Capítulo 10: El regalo

752 89 0
                                    


Fortaleza Roja...

Eddard Stark se estaba preparando para dirigirse a sus aposentos cuando el Gran Maestre Pycelle le entregó un pergamino, diciéndole que un cuervo llegó de Invernalia esta mañana. Tuvo una expresión momentánea en su rostro cuando Petyr Baelish apareció frente a él.

"¿Buenas noticias? Quizás quieras compartirlas con tu esposa".

"¿A qué juego estás jugando, Meñique?" Pregunta Eddard, claramente de mal humor. "Mi esposa está en Invernalia".

"¿Es ella?" Los ojos verde grisáceo de Petyr brillaron divertidos, indicando a la Mano del Rey que lo siguiera.

Calle de la Seda...

Eddard lo siguió con cautela, preguntándose si ese día terminaría alguna vez. No le gustaban aquellas intrigas, pero empezaba a darse cuenta de que eran carne y hueso para un hombre como Meñique. Finalmente, Baelish frenó frente a un edificio destartalado, de tres pisos, con entramado de madera y cuyas ventanas brillaban con la luz de las lámparas en el crepúsculo. Los sonidos de la música y las risas estridentes flotaron sobre el agua. Junto a la puerta colgaba una ornamentada lámpara de aceite sujeta a una pesada cadena, con un globo de cristal rojo emplomado.

Petyr había llevado a Eddard a la entrada de su burdel en una de las calles más concurridas de la ciudad. "Pensé que estaría más segura aquí", explica. "Uno de varios establecimientos de este tipo que tengo."

Fue el insulto final. Eddard, no muy entusiasmado con la idea, hizo girar a Meñique y lo estrelló contra la pared, envolviendo con fuerza su mano alrededor de la garganta de Petyr. "Eres un hombre divertido, ¿eh?" dijo con fría furia mientras estrangula a Petyr. "Un hombre muy divertido."

"¡Ned!" Una voz urgente lo llama desde arriba.

Eddard mira hacia arriba y se da cuenta de que Catelyn lo mira desde una ventana; entonces, de repente, le llega el reconocimiento. Estaba irremediablemente confundido, pero soltó la garganta de Littlefinger y entró.

"Los Stark... temperamentos rápidos, mentes lentas".

Entraron, atravesando una sala común abarrotada donde una mujer gorda cantaba canciones obscenas mientras hermosas muchachas vestidas con camisones de lino y jirones de seda de colores se apretaban contra sus amantes y se balanceaban en sus regazos. Nadie le prestó a Ned la más mínima atención.

Dentro, Catelyn estaba esperando. Ella gritó al verlo, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza. "Temía que nunca vendrías", abrazó a Eddard. "Petyr me ha estado trayendo informes. Me contó de tus problemas con Arya y el joven príncipe. ¿Cómo están mis chicas?"

"Tanto de luto como lleno de ira", le dijo. "Cat, no entiendo. ¿Qué estás haciendo en Desembarco del Rey? ¿Qué ha pasado? Te han herido. Dioses. Esos son cortes profundos... un tajo de una espada o... ¿cómo pasó esto?" Eddard le preguntó a su esposa.

Catelyn sacó una daga de debajo de su capa y la colocó en su mano. "Tenemos pruebas. Tenemos la espada".

"Lo que Lord Tyrion dirá que le fue robado", sugiere Petyr. "El único hombre que podría decir lo contrario no tiene garganta, gracias al lobo de tu hijo".

"Petyr ha prometido ayudarnos a encontrar la verdad. Es como un hermano pequeño para mí. Nunca traicionaría mi confianza".

Esa no era una noticia que Eddard Stark agradeciera, pero era bastante cierto que necesitaban ayuda, y Littlefinger había sido casi un hermano para Cat una vez. No sería la primera vez que Ned se veía obligado a hacer causa común con un hombre al que despreciaba.

"Intentaré mantenerte con vida, por su bien. Es una tarea tonta, lo admito, pero nunca he podido negarle nada a tu esposa".

Catelyn se acercó a Petyr y le tomó las manos entre las suyas. "No olvidaré esto. Eres un verdadero amigo".

Juego de Tronos: Pruebas y tribulaciones del guardián del juramentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora