Capítulo 12. Quiero que me elijas

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La voz tenue de Enzo en la sala le despertó, quizá más bien había sido que no estaba del todo cómodo o que el alfa no estaba en el cuarto por lo cual no podía dormir bien, de cualquier forma la voz del alfa le hizo prestar atención, pese a estar algo adormilado.

Descuida, está bien, está durmiendo. Será mejor si se queda aquí por el momento, ya le expliqué las cosas, aunque está muy abrumado por todo. —Le decía a alguien por teléfono, aunque pronto dedujo que se trataba de Agustín, por la manera en la que le estaba diciendo las cosas, dudaba que fuera alguien más.

Le diré que te llame en cuanto despierte, si sucede algo también te llamaré. —Enzo suspiró un poco, parecía que caminaba de aquí para allá con el móvil. —Solo diles que estará acá unos días, después de todo es mi prometido, no tiene nada de raro.

Después de eso escuchó una suave risa y un poco de silencio.

Ya, ya... —Respondió el alfa nuevamente, a cualquier cosa que le estuviera diciendo Agustín. —Lo he entendido, fuerte y claro.

Poco después se despidió y colgó el móvil y él intentó volver a dormir, se acomodó con una almohada entre sus brazos y cerrando sus ojos, esperando que al menos esta vez pudiera conciliar el sueño. Debido a su celo y a las pocas energías que tenía, todas las emociones de la plática y descubrir todo eso, le provocó un cansancio enorme. Además, ya había llorado un par de veces y necesitaba reponerse, por lo que dormir fue lo mejor. Enzo le permitió recostarse en la cama, él se hubiera quedado en el sofá, pero el alfa insistió, por lo que ahora estaba ahí, tratando de conciliar el sueño nuevamente.

Su móvil estaba en silencio, cargándose en la mesita de noche y como había salido con ropa cómoda de la casa de Fran, no había tenido necesidad de cambiarse, así que solo se había quitado sus Vans y se había echado a la cama.

Estaba raramente tranquilo ahí, quería creer que se debía a que ahora estaba aliviado de saber las cosas, pero parte de él sabía que se debía al aroma del alfa que inundaba la cama y lo envolvía a él, como una manta cálida cuando se tiene mucho frío. Calmaba el frío de la incertidumbre que se había instalado en su corazón.

Tras aquella confesión abierta de Enzo, Matías se había quedado con el anillo que el alfa le había dado, ahora lo miraba en su dedo anular y lo analizaba como si fuera a darle respuestas, pero la piedra cristalina en forma de corazón no le daba muchas respuestas, más bien le daba afirmaciones, las mismas afirmaciones que Enzo le había dado cuando le ofreció ese anillo.

(...)

—Eres mi alma gemela, Mati. Quiero que estés seguro de eso. —Dijo Enzo con toda la sinceridad del mundo, le miraba de una manera tan especial, Matías podía encontrar esperanza y arrepentimiento en sus ojos, aún cuando parecía que Enzo no tenía la culpa más allá de ocultarle ciertas cosas por lo que creyó era su bien.

—La fiesta era especial, ¿sabes? Quería hacerlo frente a todos los conocidos de mis padres para que se callaran los rumores de lo que estaba sucediendo. Quería darte esto frente a todos. —Sacó entonces de su bolsillo una cajita de gamuza negra que tenía un broche dorado de donde podía abrirse.

Matías miró a Enzo por entre sus lágrimas y se limpió las mejillas con el dorso de su mano, obstinado al ver aquella cajita que sabía lo que contenía.

—¿De verdad crees que vas a comprarme con eso? —Le dijo, sin fuerzas para pelear, porque ya no sabía si lo que había creído era verdad o no, si lo que le decía Enzo era verdad o mentira.

—No, no te quiero comprar, Matías. Quiero que me elijas, que me permitas ser tu alfa, que me permitas seguir cortejándote de manera oficial, que me permitas quererte y estar en tu vida... No puedo prometerte alejarme de ti si me lo pides, porque estoy enganchado a ti, ahora ya no es la gravedad lo que me mantiene en el suelo, sino lo que siento por ti, lo que veo en ti. ¿A caso no sientes que se ha formado ya un lazo entre los dos?

Déjame Elegirte [Enzo x Matias]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora