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El día que le di mi teléfono a Minho fue un jueves, el viernes no lo ví por ningún lado, claramente no recibí ningún mensaje. El sábado pasó rápido gracias a que estuve ayudando todo el día en el hospital y el domingo a mediodía yo ya había perdido la esperanza de que Minho me mandara algún mensaje.

Entré por milésima vez a la app de mensajería como si no tuviera las notificaciones a máximo volúmen, quizá lo que dijo sobre que no usa su celular solo fue un pretexto para no darme su número, tal vez solo quiso ser amable y no rechazarme después del poco avance que hicimos con nuestra amistad.

Quizá solo me hice ilusiones estúpidas sobre tener una oportunidad con Hyung.

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A pesar de las constantes miradas que recibía cada que caminaba por los pasillos de la universidad, era una tarde tranquila, hasta cierto punto ya estaba acostumbrado a llamar la atención y escuchar constantes rumores sobre mí y mi vida, eso no era algo nuevo.

Sabía que mi aspecto llamaba la atención, era guapo y muchos decían que el misterio me hacía aún más deseable, sin embargo nadie se imaginaba que ese misterio no era “mi personalidad” o alguna forma de hacerme más deseable, en realidad el misterio también era para mí mismo.

No sabía ni siquiera mi edad con exactitud, mi vida había sido difícil desde mis primeros recuerdos, pero después de muchas batallas perdidas y malos aprendizajes logré tener la “tranquila vida de universidad” que tanto deseaba cuando era más pequeño.

Los primeros recuerdos que tengo de mi infancia son las constantes luchas por encontrar algo de comer e huir de todo aquel que intentara atraparme y hasta cierto punto era bastante fácil la vida de un gato, quizá mi forma de gato era peculiar porque no lucía exactamente como un gato común, pero sabía huir y lo peligrosas que eran las personas.

Los problemas empezaron en mi primer transformación, los gatos caben en cualquier lugar y llenar el estómago de un animal es mucho más fácil que el de un niño. Ser un animal callejero no era la mejor vida del mundo, pero ser un niño callejero si lo era, el peligro era constante. Una vez cometí el error de confiar en alguien que me ofreció un techo para pasar la noche y desde ese momento juré no volver a recibir comida de un desconocido.

Esa noche pusieron droga en mi comida, esa persona estaba involucrada en la trata de personas y había pensado que se ganó el premio mayor al encontrar un “niño bonito” en la calle que no parecía entender nada del mundo.

En ese entonces no era muy consciente de las diferencias entre los híbridos y los humanos, creo que ni siquiera podía imaginar que era diferente en mí y ciertamente no podía controlar las transformaciones, por lo que a veces duraba días en la forma de humano sufriendo por no caber en ningún lado ni encontrar qué comer.

Para mi buena o mala suerte, la droga hizo que me convirtiera y lograra escapar, pero a pesar de haber salido de ello el rumor de un niño híbrido sin dueño se divulgó por toda la ciudad y la caza de brujas comenzó.

Huir de los cerdos asquerosos era un deporte extremo y con el paso del tiempo mis habilidades fueron mejorando, no puedo decir que siempre me salí con la mía porque era mentira, pasé muchas dificultades sobre todo controlando las transformaciones, pero entre más cruel era la vida más sed de venganza tenía.

Después de un tiempo al dejar de ser un niño la caza se hizo más escasa, el estado comenzó a regular la trata sobre todo de híbridos y cada vez era más difícil encontrar alguno sin dueño. Incluso el estado intentó atraparme, pero mi habilidad me salvó de ese otro infierno.

Aprendí a meterme a casas a robar aprovechando mi tamaño animal y sobre todo mis habilidades felinas, solo robaba lo suficiente para alimentarme, dormía en mi forma animal en cualquier árbol o techo y tuve una vida tranquila mientras pasé mi adolescencia.

Mírame una vez más (Minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora