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El silencio que se instaló en el viaje era incómodo, ninguno sabía qué decir y solo optan por darse pequeñas miradas, miradas que sí coincidían se desviaban rápidamente.

Matías tenía su pantalón apretado en sus puños, y sus dedos de los pies se apretaban constantemente dentro de sus zapatos.

No estaba dispuesto a llevar un recorrido tan agobiante, no, él era más que eso, podía soportar las burlas de las personas, los maltratos de su padre.

Así que podría lidiar con un millonario que estaba haciendo su obra de caridad con él.

Sabía que el maldito estaba yendo más lento de lo normal, bueno no es que estuviera montado en ése maldito Ferrari cada rato, pero era de su total conocimiento que un Ferrari podía andar más rápido que a 50 k/h

— Cómo te llamás. — dijo el menor mientras lo miraba con pena.

— Enzo. — dijo mientras frenaba el auto en un semáforo que convenientemente estaba en rojo, al igual que todos los que habían pasado.

— Eso ya lo sé, Enzo qué. — dice Matías con impaciencia.

El mayor empezó a mirar hacia todos lados, necesitaba un apellido.

Milagrosamente vio una boutique de lencería femenina la cual tenía el nombre bastante grande de Vogrincic.

— Vogrincic. — dijo de una manera tan relajada que no parecía que estuviera buscando un apellido con desesperación hace unos segundos.

— Vogrin qué. —

— Vogrincic. —

— Te diré Enzo. El Votrinquit no lo entiendo. —

— No hay problema. — el semáforo se puso en verde y otra vez emprendió camino.

» Si comiste lo que querías. — preguntó el mayor mientras lo miraba.

— Oh sí, de hecho quiero darte las gracias, le pude gastar a mis amigos por primera vez y se sintió muy lindo, en algún momento de mi vida te lo devolveré. —

— No hay problema, eso no fue nada. —

— Igualmente. —

— Es lo más barato que le he dado a alguien. —

— Humildad Enzo, humildad. — dijo Matías mientras se reía.

El auto se detuvo frente a la casa del menor.

Matías miró por la ventana y vio a más de una persona asomada en la ventana al ver el carro.

» Quieres pasar. — preguntó el menor mientras abría la puerta del carro, solo era presionar un botón y esperar a que éste se deslice hacia arriba.

La invitación era más que todo porque Matías sabía que su casa se encontraba completamente vacía. Todos trabajaban y llegarían hasta ya muy entrada la noche.

— Sí, me gustaría. —

Ambos salieron y entraron a la casa.

Matías subió a su habitación y dejó todas sus pertenencias ahí.

Volvió a bajar y se dirigió a la cocina, siendo seguido por Enzo quien se sentó en las pequeñas sillas que acompañan la isla.

— Quieres agua o… — dijo el menor mientras miraba lo que había en la nevera. — Jugo de mora. —

— Agua está bien. —

Rápidamente el menor sirvió en un vaso de vidrio el líquido frío y se lo entregó al menor.

Ambos se sumergieron en una plática super relajante, todo mientras el menor cocinaba, pese a la insistencia de Enzo por ayudarlo este se negó.

Ahora Matías sabía que Enzo era Uruguayo, que tenía 32 años, que era amante del whisky, que no tenía hermanos y sus padres habían muerto en un trágico accidente, que era extremadamente millonario ya que tenía una cadena de hoteles y clubes alrededor del mundo junto a sus dos amigos.

Y Enzo sabía que Matías Recalt de 21 años, era gay, tenía dos hermanos un padre, que su madre había muerto el día que él nació, que ganó una beca en la universidad y que es el mejor en su área,

Dos horas después la comida estuvo lista y servida en tres respectivos platos y tapada por recipientes especiales para ello.

Matías volvió a ir arriba para poder cambiarse por el uniforme del trabajo.

Bajo con su mochila y sacó al hombre de su casa.

Enzo luego de enterarse que Matías tenía que ir a su trabajo insistió en llevarlo, el menor aceptó, la verdad es que estaba llegando tarde así que no se iba a negar.

El restaurante lujoso de Buenos Aires, era el lugar donde trabajaba Matías.

Lo dejo ahí y se despidió, no sin antes preguntar a qué horas salía para poder venir con él.

Y aunque Matías se negó Enzo hizo caso omiso a las réplicas del menor.

Y una vez Matías entró a su lugar de trabajo Enzo fue a su penthouse, donde lo recibieron sus amigos con enojo por haberse desaparecido todo el día sin dar explicación alguna.

Lo que ellos no sabían era que esa rutina se repetía de lunes a viernes, por un mes, ya que los sábados Enzo y Matías tenían salidas, donde el mayor se encargaba de comprarle múltiples regalos al menor.

Todo a escondidas ya que el señor Recal mataría a su hijo si anduviera en sus mariconadas.

Lástima que el señor no sabía quién era Enzo Vogrincic.

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Chaito
Mua ᕦ⁠(⁠ಠ⁠_⁠ಠ⁠)⁠ᕤ

Mi lindo demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora