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Mina respiró profundo cuando entró a su habitación. Sus muñecas aún estaba adoloridas y tenía ganas de llorar.

Cuando terminó de ordenar sus cosas, se dio cuenta que todavía llevaba puesto el poleron de Chaeyoung.

¿Cómo se lo devolvería sin que Mingyu se diera cuenta?

— ¿Mina? — la llamaron desde la puerta.

Al ver que era Chaeyoung, se apresuró en arrastrarla hacia adentro y cerrar la puerta con seguro.

La pelinegra la miró confundida.

— ¿Está todo bien?

— Si, está todo bien. Estaba terminando de hacer mis maletas. Como verás, traje muchas cosas — rió.

Chaeyoung se mantuvo seria mientras inspeccionaba el lugar.

— ¿Segura que estás bien? — dijo tomando sus manos — ¿Dónde está Mingyu? ¿Te hizo algo?

Mina sintió miedo de que la más baja se diera cuenta del rojo de sus muñecas y se zafó con cuidado.

— N-no... no me hizo nada — respondió — está en su habitación, ya estamos por salir.

— Por favor, Mina. Dime si ese imbécil te hizo algo.

— No me hizo nada Chaeyoung... y ese "imbécil" del que hablas es mi novio por si no lo recordabas.

— Claro que lo recuerdo. — suspiró – sólo estaba preocupada...

— Estoy bien, Chaeng – la tranquilizó con una sonrisa — Gracias por todo.

— ¿Necesitas ayuda con esas maletas?

— Si, pero no puedes ayudarme... Mingyu puede molestarse.

— Uhm... entiendo. — le sonrió sin ganas — Le diré a Jungkook que te ayude con eso. Quédate aquí.

Mina la miró por unos segundos. Chaeyoung era un sol.

— ¡Ah! Casi lo olvido... ¡Tu polerón!

Iba a quitárselo pero la coreana la detuvo.

— Quédatelo. Todavía hace frío y me dijiste que no tienes más ropa abrigada...

Mina asintió y le sonrió en agradecimiento.

— Supongo que es la despedida... —apretó los labios — Adiós , Mina. Me gusto mucho pasar el tiempo contigo.

Le dio un beso en la mejilla y salió rápido de la habitación.














— ¿Es nuevo? — preguntó apuntando al polerón de la japonesa.

Mina ni siquiera había alcanzado a despedirse de toda la familia cuando Mingyu tocó la bocina del auto para que se apresurara.

Sin ánimos de enfadarlo más, se apresuró en salir y subirse al auto.

Llevaban dos horas en completo silencio. Mina jugaba en su celular en un intento de distraerse y olvidar lo ocurrido. Mingyu iba atento a la carretera mientras tarareaba la canción que sonaba en la radio.

— Si... es nuevo — dijo.

— No lo había visto antes, ¿cuándo lo compraste?

— Me lo dio Tzuyu — respondió intentando sonar segura — No lo use hasta ahora.

— Te queda lindo.

La japonesa no respondió y siguió jugando. Sana había tomado mucha ventaja en Pingüiti.

wonderwall | MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora