Inflexión

0 0 0
                                    

—¿Dónde estoy? —me pregunto dolorido.

—Abre los ojos, estás en el interior de tu alma.

La voz de Lu. Abro los ojos. Es cierto, estoy en la cabaña. Me toco la cabeza. Duele.

—Oye, ¿cómo he terminado aquí? No recuerdo nada después de derrotar a ese demonio.

—La esclava de mi hermano te ha dejado inconsciente. Rompiste el cascarón y perdiste el control, por eso no eres capaz de recordar.

—¿He roto el cascarón? ¿A qué te refieres?

—Tu cuerpo aún no está preparado para soportar tu verdadera energía.

—Creí que sería algo así como que había roto mis límites.

—¿Límites? —ríe burlándose de mí— ¿En serio piensas que siendo mi reencarnación los límites humanos te afectan? El único límite que tiene tu poder es la cantidad de oscuridad que tu alma esté dispuesta a aceptar. Avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia y la más importante de ellas: la soberbia. Esas son las emociones que alimentan la maldición que se te impuso al ser mi reencarnación. Eres el nuevo dios del caos y la oscuridad, portador de la muerte y rey de los demonios. Las artes sagradas que has aprendido solo son burdos intentos de imitación de las técnicas de las divinidades. Todo lo que has aprendido es basura. Pseudo magias de los mortales incomparables al verdadero poder. Acepta la oscuridad de tu alma. Desea ese poder. Tómalo y destruye.

—¿No crees que te estás pasando de la raya? Yo no deseo poder para provocar el caos y la extinción de la humanidad. He de seguir los valores que mi maestra me ha enseñado y hacerlos míos. Pretendo salvar a toda la gente que pueda, pero lo haré a mi manera como hice en el hostal donde nos quedamos.

—Intentas engañarte a ti mismo, ya veo. No es necesario, puedes dejar de hacerlo. No pretendes seguir los valores de tu maestra, quieres hacerlo por ti mismo. Repudias a la humanidad, pero la amas al mismo tiempo. Un planteamiento horrible. No obstante, no te culpo, es normal sentirse así habiendo sido criado entre ellos.

—No es así. No digas que me entiendes, no lo haces. Tú y yo no nos parecemos en nada.

—¿No te has dado cuenta aún? Tus acciones y tus palabras —se toma una pausa— no siguen la misma línea. Crees tener una ética correcta a los valores humanos, por lo que no dejas de preguntarte a ti mismo por qué esa humana a la que llamas maestra te regaña. Yo te responderé esa duda: su intento de moldearte para poder utilizarte se ve cada vez más frustrado por las emociones que guardas en tu interior.

—¿Estás formulando que haga lo que haga mi destino ya está marcado desde que nací?

—Exactamente —responde satisfecho.

—¡Tonterías! —doy un golpe en la mesa— ¡Haré lo que yo decida hacer! ¡¿Quién te consideras que eres para decirme lo que tengo que hacer?!

—Eso es, deja salir tu ira. Tu soberbia es maravillosa. Esas dos hicieron un buen trabajo.

Me muerdo el labio con fuerza y me vuelvo a sentar. Miro hacia el techo y cierro los ojos. La sangre de mi labio inferior fluye por mi barbilla. Una gota cae sobre mi mano y desaparece al instante. Abro los ojos sorprendido y miro a Lu buscando una respuesta.

—La sangre que veas aquí es tan solo una ilusión. Al igual que nuestros cuerpos y toda esta cabaña. Todo lo que observas es una representación física en el interior de tu alma. Aquí dentro todo es posible. —de la palma de su mano sale un pequeño sol— ¿Ves? En la realidad de haber hecho esto todo a nuestro alrededor habría sido destruido, sin embargo, aquí no ocurre nada.

El Dios del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora