome en el asiento de la par.
-Toma un taxi. Te doy el dinero -comenzó a meter la mano en su bolsillo, pero lo detuve.
-No lo quiero.
Me bajé del vehículo y, una vez de pie, alisé las arrugas de mi falda.
-Donghae, no creo que deberíamos dejarla... -empezó a decir Key.
Él alzó un dedo y Key cerró la boca.
-Voy a estar bien -quise tranquilizarlo. Pero la realidad era que quería echarme a llorar y golpear repetidamente la cara de Donghae.
Era un tonto.
¿Y la peor parte? Estaba demasiado enamorada de él.
-Aun así yo creo...
-Vamos a llegar tarde -dijo Donghae.
Cerró la puerta del auto y esperó a que Key se pusiera en marcha.
Con la mirada traté de decirle que estaba bien. Que no importaba, que no me estaba destruyendo por dentro aunque la realidad fuera otra.
Después de unos minutos él asintió con la cabeza, y comencé a ver cómo se marchaban sin mí.
Cuando ya no pude verlos en la distancia, el terror me invadió por completo.
¡Un Burro!
Eso era Donghae: un asno bastardo, insensible, descuidado.
¡Me dejó sola en medio de una calle que no conocía! Ni siquiera pude decirle sobre lo que Min Woo estaba haciendo, que seguramente él andaba por ahí libre, tal vez siguiéndome en estos momentos; y yo aquí, en mi falda ultra corta y con zapatos en los que apenas podía caminar.
Tragué el nudo de mi garganta y me obligué a dar unos dolorosos pasos más para intentar ubicarme y encontrar algún medio de transporte.
Si hubiera sabido que Donghae me dejaría botada, me habría asegurado de quedarme con Giulio, a pesar de que me pareció completamente inapropiado lo que hizo. Pero era mejor que esto.
De verdad que comenzaba a odiar a Donghae.
Si se quería asegurar de que me apartara de él, pues no se hubiera preocupado tanto, porque de mi parte, yo no volvería a acercármele jamás.
Maldito arrogante.
Mientras caminaba, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Algo andaba mal, eso, o ya empezaba a sentirme paranoica en cuanto a Min Woo.
Casi no había gente caminando por la calle. La mayoría pasaba en su propio vehículo con vidrios polarizados y a máxima velocidad.
Giulio dijo que me seguiría, puede que no le haya tenido miedo a la absurda amenaza de Donghae y ahora venía, como todo príncipe azul, a mi rescate.
Iba a buscar mi teléfono para hablarle a quien sea que pudiera venir a recogerme, cuando me fijé que no tenía conmigo mi celular. Ni siquiera tenía mi cartera. Lo que a su vez significaba que no tenía nada de dinero.
¿Dónde pude haberla dejado? ¿En el taxi?
Ahora sí que el terror se instaló en mi cuerpo. Pero había varias soluciones para mi problema, podía pedir un taxi, ir a casa de mamá y suplicarle que me lo pague.
Sí, eso haría. Después me pondría a llorar por la pérdida de mi teléfono.
Estaba a punto de doblar en una esquina, cuando gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo.
Parecía como si la naturaleza estuviera conspirando en mi contra. Solo faltaba la música de fondo para acompañarme en mi melancólico viaje... o que Marie se apareciera flotando en el aire, con una cola y dos cuernos, diciéndome que me va a torturar. Esa sería la cereza del postre.
Me dieron escalofríos de solo imaginarme que tendría que verla esta noche.
Líbranos del mal, Señor. O mejor, líbranos de Marie, porque ella era capaz de hacer mi vida un infierno si la dejaba hacerlo.
Como la lluvia continuó aún más fuerte, me refugié bajo el alero de una tienda que vendía ropa para bebés, desde la vitrina se podían ver varios trajecitos, uno de ellos se parecía al que Key me había regalado cuando pensó que estaba embarazada.
"Si piensas que soy lindo, deberías ver a mi mamá".
En medio de todo este caos, sonreí para mis adentros.
Los truenos no tardaron en aparecer y temblé ligeramente ante la perspectiva de quedarme por más tiempo sola y abandonada como un perro callejero.
Cuando pensaba en tener que caminar bajo la lluvia, un Audi Q3 de color gris se detuvo en la acera frente a mí. Sonó la bocina tres veces y luego bajó la ventanilla.
Mi corazón se aceleró al ver de quién se trataba.
-______, sube aquí, rápido -habló Donghae, tuvo que gritarlo porque apenas y se podía escuchar en medio de la tormenta.
En primer lugar: arma un show de celos con Giulio, y en segundo, me deja botada en medio de un sitio completamente desconocido para mí.
La sangre de mis venas se sobrecalentó.
Me crucé de brazos y decidí ignorarlo.
Ya sé que debería dejar de ser orgullosa y subirme al estúpido auto pero, no podía. Lo odiaba en estos momentos. Las razones salían sobrando.
-¡Te vas a congelar! ¡Sube ahora! -volvió a gritar.
Le di la espalda y comencé a caminar bajo la lluvia.
Escuché la puerta del auto ser abierta y cerrada con rapidez.
A los segundos, una mano estaba tomándome del brazo y me hizo detenerme.
-Entra al auto conmigo -exigió él.
Ni siquiera protesté, el agua ya se estaba colando en mi ropa interior y probablemente estaría discutiendo con Donghae todo el día, así que lo dejé guiarme hacia el vehículo.
Él se aseguró de meterme en el interior, y no se preocupó de que mojara sus asientos, porque estos estaban tapizados en cuero.
Lo vi dar la vuelta para subir al lado del conductor, y se metió con facilidad.
No le dije nada. No quería hablarle.
Él, por su parte, se quedó con las manos puestas en el volante, viendo hacia el frente, sin poner en marcha el vehículo.
-Lo siento, _____ -dijo después de varios segundos en silencio.
-¿Por qué lo sientes? ¿Por ponerte verde de los celos con Giulio? ¿Por bajarme del auto de Key para dejarme botada en medio de un lugar que no conozco para nada? ¿Por ser un completo idiota con cara de foca?
-Lo siento por todo -suspiró audiblemente. Pronto puso el coche en movimiento y nos llevó hacia la carretera, siguiendo la misma calle por la que lo vi perderse con Key hace unos minutos atrás.
-¿Por qué viniste por mí? -pregunté curiosa-. ¿Y de quién es este coche? ¿Cómo hiciste para venir a buscarme en tan corto tiempo?
Él me miró de lado y luego encendió la radio.
La suave y cremosa voz de una mujer comenzó a envolver el aire dentro del vehículo.
-Este es el bebé de Key, lo usa para eventos especiales. Tuve que prometer que le donaría un riñón a cambio de prestármelo -respondió con calma-. Fui un cobarde y un hijo de puta por dejarte sin compañía, con esa falda -miró la falda en cuestión- bajo la lluvia y con esas hermosas lágrimas que querías detener de tus ojos. Pero es que me puse celoso por el comentario que hiciste de Key. ¿De verdad desearías salir con él y no conmigo?
Me encogí de hombros.
-Sé con seguridad que él nunca me dejaría con un psicópata suelto.
-¿Qué?
-Mira, olvida lo que dije. Ahora entiendo. Me costó darme cuenta pero ahora lo sé.
-¿De qué hablas? -me preguntó.
-Hablo de que por fin entendí que me debo apartar de ti. Me lo estuviste diciendo tantas veces pero hasta hoy logro reaccionar. Prometí no volver a buscarte así que espero de ti la misma cortesía.
Donghae estacionó repentinamente frente a una casa que parecía mansión. Tenía cientos y cientos de metros con césped del mejor cuidado.
-______, por favor... perdóname. De todo lo que he echado a perder en mi vida, lo nuestro es lo único a lo que le veo salvación. Regresé por ti porque sé que soy un idiota, y no te tuve que dejar en ningún momento sola. Te quiero demasiado como para no sentir la necesidad de protegerte. ¿Qué quieres que haga para que entiendas que por ti haría lo que sea?
Sopesé sus palabras.
¿Se fue porque estaba celoso de Key?
Suspiré de manera dolorosa.
Él dijo que me vio a punto de llorar, ¿y aún así me abandonó a mi suerte?
-Dime algo, por favor. Dime que me odias, dime que soy un idiota perdedor, pero por favor dime lo que sea.
Tragué saliva antes de responder.
-Ya no tiene caso que te sigas disculpando, Donghae. Solo... -me callé para evitar soltar un quejido- solo llévame a casa. No tengo ánimos de seguir con esto.
-Primero entremos a casa de Key -señaló hacia la mansión en donde nos detuvimos-. Para que te seques y tal vez la hermana de él tenga ropa que te quede y pueda prestarte. Luego te llevo a donde quieras.
Asentí porque no quería discutir con él.
Entramos con el auto hacia el interior de la casa, alguien nos abrió el portón para dejarnos pasar, y pronto Donghae estacionó frente a la enorme y moderna mansión.
No había otra palabra para describirla. Era... lujosa.
-¿Por qué Key toca en una banda si perfectamente puede comprarse una? -pregunté anonadada.
-Porque quiere triunfar por sus propios medios. Lo entiendo.
Volví a dirigir mis ojos hacia el espectacular diseño del lugar; era increíble.
-Entremos -dijo Donghae.
Salimos del coche sin decir una palabra más; corrimos bajo la lluvia para refugiarnos en el interior, y Donghae me abrió la puerta principal.
Lo primero que veías al entrar, era un juego de escaleras de... ¿vidrio? Sí, vidrio, empotradas en la pared. Los suelos eran de madera, y varias alfombras con colores cálidos y diseños intrincados le daban vida al lugar; por lo general este tipo de casas eran frías e impersonales, pero todo aquí gritaba acogedor y bien decorado.
Habían fotos en blanco y negro de Key con toda su familia. Eran tomas perfectas y bien enfocadas.
-¿Te gusta? -me susurró Donghae. Noté que él no dejaba de verme de pies a cabeza.
Me hubiera sonrojado si no recordara que estaba enojada con él.
Fue cierto todo lo que le dije en ese vehículo. No lo iba a molestar jamás.
Y en caso de querer algo conmigo, iba a tener que ser él quien me buscara a mí, no al revés.
Ya nada volvería a ser como antes. Jamás.
Asentí con la cabeza. Él no dijo nada y se limitó a guiarme por la escalera de vidrio, subí emocionada por lo que iba a encontrarme más arriba. Me condujo hacia una sala familiar con vista a una terraza, y de allí nos trasladamos a un amplio pasillo en donde pasamos unas tres puertas hasta que nos detuvimos en la última y la abrió para mí.
-¿Esta es toda la casa? -no pude evitar preguntar.
-No. Son dos alas, esta es la primera, aquí duermen Key y sus hermanos. En la otra sus padres.
Wow.
-Puedes cambiarte aquí -dijo él dándome paso hacia la habitación.
Era enorme, así como todo el lugar, lujoso y minimalista. Una cama ocupaba la mayoría del espacio, y un ventanal, de piso a techo, estaba ubicado casi a la par.
-Dame tu ropa, la llevaré a secar.
-¿Qué? ¿Quieres que me la quite frente a ti? -respondí sarcásticamente. Como mis zapatos me estaban aniquilando, me quité uno y después el otro.
Donghae no dejó de verme en todo ese tiempo. Me acerqué a la ventana, esperando a que se marchara y me permitiera cambiarme en paz.
-Nena, no voy a ningún lado -dijo con voz ronca. Me giré para verlo justo cuando se quitaba su camisa empapada. Me quedé sin aliento-. Además, creo que has estado exhibiéndote toda la mañana con esa cosa que te pusiste.
Se refería a mi falda.
Bajé la vista para verme. La tela ya se había pegado a mi piel, revelando el contorno de mi ropa interior con encaje; hasta mi blusa de color blanco ya parecía una segunda piel, el chaleco me tapaba lo necesario pero de ahí era poco lo que se dejaba a la imaginación. Fue un verdadero milagro el que Min Woo no me haya seguido porque me vería en serios problemas.
-No quiero que te la vuelvas a poner -me exigió.
Inhalé bruscamente, indignada.
-Pues te aviso que no tienes ningún derecho sobre mí. Los perdiste todos hace mucho tiempo.
-¿Sabes cómo te miraba ese imbécil con mal acento italiano? Te miraba como si le pertenecieras a él. Y aún no me explicas por qué lo besaste. No me gustó para nada.
Resoplé.
-¿Eres bipolar? Dímelo ahora porque te juro que no te entiendo -me quejé-, primero actúas todo posesivo conmigo, después me tratas con frialdad, ¿y ahora vuelves a ponerte celoso y a querer darme órdenes? Tengo una sola palabra para ti: JO-DE-TE.
Después de decirle eso me sentí tan atrevida que, sin importar que él todavía estuviera ahí, me quité el chaleco de mezclilla, luego la blusa y la lancé contra el suelo, quedándome en mi sujetador color beige.
Donghae recorrió cada trozo, cada poro de mi piel.
Se pasó la mano por el cabello, se lo jaló y por último dio un grito exasperado.
-La única razón por la que te pedí bajarte del auto fue porque no soportaba verte congeniando con Key. Odio, repito, ODIO verte con otro hombre que no sea yo. ¿Si soy posesivo? Me importa un carajo si lo soy o no. Te pertenezco, ______. Creo que no has captado lo mucho que te deseo desde que te conocí. Deseo morder cada pulgada de tu cuerpo, hacerte mía y tenerte en lo más profundo de mi ser. Me vuelves loco. Quiero golpear al idiota malnacido que besó los labios que sólo yo tengo permitido besar... pero trato tan fuerte de contenerme que, simplemente no sé por cuánto tiempo más voy a aguantar. Ahora, lo que más deseo en medio de este descontrolado mundo, es darte un beso que no te deje respirar y darle buen uso a esa cama detrás de ti.
Tragué saliva.
Volví a tragar con fuerzas.
Me relamí los labios y finalmente dije:
-Entonces hazlo. Te estoy dando mi autorización para que lo hagas. Llévame a la cama, Donghae.

Prohibido enamorarse de Lee Donghae(terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora