Capítulo IX

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Sergio no bajo a desayunar.
Charles se dijo que no había motivo para preocuparse, pues ya era mayorcito y no tenía por que ser su sombra.

Charles se sentó y se sirvió unos uevos revueltos. Su padre estaba leyendo el periódico y su madre estaba hablando por teléfono. Charles bostezo y se puso a mirar el correo intentando olvidar la cantidad de cartas que tenía sin leer en Nueva York.

Un par de invitaciones para fiestas y una postal de su amigo Carlos que estaba de viaje por Nepal.
Charles abrió un sobre color marfil con su abrecartas de plata y vio un folio impreso en el que leyó:

Eres el futuro rey de Mónaco.
Algun día, tus hijos gobernaran este país.
No insultes a tus súbditos casándote con un extranjero.
Sobre todo, con un extranjero de clase baja como Sergio Pérez.

Charles sintió que el estómago le daba un vuelco de rabia ¿Quién se atrevía a insultar a Sergio así? Apartó la cafetera de la llama que la mantenia caliente y puso encima la hoja de papel, que se retorcio y se convirtió en cenizas.

-¿Qué haces?-Le preguntó su madre.
-Esto no sorve.
-Haberle dicho aun sirviente que trajera una papelera.
Charles estaba acostumbrado a las envidias y los escándalos. Era lo que tenía ser miembro de la familia real. Mientras untaba mantequilla y mermelada en un panecillo, se olvido por completo de la nota.

••✦ ✿ ✦••

Sergio estaba en uno de los espaciosos despachos del palacio, leyendo sus notas y la información para la reunión. Tenía pensado llamar a todas las personas que iban a asistir para confirmar su llegada y recordarles el tema central de la reunión.

Había ido a Mónaco en viaje de negocios y no quería olvidarlo, así que se había puesto un traje. Había mirado a los empleados mirándolo de reojo por los pasillos. Sin duda, se estarían preguntando que hacía recorriendo Mónaco con su príncipe cuandos e suponía que había ido a organizar una reunión.

Sergio no sabía lo que estaría pasando, pero estaba dispuesto a demostrarles que estaban equivocados.

Bueno, lo cierto era que no estaban exactamente equivocados. Se apartó un mechón rebelde de pelo y suspiró. Había sucumbido a los encantos de Charles como muchas otras personas.

Probablemente, no habría podido hacer nada aunuque hubiera querido hacerle frente porque aquel hombre era demasiado, su energía, su espiritu, su amabilidad, su pasión, su calidez y....
"Tienes que trabajar" Se recordó a si mismo.

Consultó los números que tenía ante sí y se dispuso a marcar el primero, pero dudó. De repente recordó la manera en que Charles lo había mirado la noche anterior cuando estaba sentado en su magnífica cama.

El recuerdo hizo que se quedara sin aliento. Charles lo había mirado con los ojos muy abiertos y con...¿Amor?
Imposible.

Un inmenso calor se apoderó de él y Sergio se paso la mano por la nuca. Le costaba concentrarse en el trabajo porque no podía dejar de pensar en Charles.

NO podía olvidar sus manos acariciándole todo el cuerpo, sus besos o como le había hecho el amor, llevándolo hasta el éxtasis, la íntima conversación, sus sonrisas, sus caricias.

Claro que Charles siempre se mostraba cariñoso y entusiasta con todo el mundo, ya fuera persona o animal. Todo el mundo le caía bien. Sergio lo había visto incluso darle un abrazo a un olivo.

Al recordar ese detalle, sonrió encantado y sintió que el pecho se le llenaba de afecto hacia él. Llevaban trabajando juntos cerca de cinco añlos y su relación siempre había sido profesional, cordial y educada, pero de repente, todo había cambiado.

Un príncipe en la ciudad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora