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sábado, 27 de junio de 2015

capitulo 18, 19 y 20



Fue extraordinariamente educado. Lali se preguntó por qué nunca era tan educado cuando hablaba con ella. Naturalmente, el tono que había empleado era más una orden que un ruego, pero aun así...
— ¿Qué puedo hacer por ustedes?

—Deseamos entrevistar a Mariana Esposito acerca de la Lista —dijo una voz extraña.

—Yo no conozco a Mariana Esposito —mintió Peter.

—Vive aquí. Según los datos que nos
constan, adquirió esta casa hace unas semanas.

—Se equivocan. Soy yo quien compró esta casa hace unas semanas. Mierda, deben de haber cometido un error al registrar la escritura. Tendré que subsanar ese problema.

— ¿No vive aquí Mariana Esposito?

—Ya le he dicho que no conozco a Mariana Esposito. Ahora, si no les importa, tengo que continuar lavando el coche.

—Pero...

—Tal vez debiera presentarme —dijo Peter en un tono repentinamente suave—. Soy el detective Lanzani, y esto es una propiedad privada. Están aquí sin permiso. ¿Hace falta que sigamos con esta conversación?

Era evidente que no. Lali permaneció inmóvil mientras oía varios motores arrancar y alejarse. Fue un milagro que los reporteros no la hubieran oído a ella y a Peter hablar en el interior del garaje; debían de estar hablando entre ellos. La verdad era que Peter y ella estaban tan enfrascados en la conversación que no oyeron llegar a los periodistas.

Aguardó a que Peter viniese a abrir la puerta del garaje. Pero no lo hizo. Oyó un chapoteo de agua y alguien que silbaba sin entonar.

Aquel tipejo estaba lavando su coche.

—Más vale que lo hagas como Dios manda —dijo apretando los dientes—. Si dejas que se seque el jabón, te arrancaré la piel a tiras.

Aguardó impotente, sin atreverse a chillar ni golpear la puerta por si todavía quedaba por allí algún reportero. Si alguno de ellos tenía medio cerebro, se habría imaginado que aunque Peter hubiera podido encajar dentro del Viper, de ninguna manera se habría gastado tanto dinero en comprarse un coche que tendría que conducir con las rodillas levantadas a la altura de las orejas. Los Viper no estaban pensados para tipos altos con pinta de jugador de defensa de fútbol. A él le iba mejor un todoterreno. Pensó en el Chevy rojo con tracción en las cuatro ruedas y empezó a hacer pucheros. Ella estuvo a punto de comprarse uno, antes de enamorarse del Viper.

No llevaba puesto el reloj, pero calculaba que había transcurrido más de una hora, más bien una hora y media, hasta que Peter abrió la puerta. El crepúsculo estaba cediendo paso a la noche y ya tenía la camiseta seca; todo ese tiempo había esperado con impaciencia a ser liberada.

—Te lo has tomado con mucha calma —masculló al salir del garaje.

—Bienvenida —replicó Peter—. He terminado de lavar tu coche, y luego le he dado cera y le he sacado brillo.

—Gracias. ¿Lo has hecho correctamente?

Corrió a ver el coche, pero no había luz suficiente para distinguir posibles churretones.

Peter no se ofendió por su falta de fe, sino que dijo:

— ¿Quieres hablarme de los reporteros?

—No. Quiero olvidarme de todo eso.

—No creo que puedas. Regresarán en cuanto comprueben los datos y descubran que yo soy el dueño de la casa de al lado, lo cual ocurrirá a primera hora de la mañana.

El hombre perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora