08. we eat with aunt Eme

61 11 2
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En cierto sentido, es bueno saber que hay dioses griegos ahí fuera, porque asi Diana tenía a quien echarle la culpa cuando las cosas iban mal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En cierto sentido, es bueno saber que hay dioses griegos ahí fuera, porque asi Diana tenía a quien echarle la culpa cuando las cosas iban mal. Por ejemplo, si eres un mortal y estás huyendo de un autobús atacado por arpías monstruosas y fulminado por un rayo —y si encima está lloviendo—, es normal que lo atribuyas a tu mala suerte; pero si eres un mestizo, sabes que alguna criatura divina está intentando fastidiarte el día.

Así que allí estábamos, Percy, Annabeth, Grover y yo, caminando entre los bosques que hay en la orilla de New Jersey. El resplandor de New York teñía de amarillo el cielo a nuestras espaldas, y el hedor del Hudson nos anegaba la pituitaria.
Grover temblaba y balaba, con miedo en sus enormes ojos de cabra.

—Tres Benévolas —dijo con inquietud—. Y las tres de golpe.

La explosión del autobús aún resonaba en mis oídos. Pero Annabeth y yo seguíamos tirando de ambos chicos.

—¡Vamos! Cuanto más lejos lleguemos, mejor.— hablo Annabeth.

—Nuestro dinero estaba allí dentro —recordo Percy—. Y la comida y la ropa. Todo.

— Yo aun tengo mi mochila, no es mucho pero servirá.— digo sin dejar de mirar al frente.

—Bueno, a lo mejor si no hubieras decidido participar en la pelea... deberíamos agradecerle a Diana que fue lo suficientemente rápida para agarrar su mochila.

—¿Pero qué querías que hiciera? ¿Dejar que los mataran?

— Annabeth tiene razón Percy, no tienes que protegernos. Me las habría apañado.

—En rebanadas como el pan de sandwich —intervino Grover—, pero se las habría
apañado.

—Cierra el hocico, niño cabra —le espetó Annabeth.

Grover baló lastimeramente.

—Latitas… —se lamentó—. He perdido mi bolsa llena de estupendas latitas para mascar.

Atravesamos chapoteando terreno fangoso, a través de horribles árboles enroscados que olían a colada mohosa.
Solte un suspiro pensando en la conversación anterior, Percy tenía algo de razón aunque no me gustará admitirlo. Nos había salvado de una grande ahí.

ᴍᴀᴅ ᴡᴏᴍᴀɴ, pjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora