VIII

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-- Mierda, mierda, mierda. -- Maldecía Enzo mientras caminaba por todo su penthouse, con el celular en la mano.

Resulta que quería impresionar en su salida con Matías, había contratado alrededor de unas 10 personas, para labores específicas; tres para hacer el aseo de todo el lugar, cuatro para hacer una decoración muy linda en la casa y otros tres, los cuales eran chefs profesionales, para hacer la cena.

Quería hacerle un ramo de 50 rosas al chico, pero se distrajo a último minuto y resultó que su pedido se había ido por 500 rosas rojas.

» Me llevo yo. - Estaba a nada de adoptar su celular contra el suelo, ya todos se habían ido y dejando todo en buenas condiciones, el problema era que no sabía dónde se metería esas 500 rosas.

Solo miraba como metían cajas tras caja de rosas y no sabía qué hacer.

Ahora se sentía mal por haber cortado tantas rosas, maldición si conociera a un ángel, podría pedirle un milagro y todo se solucionaría, pero no conocía a ninguno y sus poderes no eran muy favorables en ellos.

Tomó su celular y empezó a buscar como le habían enseñado, no lo juzguen, la última vez que estuvo en la tierra fue en el siglo XIX, no esperaba que todo hubiera avanzado tan rápido.

» Maldita cosa inútil, funciona. - sin poder evitarlo le dio varios golpes a su celular el cual le dio por timbrarse.

¿Por qué siempre los celulares se timbran en los momentos más importantes?

Hizo tres ramos de 50 rosas rojas, no habían quedado con el mejor aspecto, pero algo es algo, los otros dos se los daría a sus amigos y ellos ya verían qué hacer con eso.

150 rosas menos, faltan 350.

Hizo varios ramos, pequeños, y los puso como decoración de la casa, tenía jarrones vacíos, así que le tocó echarles agua y ponerlos en diferentes lugares.

Ahora solo le faltaban 100 rosas.

Y pese a su negativa, chasqueo sus dedos y de inmediato las rosas se marchitaron.

Las barrio y las metió en una bolsa negra, para luego tirarlas por el conducto de la basura.

Perfecto, ahora se sentía mal por desperdiciar rosas.

Sabía que la gente recurre hablar de él, de lo mal que era el diablo y como la gente se dejaba tentar por Satanás.

Pero él solo se encargaba de castigar a aquellos que se dejaban tentar, habían algunos que ni eran tentados. El trabajo era de los demonios, algunos que sí disfrutaban de tentar a las personas, pero que se podía hacer, luego de su caída como arcángel y la de los ángeles, se adaptaron a lo que les tocó.

Eso le pasaba por rebelde.

A las dos de la tarde salió del edificio, subiendo en su auto preferido, condujo directo a la universidad.

Al llegar vio a Behemoth fuera de la universidad.

[Okey esto ya es el colmo] pensó Enzo y estuvo demasiado tentado de estampar su carro contra el demonio.

Pero apenas llegó su amigo lo vio y no dudó ni un segundo en subirse al auto.

-- ¿Qué estás haciendo aquí? --

-- Te acuerdas del amigo de Matías. --

-- ¿Juani? --

-- No idiota, Francisco. --

-- Ah, sí, ¿qué con él? --

-- Sus padres acaban de morir y su hermana está muy mal en el hospital. --

Mi lindo demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora