11. Heads on a science apart

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Chiara

Con manos temblorosas, descuelgo el teléfono. Sin que pueda siquiera empezar a decir nada, la voz de Ruslana se escucha con claridad a través del móvil.

- Antes de que te de un infarto, Keeks, no le ha pasado nada a Violeta. Respira. - Obedezco a mi amiga y dejo salir el aire que no me había dado cuenta que estaba reteniendo.

- ¿Por qué me llamas entonces?

- Para ver cómo estás - Ruslana me habla con suavidad. Parece preocupada - ¿Has dormido algo?

Suspiro.

- Kiki... - Ruslana también deja escapar un suspiro, más sutil que el mío.

- Lo siento, Rus. Es que... me cuesta dormir - Hay silencio en el otro lado de la línea durante unos segundos. Supongo que Ruslana está pensando en qué decir.

- ¿Dónde estás? ¿Estás en casa? - Me sorprendo a mí misma al dudar entre si contarle la verdad. Por alguna razón, no quiero revelarle a Ruslana que he encontrado las cartas, ni mencionar el agridulce viaje de esta tarde.

Es como si contarlo a alguien más fuese a romper la magia y el sentimiento de cercanía que siento con la mujer que amo cada vez que leo una de las líneas que ella me escribió, o cuando me siento en un lugar que significó algo para mí, para nosotras.

- ¿Chiara?

- He salido a dar un paseo - Me aclaro la garganta - Para intentar despejarme un poco.

- Eso está bien - Ruslana suena insegura, y soy consciente de que está a años luz de su zona de confort. No sabe qué decir, ni qué hacer. Igualmente, yo le agradezco profundamente que, a pesar de todo, siga cuidándome.

También me he dado cuenta de que se siente muy culpable por lo que pasó. Aunque no lo demuestra tanto como Omar, que apenas puede mirarme a los ojos, lo veo en cómo observa a Violeta cada vez que pasa por la habitación y en las miradas furtivas que me echa cuando cree que no me doy cuenta.

De lo que ellos no se dan cuenta es de que no les culpo en absoluto. Igual que sé que Vio tampoco lo hace. Pienso en la chica que atendieron, y me pregunto cómo estará. Lo último que supe es que su operación había sido un éxito, pero poco más.

- Oye, Rus

- Dime

- La chica, Laura. ¿Sabes cómo está? - Juego con la manga de mi chaqueta y sujeto el teléfono con el hombro, expectante por la respuesta de mi amiga.

- Pues me han dicho que muy bien. Recuperándose - Casi puedo ver la sonrisa que sé que está esbozando ahora mismo - No le han quedado secuelas neurológicas.

Pronuncia la última frase con orgullo. Se siente orgullosa de su compañera, de su equipo, y yo también. Me consuela saber que al menos la chica saldrá adelante; tiene una segunda oportunidad de rehacer su vida.

Se me pasa por la cabeza que es injusto que esa chica esté bien mientras que Violeta sigue en la UCI y puede que no salga adelante por salvarla a ella. Se me encoge el estómago instantáneamente por haberlo siquiera pensado. ¿Qué clase de persona piensa algo así?

De pronto me entran unas ganas terribles de llorar. Tengo una necesidad irrefrenable de hablar con Violeta. Mirarla a los ojos, hablar con ella. Aclararlo todo. Saber que estará bien. Nuestra última conversación pesa más sobre mis hombros cada día que pasa.

- Kiki. ¿Estás bien?

- ¿Eh? Sí, sí - Me paso la mano libre por la cara y me froto los ojos con fuerza, como si eso fuese a borrar todos los pensamientos que desearía no haber tenido nunca.

The Scientist | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora