Cap.8

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Respóndeme

**5 meses, dos semanas atrás...**

«Te necesito aquí, ¡Pronto!»

Revisé el mensaje de texto que Marie me había enviado hace diez minutos atrás.
Caminaba lo más de prisa que podía mientras dejaba que todo tipo de escenarios trágicos se reprodujeran en mi mente.
Mi prima jamás me había necesitado con esa urgencia; lo que significaba que algo realmente grave estaba sucediendo.
Una vez que divisé el lugar en el que ella me indicó que estaría, aumenté mi velocidad y me introduje en el pequeño local de concreto y cristal, siendo recibida por una ola de aire frio con olor a medicamentos farmacéuticos.
Pasé la vista por los diferentes estantes cargados de medicinas y pañales para adultos, y en el fondo, cerca del área de bebidas, encontré la mata de pelo naranja que esperaba por mí.
Marie me reconoció y me agitó su mano de forma enérgica para que me reuniera con ella.
- ¿Qué sucede? ¿Cuál es la emergencia? -dije con la respiración entrecortada y con mi cabello marrón pegándose a los costados de mi cuello y nuca.
-Sucede eso -dijo señalando hacia un anciano canoso que cobraba en la única caja registradora de la farmacia. No miraba nada de especial más que el nombre Rex grabado en el rectángulo de su gafete.
- ¿Qué con él? -pregunté.
- ¡Que él conoce a mi mamá! Le va a decir en cuanto vea que llevo estos -extendió la palma de su mano y me mostró un paquete de condones con sabor a Mango Travieso.
Levanté una ceja y me pregunté vagamente para qué alguien quería poner sabor a un preservativo.
- ¿Por qué llevas esos? ¿Sam va a venir esta noche, acaso?
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.
-Es que su cumpleaños se acerca y quería regalarle estos, como una broma. Ya sabes, para que los usara conmigo, además le regalé un pequeño folleto del Kamasutra, solo quise poner en práctica algunas de las posiciones.
Arrugué la nariz y traté de ignorar a la señora a nuestro lado haciendo una mueca y viéndonos como si fuéramos dos pervertidas.
-No necesitaba esa imagen mental -le dije a Marie-, ¿para qué me pediste que viniera entonces?
-Para que tú los pagaras por mí. Él no te conoce...
- ¿Solo para eso salí de mi trabajo, que ni tiempo tuve de cambiarme? -chillé. Ella fijó su vista por primera vez en mi vestuario.
Mi jefe era un puerco que nos hacía usar extraños uniformes y camisetas que tenían deletreada la palabra "cariño" justo en la zona del escote. La razón por la que no renunciaba era porque mi familia ocupaba el dinero gracias a que papá lo invirtió todo en un negocio de autos chatarra, y mamá continuó con la locura de querer convertirse en psíquica. Antes de eso, ella probó incursionar en diferentes trabajos, desde estilista de perros hasta podadora oficial de césped. Apostaba mi cuero cabelludo a que ella iba a renunciar en una semana como máximo y luego probaría suerte haciendo otra excéntrica y loca cosa para distraer su ociosa mente en reciente estado de menopausia. Lo mismo ocurría con papá.
- ¿Y por qué no compras en otro lado? -sugerí. Cualquier persona con medio cerebro hubiera hecho ese acto lógico.
- ¡No puedo! Recuerda que el único otro lugar está cerca del trabajo de mamá y ella me mataría si de casualidad me mira y se entera de que la que creía era su hija puritana y de virtud intacta, anda comprando estos instrumentos pecaminosos.
Resoplé. Sospechaba que simplemente Marie no quería mover un solo dedo.
-Dámelos y acabemos con esto -le dije extendiendo mi mano para que me pasara la pequeña caja color amarillenta.
-Gracias, prima querida -sonrió y me la entregó-. Oh, espera. Es que aún no me decido si quiero esos o los de Mora Seductora.
-Esta gente necesita pensar en nombres más originales -murmuré con cansancio-, ¿por qué no llevas los dos?
- ¿Los dos? ¿No crees que sería un exceso?
Enarqué una ceja y esperé pacientemente a que me pasara la segunda caja.
-Está bien, serán los dos.
Terminé con tres paquetes gracias a que Marie encontró una promoción de tres por el precio de uno. Finalmente salimos de la farmacia, yo iba cargando la bolsa de papel en la que iban metidos.
-Por cierto, ¿a que no adivinarás con quien me encontré hoy? -preguntó ella riendo como si fuera una colegiala.
- ¿A quién?
-A Min Woo...
- ¿Qué? Ay no.
-Sip. Me dio su número de teléfono para que te lo pasara a ti.
-No quiero hablar con él. Fue lo suficientemente malo tener que verlo en la graduación mientras me miraba con ojos de perrito triste.
- ¿Qué fue lo que le dijiste al final de cuentas?
-Bueno... -recordaba haberle dicho que no quería que sus manos con olor a pescado volvieran a tocarme; o que había que bajarle el volumen a sus labios. No podía tener un beso normal con él porque siempre acababa de una sola manera: con la barbilla humedecida en saliva, y con la falda de mi vestido levantada hasta la cintura. Era exasperante.
-Él es un buen chico. Deberías darle otra oportunidad; así no pasarías sola tanto tiempo. Además, recuerda que el karma es una perra, y en cualquier momento puede devolverte el golpe. ¿Sabes qué deberías hacer? Pedirle a tu mamá uno de esos amuletos de la buena suerte, o algún amuleto para atraer el amor a tu vida.
-No creo en el karma o para el caso en amuletos.
-Son fantásticos. Compré dos la semana pasada e inmediatamente sentí una conexión con...
- ¿Con quién? Pensé que ya tenías a Sam, no ocupas sentir conexiones con nadie más, ¿o sí?
-Por supuesto. Sentí una conexión con el amuleto, tonta.
-En ese caso, deberías cargar tus compras -le dije empujando a su lado la bolsa de papel marrón- ya que tú eres la suertuda. Probablemente a mí se me caigan enfrente de una multitud y no queremos que eso pase.
Ella chilló y los empujó de nuevo por debajo de mi brazo.
- ¡____, no me hagas esto! Sabes que si alguien revela lo que hay dentro... moriré de la vergüenza!
-Ay, solo dices que es goma de mascar y listo. -Volví a pasarle la bolsa pero ella se movió con rapidez hacia adelante, esquivándome.
-Sé que estoy usando un amuleto de la buena suerte -levantó el pequeño collar de piedras redondas que estaba rodeado con plumas de colores-, pero no quiero tentar al destino.
Me reí y seguí caminando detrás de ella.
Lo cierto era que mamá me había enviado esta mañana una serie de amuletos para encontrar el amor.
Cargaba uno de ellos en el bolsillo de mis pantalones, el día casi acababa y dudaba seriamente que dichos objetos fueran efectivos.
-Ya te dije lo que creo de los amuletos, son puras baratijas falsas.
-Sabes _____, nadie insulta los amuletos y sale vivo para contarlo, el amor golpeará a tu puerta cuando menos te lo esperes y es ahí cuando el karma se va a cobrar lo que hiciste con Min Woo -respondió Marie en son de burla.
-Entonces que me lance su mejor golpe. Estoy lista -dije rodando los ojos.
Y así sin más, sentí cómo mi cabeza chocaba contra algo que me provocó un dolor agudo que me lanzó al suelo. Fue un golpe duro que me hizo delirar y comenzar a dudar acerca del karma. Antes de caer a la inconsciencia me pregunté si esta era la forma en el que el amor tocaría a mi puerta para vengarse por mis burlas.
La oscuridad no tardó en aparecer.
Abrí los ojos levemente, me sentía desorientada y todo me daba vueltas.
Inmediatamente noté a un par de ojos verdes que se clavaban en los míos. Era fascinante verlo.
No podía apartar mis ojos grises de los suyos. Él me miraba como a una rara atracción de circo, como el acto de la mujer barbuda a la que no sabías si estar maravillado o asqueado pensando en la cantidad de pelaje que crecía por sus mejillas y axilas gracias a la ayuda de esteroides.
Toqué con mis dedos mi rostro. Nop. Ningún rastro de barba que yo sepa.
Entonces, ¿por qué me miraba tanto?
A mi lado, mi prima Marie se estaba riendo y señalándome con el dedo.
Busqué a mi alrededor, preguntándome por qué había un circulo de gente rodeándome.
No fue sino hasta que el atractivo chico de ojos verdes me tendiera una mano, que me di cuenta que estaba tirada en el suelo...

Prohibido enamorarse de Lee Donghae(terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora