Tierra no se imaginó en un principio que algo así podría pasar. No podría haberlo hecho ni aunque hubiera albergado en su núcleo toda la desconfianza del universo hacia aquella especie que había crecido y se había desarrollado en su interior.
Por el contrario, de cierta forma él siempre había conservado una mínima esperanza de que ellos, de alguna u otra forma, terminasen por tomar conciencia del verdadero daño que le estaban haciendo a su hogar. O al menos el daño que le hacían las últimas generaciones de humanos que habían tenido la dicha (o no) de nacer y crecer en el único mundo madre que podía darles cobijo del cruel y vacío frío del espacio exterior.
Pero Tierra sabía que tampoco podía generalizar. Estaba consciente de que no toda la humanidad había contribuido a dañarla de forma consciente. Algunos, unos cuantos inclusive habían aprendido a tomar conciencia y ayudar a que otros también lo hicieran. Él se había sentido agradecido con eso, aunque al final no terminó sirviendo para nada.
Sin embargo, al menos la intención era lo que había contado. O al menos así lo había pensado Tierra, con toda la inocencia que había podido reunir.
Idiota. Había sido un completo idiota.
¿Por qué todo había decaído tan rápido? Para ellos en realidad había pasado mucho tiempo, más del que podían vivir sus cortas vidas, pero no para Tierra. Para él, mil años sólo era un ligero parpadeo que tenía el poder de desvanecerse con la misma rapidez de las estrellas que emitían su brillo hacia la inmensidad del cosmos.
Pero si era sincero, aún podía recordar todos esos momentos en los que las heridas no habían sido tan profundas, incluso los instantes en los que aún no tenía ninguna por su causa. Aunque de igual manera, para ese momento Tierra ya se había acostumbrado al sufrimiento.
El dolor ya era uno de sus compañeros más fieles. De todas formas no había modo de que pudiera negar lo contrario.
Ni siquiera sus amigos podían hacerlo.
—Por favor... —La voz de Luna volvió a oírse cansada mientras buscaba una respuesta que nadie, ningún planeta, ninguna otra luna y ni siquiera su estrella parecían tener—. ¿Realmente no hay nada que podamos hacer?
Nadie lo miró ni le contestó por unos segundos. Sólo fue así hasta que el gigante gaseoso dejó su silencio en el olvido una vez más.
—Ya lo sabes, Luna. Nunca hemos podido hacer demasiado —Júpiter dejó escapar otro suspiro de infinito cansancio—. Ni en el pasado —A pesar de todo, volvió a mirar al pequeño planeta que se abrazaba a sí mismo, solo. Tan cerca y tan distante a la vez—. Ni ahora.
Todo volvió a quedarse en un silencio ensordecedor luego de su declaración. Un silencio que pareció resonar como un eco en el vacío del espacio, llevando el dolor de aquel pequeño mundo por una vida que había dejado de existir otra vez. Mientras tanto, los demás sólo pudieron quedarse con una mirada decaída.
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En un lugar llamado Tierra [Solarballs]
أدب الهواةAquel pequeño planeta verde y azul había pasado por tanto sufrimiento en toda su larga existencia que ya le era difícil no sentirse acostumbrado a ello. Desde las penurias que sufrió su vida hasta la misma sensación desgastante de verlos desaparecer...