Sueño

0 0 0
                                    

Poco a poco la oscuridad se desvanece y consigo ver un rastro de luz. No sé dónde estoy ni recuerdo con claridad lo que me ha ocurrido para llegar aquí. ¿Perdí la consciencia durante la batalla? Es la única explicación, puesto que lo último que puedo recordar es a ese semidiós.

Un agudo dolor azota mi cabeza y mi visión se torna borrosa por unos segundos. He conseguido recordar algo más: la voz de Lu. Él ha tomado mi cuerpo debido a mi debilidad. Aunque llegué a ese acuerdo con él para dejarle salir, no soy capaz de observar a través de su visión. Realmente me preocupa lo que es capaz de hacer sin mi vigilancia continua.

—¡Debes proteger a Auri y Celine a toda costa! —grito a viva voz.

Normalmente, un grito así me habría provocado dolor en la garganta, pero no he sentido nada. Lo más probable es que esté en el interior de mi alma, sin embargo, no soy capaz de modificarla a mi antojo como me enseñó Lu. Debo despertar cuanto antes y retomar el control. Al llegar a la luz, más que una estrella es una brecha en el espacio por la que entra el brillo del exterior. Si cruzando por aquí puedo salir, no puedo dudar. Meto la mano en la brecha y nada ocurre. Al sacarla de ahí ha desaparecido. ¿Mi mano ha sido borrada de esta dimensión y trasladada a la que hay al otro lado? Si es así, una vez que cruce no podré volver aquí. Me giro para observar la oscuridad tras mi espalda y aprieto mi puño izquierdo con fuerza, entrando en la brecha con determinación. La oscuridad se vuelve una luz cegadora.

Mi primer paso aterriza sobre parquet, haciendo sonar un débil chirrido. Mis ojos se adaptan rápidamente a la luz de donde me encuentro, pudiendo identificar en unos segundos dónde me ha llevado esa brecha: la mansión de mis padres adoptivos. Concretamente, he llegado al salón principal. Lleno de lujos muebles, candelabros, armaduras, escudos y armas legendarias de la antigua familia imperial. Aunque hay algo extraño, puesto que todo parece más nuevo de lo que recordaba. Los sillones están cubiertos por un cuero diferente del de hace un año y faltan trofeos en las estanterías. El de hace dos años no está, por ejemplo. Es realmente extraño, a menos que haya viajado también en el tiempo o algo así.

Intento tocar uno de los sillones, pero mi mano lo atraviesa. Mis ojos se abren de par en par debido a la sorpresa. Camino rápido hacia uno de los tantos espejos y me detengo delante. No me veo reflejado. Me miro a mí mismo para comprobar si soy traslúcido o semitransparente, pero soy completamente opaco. Tras ver que he recuperado mi mano derecha, me toco el antebrazo izquierdo: soy sólido. Lo único que puedo imaginar es que soy una especie de fantasma o alma en pena que vaga por el mundo de los mortales, pero no tiene sentido. Soy un Dios, así que no puedo morir. Entonces... Debo estar soñando o sufriendo alucinaciones dentro de mi alma. Es lo único que puede tener sentido, aunque sea surrealista. Pero ya nada me sorprende desde que empezó todo esto el año pasado.

Suspiro e intento sentarme habiendo olvidado que no puedo tocar los objetos. Caigo de culo atravesando por completo el sillón. Al parecer, lo único que no atravieso es el suelo. Sería un poco extraño que lo hiciera. Salgo del interior del sillón a gatas. ¿Qué ocurriría si golpeo el suelo con fuerza y lo rompo? Si caigo al centro del planeta podré resolver la duda sobre si estoy en el interior de mi alma o en un sueño. Golpeo con mi puño el suelo utilizando toda mi fuerza, sin embargo, no se mueve ni un milímetro. He encontrado la respuesta: estoy en el interior de mi alma. Tan solo he viajado de un lugar a otro, pero siempre dentro de mí mismo.

Intento abrir una brecha por mí mismo hacia la cabaña, sin éxito. Es frustrante, no obstante no hay nada que pueda hacer. Aunque quizá haya otra brecha por aquí que se haya generado por sí misma. Es hora de buscar. Cuando voy a atravesar la puerta para salir del salón, esta se abre de golpe atravesándome a mí. Dos personas pasan a través de mí: una mujer noble y una sirvienta. Giro rápidamente para verles y consigo reconocerlas. Mi madre adoptiva y la jefa de las sirvientas. La primera es una bella mujer de mediana edad, cabello pelirrojo, ojos verdes y tez blanca. Las pecas en su rostro han sido siempre su rasgo distintivo, además de su perfecta figura. Mi padre adoptivo me contó que ella cuenta con la sangre de la antigua familia imperial, sangre con ligeros toques del arcángel favorito de Celestial según la Iglesia. Se ha considerado a mi madre como la sucesora legítima del Imperio de refundarse, sin embargo, ella siempre ha rechazado tal oferta del líder del país y el Papa.

El Dios del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora