Ideas de mercado

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"Cariño, esta mañana he quedado con Fernando, ese chico del bar del que te hablo siempre. Te diría que estaré para comer pero no me atrevo a intentar predecir nada, perdona. Ya te contaré cuando llegue, a lo mejor este viernes te tocará venir al bar" Alberto.

Fernando sonrió al escuchar esa carta,  consideraba un privilegio saber por adelantado que no le iban a dar plantón. El plan de ese día no era una cita sino algo mejor. Hacer del bar Lusitán, por una noche, el lugar perfecto para tener la mejor cita del mundo. Le veía mucho potencial al bar para eso, desde sus baldosas hasta el falso techo, que tenía guías de las que podía colgar cientos de bolitas luminiscentes. Tenía la cabeza llena de ideas y posibilidades, ahora solo le faltaba decirle a Alberto cómo tenía que ser todo.

EL lugar del encuentro lo había elegido Fernando, le costó mucho porque no tenía información de los lugares vetados por Alberto. Tomo la decisión apretando los dientes y cruzando los dedos. El miedo de que ese lugar no fuese la mejor de las opciones le corroía. Necesitaba a Alberto en su mayor disposición porque quería hablar de cosas grandes, soberbias. Tenerle incómodo haría que quizás no pudiese entender la magnitud e importancia de sus propuestas.

Estaba acostumbrado a que las personas las infravaloraran y entendía que las buenas ideas eran como el vino. Pueden entrar bien en cualquier momento, pero si llegaban cuando había una buena carne en la mesa, eran algo irrechazable. Nadie en su sano juicio despreciaría el puesto de platos preparados del mercado. Había macerado demasiado bien el lugar como para que pudiese ser un estorbo.

Llegaron casi al mismo tiempo. Alberto miraba todo el movimiento de los distintos turistas y compradores que se paseaban. Reaccionaba sin darse cuenta a los gritos de los dueños de los tendederos y miraba de reojo la porquería que se acumulaba en algunos de los rincones de los distintos chiringuitos. Fernando le pidió que le siguiera y empezó a esquivar gente mientras se metía hasta lo más profundo del mercado. Alberto agradeció haber dejado la pescadería atrás y se sorprendió mucho al ver que Fernando se detenía en una mesa muy estrecha, de una madera de conglomerado cutre que ya empezaba a mostrar sus vergüenzas.  Miro la carta y se dió cuenta de que era inútil. Fernando acababa de pedir por él una copa de vino y percebes. A saber cómo conseguiría comerse eso, tenía que intentarlo y que Fernando no se diese cuenta. Abuncio le había advertido que no provocase el modo de Fernando preocupado.

—¿Y bien? —Le preguntó Alberto —Cuéntame tu idea.

—Mira, he pensado que haremos una noche especial de citas, bueno, eso ya lo sabes, la cosa es que es importante que todo sea perfecto. La temperatura tiene que estar a 24 Cº.

—A esa temperatura la gente se queja.

[ruido de fondo: las mejores frutas están aquí]

Fernando omitió la observación y siguió con su discurso:

—Necesitamos que haya una orquesta de cámara, y está prohibido que toquen la canción del titanic, da mal fario. ¡Ah! y también prohibidísima la de can yufil delov tunaigt, esa no me gusta. Necesitaremos también que haya un contador de buenas vibras, es un contador que vaya aumentando por piropo y cada vez que una pareja llegue a un cupo se le puede dar un helado de menta. Los helados de menta siempre funcionan bien. Y de vez en cuando un trovador, hoy ya nadie contrata trovadores y es una auténtica pena.

[ruido de fondo: Señora, mire qué naranjas, sosténgala, ¡Ve!]

—Por lo que veo también vas a querer poner en la pared telas rojas... —Le estaba costando mucho comerse esa cosa que tenía delante en un cuenco.

—Sí, apunta eso también —continuó Fernando —en cuanto a la iluminación he pensado que poner leds que cambien de color pueden darle mucha fuerza a las bolas luminiscentes del techo. Pondría también una bola de esas de brillos

—Fernando, ¿cuando piensas en ese bar de citas piensas en todo eso que me estás contando?

[ruido de fondo: ¡fruta a buen precio!]

—Claro, ¿en qué voy a pensar si no?

—Te lo diré claramente, —Le respondió Alberto —me parece inviable todo lo que me estás proponiendo. Una orquesta no cabe en nuestro bar, no podemos comprar esas esferas para solo una noche, no tenemos tanto presupuesto. Si quieres podemos estudiar lo de la bola de brillos, eso puede dar mucho juego para el bar.

Un cubo de agua fría habría tenido un efecto mejor en Fernando. Dejó de mover las manos y las guardó entre las rodillas. La mirada se quedó atascada en una mancha de la mesa. Bajando mucho el volumen de voz dijo:

—Sería una pena que el mejor lugar del mundo no aparentase ser el mejor lugar del mundo.

[ruido de fondo: Las uvas son frescas aunque no se lo crean]

—Mira Fernando, me ha ayudado mucho escuchar tus propuestas, creo que empiezo a hacerme una idea de cómo preparar el evento. Invita a esa chica y habla a gente que conozcas sobre el evento este. Creo que va a ser una gran velada. Lo he decidido, será al estilo Lusitán, déjate sorprender.

—¿pero qué has pensado?

[ruido de fondo: la fruta también sirve para merendar]

—Ya lo verás, —le contestó con una sonrisa —Creo que haremos algo que nadie se espera. Tu concepto de cita es el espacio, el mío la complicidad. Dame una oportunidad para convencerte. Voy a conseguir que digas que lo mío es mejor.

Dicho esto se levantó, le dio las gracias a Fernando, se acercó a la del puesto de verduras y le dijo algo que Fernando no pudo oir. Tras hablar un rato recogió una manzana, la pagó. Tomó un papelito y escribió una cosa para luego dársela a la tendedera. Tras eso volvió con Fernando sonriendo.

A Fernando le dio un escalofrío y escucho la siguiente carta:

"El viernes, en el bar Lusitán a las 20.00 Quiero que durante un rato vendas flores centrándote sobretodo en ese chico de allí. Para más dudas escríbeme a este correo: ******@hotmail.com Te lo pagaremos bien. Si quieres ven con pareja para disfrutar de la velada." Alberto

Lo de una vendedora de rosas le pareció una buena idea, se fue más tranquilo aunque Alberto no se diese cuenta. El vino había estado exquisito y los percebes también.

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La historia de un barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora