—¿Qué eres? —preguntó la mujer.
Eso fue lo que inició la caída de la felicidad de la niña.
* * *
Un grupo de tres personas había viajado desde su reino de origen hacia una nación diferente, de la cual provenía el único varón entre sus miembros. Sus integrantes habían disfrutado de una interesante aventura, la que los había llevado a recorrer bosques y ruinas jamás antes vistas en el pasado. Conocieron más de lo que la mayoría de habitantes de Exhekar siquiera pudiese imaginar y así satisficieron su propia curiosidad innata. Cruzaron ríos, interactuaron con la realeza, intercambiaron información con elementales y lucharon contra dragones y zombis.
Ya habían acabado su viaje y ahora estaban en busca de una nueva aventura, una más pacífica: la aventura de la vida. El chico quería llevar a su pueblo natal a una de sus dos compañeras y esta había aceptado la propuesta. Eran muy jóvenes para unirse en matrimonio, pero eso no desestimaba su amor sincero e inocente.
Juntos, los tres lograron su objetivo, finalmente estaban en el pueblo natal del pequeño. Este lo observó, con cierta curiosidad, y habló con sus padres.
«El muchacho ha cambiado.»
Un pensamiento recorrió las mentes de todos sus conocidos tras ver su actitud. Incluso sus compañeras habían notado la diferencia de comportamiento que tenía actualmente comparado con lo que mostró durante su viaje anterior.
Definitivamente había algo extraño en él, pero la joven enamorada no quiso ver aquello, negándose a cualquier sugerencia por parte de los presentes a su alrededor.
Sin embargo, esta forma nueva y extraña de actuar comenzó a incomodar cada vez más a las personas a su alrededor. Algo se sentía falso; sus emociones, sus palabras y acciones, todo parecía un juego. Era como si un ser maligno hubiese adquirido su forma y estuviese jugando con los demás cual obra de teatro.
«¿Cuánto tiempo pensarán que soy él?», parecía preguntar su repugnante sonrisa, la que buscaba lucir gentil, sin éxito.
No había inocencia en sus ojos. No había calor en sus palabras. Y definitivamente no existía la empatía en su vocabulario.
—Estoy bien. Él no ha cambiado —mencionó la chiquilla enamorada, ignorando la realidad.
¡Cuán fácil sería fingir que nada de esto estaba sucediendo!
Si su otra compañera viese que su amiga estaba realmente bien con este cambio de personalidad, entonces ella no interferiría en su relación. Sin embargo, era imposible desviar la mirada de aquellos ojos que expresaban dolor. Su pequeña amiga estaba sufriendo por esto; ese falso chico la estaba lastimando demasiado.
Y por eso actuó.
—¿Qué eres? —preguntó.
—¿A qué te refieres? —respondió aquel impostor—. Me conoces, sabes lo que soy.
Otras personas se unieron a la conversación. Todos aquellos quienes conocían al joven hablaron sobre su forma de actuar. Era extraña, distante y repugnante. No podían aceptarlo dentro de la comunidad, así como estaba. Debía cambiar, pero ya era tarde: todos sabían que él no era él.
Todos fueron castigados por su impertinencia. Rechazar a un ser que quiere volver a vivir no era un acto que quedase sin castigo. El mundo siempre lo había hecho a un lado, no permitiendo su interacción con los demás, no permitiéndole hablar con propiedad, ni siquiera llenar su soledad con verdaderos compañeros. Sin emociones reales, «eso» sabía que debía devolver la ofensa que estaban cometiendo sus supuestos conocidos.
Manos oscuras surgieron desde su cuerpo y atacaron a los miembros del pueblo, junto a su compañera. Los miembros eran intangibles a la hora de intentar bloquearlos, pero lograban hacer daño a los demás.
Muchos fueron heridos de gravedad, algunos incluso murieron con tal ataque. Y el poder de aquellas monstruosas manos se reveló: las Manos de la Muerte. Miembros capaces de manipular la muerte de los demás, no permitiéndoles morir. Existían muchas interpretaciones de esta habilidad, pero la que se manifestó frente a los heridos fue la resurrección de los muertos como seres sin alma, llenos de odio por aquellos quienes sobrevivieron.
En muy poco tiempo, el pueblo estaba siendo atacado por zombis, devorando a sus conocidos, sus amigos, parejas e incluso hijos.
La chiquilla enamorada vio todo esto y no pudo negar más la realidad. Tenía una idea de lo que estaba sucediendo, pero no poseía los medios para remediar todo esto. Sus opciones eran limitadas. Podía acabar con el cuerpo de su amado, cargando con el peso de su muerte por el resto de su extensa vida o podía intentar detenerlo a como diese lugar.
Siendo ella una pequeña inmadura a nivel mental y físico, solo pudo atreverse a tomar la segunda opción.
La jovencita enamorada luchó contra su compañero, aquel que le había prometido un nuevo hogar donde sería aceptada. Esta promesa nunca llegó a convertirse en una verdad y aquello le dolía demasiado.
Con lágrimas en sus ojos, la pequeña hizo todo lo posible para intentar detener a su amado. Sus palabras no llegaban a él, solo eran escuchadas y refutadas con sorna por parte del ser que lo manipulaba. Era una imagen que jamás olvidaría y siempre sentiría ese dolor mientras esta situación no cambiase para mejor.
Esa primera batalla acabó en una derrota para ella. Su habilidad no fue suficiente como para salvar a su amado y su voluntad no era tan fuerte como para hacerle daño. Salvando a tantos como pudo, la jovencita decidió retirarse del lugar y buscar ayuda entre sus conocidos.
Nada mejoró después de aquello. Dos de sus amigos y compañeros habían fallecido en un ataque inesperado causado por otra nación y los otros estaban dispersos en continentes diferentes.
Escuchando rumores en su camino, la pequeña se reunió junto a un grupo de fugitivos de un reino y se dirigió a otra región, esperando encontrar un modo de solucionar esta tragedia.
Trece años pasaron y la jovencita se sentía cada vez más desesperada. Le faltaba conocimiento, habilidad y muchas otras cualidades. Las personas que podrían ser de ayuda se encontraban escondidas en el mundo, solo pudiendo recibir apoyo de los amigos que le quedaban.
Cada año, ella volvía a la región controlada por el ser que le había quitado a su amado. Todos los años salía derrotada de ese lugar, con el corazón roto.
Siempre batallaba contra él, profesando memorias valiosas entre ellos dos, con la esperanza de ser escuchada finalmente por él, pero su estrategia no surtía efecto.
Aun así, antes de irse, con lágrimas en sus ojos y su alma torturada, ella exclamaba una última frase. Solo ella sabía si sus palabras estaban siendo dirigidas hacia el joven a quien deseaba ver una vez más o simplemente eran para reconfortarse a sí misma.
«Volveré, no importa cuántas veces sea. Estaré ahí para ti y me verás otra vez.»
—¡Definitivamente voy a salvarte!
ESTÁS LEYENDO
Exhekar Tales VI: El Asesino & El Aquelarre
FantasyLa historia de un asesino quien ha vivido toda su vida para cumplir los deseos de su organización. Tras verse envuelto en cierto encuentro que casi le quita la vida, comienza a reflexionar sobre su propia vida y el propósito de su existencia individ...