4. Nobody said it was easy

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Violeta

Ruslana me deja sola para ir al baño y no pasa ni un minuto hasta que oigo a Omar entrar con una botella de agua en la mano. Me sonríe, y justo cuando está a punto de sentarse a mi lado, la estática de nuestra radio le interrumpe.

- ¡Rus, nos vamos! - Golpeo un par de veces la puerta del baño donde está mi amiga cuando paso al lado y Omar y yo nos dirigimos hacia la ambulancia rápidamente.

- Joder, una no puede mi mear tranquila - No puedo evitar reírme cuando miro hacia atrás y veo a la pelirroja correr detrás de nosotros, aun abrochándose los pantalones.

Le cojo la delantera a Omar y me río - Venga, abuelos, que os quedáis atrás - Escucho la risa de Omar y, si me volviese a mirar atrás, sé que probablemente vería a Ruslana haciéndome un corte de manga. 

- ¿Con qué criterio me llamas tú a mí abuela, Hódar?

Soy la primera en alcanzar la ambulancia, seguida muy de cerca por Omar. Ambos nos subimos y nos abrochamos el cinturón. Mientras ella nos alcanza, ponemos la ubicación que nos mandan de la central en el navegador.

- Dios, no echo de menos hacer ejercicio - Se queja Ruslana, abrochándose el cinturón y encendiendo el motor. Ruslana interrumpe mi carcajada dando un acelerón y obligándome a agarrarme al asiento para no estamparme contra el salpicadero. Qué graciosa.

- Ups - Ríe.

Omar nos mira divertido, y con las luces y la sirena encendida, nos ponemos en marcha a toda velocidad. Ruslana conduce como una loca, lo cual es muy bueno para los pacientes, porque solemos llegar en tiempo récord, pero regular para mi estómago.

Recuerdo cómo, en uno de nuestros primeros turnos juntas, le pregunté a Ruslana por qué se había hecho técnico en emergencias. Con una sonrisa, se había bajado las gafas de sol para mirarme a los ojos; "pues para poder hacer conducción temeraria sin que la poli me empapele, obviamente"

Yo me había reído entonces, pensado que era una broma. Ya no estaba tan segura.

Por lo menos, a esta hora, apenas encontramos tráfico. Es lo único bueno de la madrugada. Intento enfocarme en el aviso.

Mujer, 28. Precipitada desde un primer piso. Está consciente, algo desorientada. No ha podido proporcionar una descripción clara de lo sucedido ni de la gravedad de sus heridas.

Trato de ordenar en mi cabeza todo lo que necesitaremos para la intervención al recordar la breve descripción que nos había dado la operadora del 112. Esta es una de las pocas veces que me alegra que Ruslana conduzca como una puta demente.

La causa más frecuente de este tipo de incidentes es el intento de suicidio, pero algo no encaja del todo. Si alguien quiere quitarse la vida, ¿por qué lanzarse desde un primer piso? Tal vez había sido un accidente.

La operadora nos confirma entonces que ha perdido contacto con la paciente. Nos informa de que ella no ha colgado, por lo que asume que ha perdido la conciencia. Escucho a mis compañeros maldecir por lo bajo.

No tengo mucho más tiempo para cavilar porque Ruslana frena súbitamente, apagando la sirena pero dejando las luces encendidas - Ya estamos, se supone que es aquí

Hemos parado frente a un bloque de pisos, pero no vemos a nadie desde donde estamos. La calle está particularmente oscura y me fijo en que varias farolas han dejado de funcionar. Omar se acerca a la radio para hablar con la operadora - ¿Podrías indicarnos en qué lado de la fachada estaba la ventana? Desde aquí no la vemos.

- No ha llegado a decirlo. Solo nos ha dicho que se ha caído y que no se puede mover. Intenté calmarla, pero no pudo decirme nada más. Lo siento, chicos. Lo único que tenemos es la ubicación que sacamos de su teléfono.

The Scientist | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora