OO2.

659 56 2
                                    

Yacía tirado en el suelo de la sala, la san**gre salía de su magullada nariz a borbotones. Se había negado a tener se***xo con Hoseok, el hijo de Han.

Permaneció intacto, cada fibra de su cuerpo gritaba do**lorido. Había recibido pa**lizas peores, pero no quitaba que no sintiera el mismo tipo de suplicio. Comenzaba a sentirse sofocado, papá le había pateado la espalda ocasionando que sus pulmones se quejaran al tratar de adquirir oxígeno. Más no fue capaz de guardarle rencor, era su familia y le amaba. Todo sucedía únicamente por querer su bienestar, tener que complacer a muchas personas a veces lograban hacerle perder los estribos.

Las mariposas que volaban cerca de la ventana captaban su atención. Desde pequeño soñó con ser una, tener la suerte de ser libre y volar por el cielo sin ninguna atadura. Disfrutar del fresco aire recorrer cada centímetro de sus alas.

— ¿Cuántas veces te debo repetir que no desobedezcas a tu padre? —El tono que utilizaba su madre era sosegado. Con movimientos suaves limpiaba cada herida de su rostro hinchado con agua tibia.

Ella nunca se opuso al da**ño, dándole a entender que era normal. Era su forma de amarle y se sentía bien, nunca se quejó al respecto. Las ca***ricias de papá jamás lucieron desagradables, no hasta hace unos años. El recuerdo de qué sucedió aquella noche perseveraba ilegible en su memoria, y aunque constantemente las pesadillas sobre el tema le circundaban, no lograba descifrar el enigma. Diminutos fragmentos de él sentado en una bañera, llorando descontroladamente como si sintiese dolor, con su madre lavándole en completo silencio y sin ninguna expresión en el rostro era todo lo que podía conseguir.

— Él quiere que me relacione con Hoseok —Murmuró a través de sollozos.

Tenía miedo, un solo hombre en su corta vida le había ensuciado, no podía asimilar que otro hiciera lo mismo.

— No tienes otra opción —Se encogió de hombros—. Ten por seguro que esta vez no tendrá compasión de ti. Es mejor que obedezcas.

— ¿Por qué lo hacen? —Preguntó de repente, buscando su mirada.

— ¿Qué cosa?

— ¿Por qué los padres to***can a sus hijos? ¿Por qué los gol**pean?

Su madre detuvo el ademán de su mano para limpiarle el labio y le observó inquebrantable.

— Ya hablamos de esto, Jimin.

Decidió dar las curaciones por finalizadas, alzándose para guardas los implementos de primeros auxilios. Siempre procuraba tener un botiquín con todo lo necesario y cerca, el pasa tiempo favorito de su esposo era golpear a Jimin.

— Lo sé mamá, pero no lo comprendo —Le siguió.

— ¡¿Y qué quieres que te diga?! —Se giró, sobresaltándole—. Tu padre y yo te amamos, es lo único que debes comprender —Cogió su rostro con sus cálidas manos—. Jamás haríamos algo para dañarte.

Sentía que algo no andaba bien, su corazón le advertía. Trataba de enfocarse en el lugar de sus padres, pero solo lograba confundirse más allá de lo apropiado. Si él fuera padre no permitiría que su hijo pasara por lo mismo. Los gol***pes son por el bienestar, le había dicho una vez su madre, pero lastiman, causan un enorme dolor.

Hace nueve meses había descubierto un lugar diferente, uno que no se asemejaba a la realidad que residía. En aquel sitio todo era distinto, la gente no se lastimaba y todos disfrutaban con regocijo. Gracias a eso comenzó a creer que ese albergue desconocido existía, pero muy lejos de allí, de su hogar. Cada que comenzaba a sentirse sofocado y con temor a los constantes tacto de papá, su mente se bloqueaba y sentía como su alma se desprendía, notando la paz y el alivio inminente.

«Si ese es el amor que se dan las personas, deseo jamás sentirlo»

— Bien, Jimin —Dijo papá, acomodando la cámara frente a él, buscando una mejor iluminación y ángulo—, ponte cómodo sobre el sillón.

Han y Hoseok habían regresado, esta vez Jimin no se negó. Estaba nervioso, avergonzado e incómodo al permanecer completamente des***nudo, expuesto al lente. Estar frente a tres pares de ojos que le devoraban con deseo no era de gran ayuda.

— Hoseok —Llamó Han—. Relájate y haz lo tuyo.

Jimin podía percibir el nerviosismo del chico, como dudaba en cada paso al acercarse, situándose detrás. Hoseok en ningún momento se atrevió a mirarle a los ojos, y de cierto modo, Jimin lo agradeció.

—Y... ¡Acción!

Con una presión suficiente, Hoseok ingresó en él desterrando de su garganta un rasgado ge***mido. Un verdadero mar***tirio y solo era capaz de soportarlo mordiendo su labio inferior, probando el sabor metálico de su sangre por la presión.

Los movimientos de Hoseok eran bruscos y precisos, obligándole a deshacerse en diminutos soll***ozos. Su vista comenzó a opacarse, sintiéndose mareado y nauseabundo. Conocía los síntomas, se daban cada vez que era presa del pánico.

Automáticamente su mente se bloqueó y fue testigo de cómo su alma se desprendía, transportándole a aquel sitio que se había vuelto su segundo hogar. Portaba un conjunto holgado, de tonalidad blanca como la nieve en la arista de las montañas y sedoso como el césped cosquilleando bajo las plantas de sus pies descalzos. El astro solar resplandecía en lo alto del cielo azulado, incentivando a los pájaros a cantar en una grata bienvenida.

Embozó una sonrisa y corrió, corrió sin ninguna atadura, corrió sin preocupación de por medio. El viento le acariciaba, tiñendo de un furioso carmesí sus mejillas, alborotando el dorado de su cabello. Amaba esa nueva sensación de despoje acrecentándose en el centro de su pecho, y aunque se trataba de felicidad en su máximo esplendor, no pudo reconocerla debido a la ignorancia, la burbuja que le mantenía prisionero.

Gritó hasta que la garganta le dolió, hasta que logró desposeer de su interior todo el estrés adquirido por el constante abuso. Se recostó sobre la fina y verdosa hiedra para contemplar las nubes y las diferentes figuras que adoptaban. Él deseaba permanecer en aquel lugar por la eternidad, no quería retornar y vivir más de lo mismo.

— Y... ¡Corten!

Su cuerpo cayó abruptamente sobre el sofá cuando la voz de su padre le trajo de vuelta. Observó a su alrededor desconcertado, exhausto y do***lorido.

— Estos chicos son una mina de oro —Dijo Han, la burla bailando sobre sus facciones desdeñosas. Se acercó a Jimin, alzándole el mentón con su dedo índice, obligándole a mirarle—. Esos hombres tienen razón, eres maravilloso.

Jimin se apartó antes de que la aspereza de los dedos gordos pudieran acariciar el costado de su mejilla, asqueado por su mirar osado y dege****nerado. Aborrecía con sus fuerzas cuando le llamaban maravilloso, provocaba recordara cuán usado y sucio estaba.

#1 CONTROL MENTAL ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora