OC2.

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El bosque frondoso danzaba sumiso ante el ritmo sosegado del viento, era un tarde agradable, totalmente paulatina. Los cálidos rayos del sol perdían su poder con el pasar de los minutos, escondiéndose tímido entre las montañas que le acogían a diario a la espera del ocaso; siempre luciéndose ante los maravillosos centelleos donde el horizonte se pinta de un pálido naranjo.

Frente al inminente ventanal se hallaba Jimin, contemplando cada detalle, rogando salir de aquel trance que le atormentaba y poder disfrutar del paisaje digno de una obra de arte. Fanales celestiales abiertos en desmesura, mas ningún tipo de emoción se reflejaba en ellos, yacían vacíos, carente de afecto. A su lado, Carla peinaba su cabello de oro como si de un muñeco se tratara, observando la rigidez en su faz inexpresiva de vez en cuando, deleitándose con la suavidad de aquella blanquecina piel y labios voluptuosos resecos.

La puerta principal trasmitió el característico clic al ser una llave introducida en la cerradura, otorgándole el paso a la impetuosa y bien vestida figura de Jeongguk; siempre portando prendas oscuras como el destello de su despeinada melena azabache. La suela de sus zapatos caros y pulcramente lustrados resonaron advirtiendo se acercaba hacia las presencias sentadas, circunspectamente haciéndose compañía. En su regazo sostenía una mediana caja marrón claro, depositándola en uno de los acolchados sillones para acercarse cauteloso a Jimin.

—¿Aún nada? —Jeongguk se arrodilló frente a él, descansando sus manos en las rodillas expuestas, estudiando cada señal de algún tipo de reacción. Pero su cuerpo parecía estar desolado.

—Desde ayer.

Levantándose de su lugar, Carla fue consiente de la imagen comprometedora ante sus ojos rencorosos, deseando borrar la sonrisa genuina en los labios de Jeongguk al contemplar tal belleza en el joven que ni siquiera ella y su inmenso egoísmo eran capaces de negar. Varias eran las atribuciones que Jeongguk se tomaba con un simple experimento, el cariño—por más que lo negase— era uno de ellos.

—¿Qué fue tan aterrador para dejarlo de esta manera?

—Presenció la mu***erte de un niño —contestó sin rodeo alguno, entre ambos aquellas situaciones dentro de la clínica eran usuales—. Mike trajo consigo a dos hermanos, obligando al mayor a atrav**esar al otro dentro de una caja.

—Crees que vuelva a hablar —posaron la vista en el aludido, tragando con dificultad al sentir la incomodidad palpable dentro de la estancia.

—Tendrá que hacerlo alguna vez.

—¿Y si no lo hace?

—¿Por qué tantas preguntas? —de pronto la curiosidad emergió, obligándole a fruncir el entrecejo.

—Nada...—encogiéndose se hombros intentó restarle gravedad a un tema que había comenzado por cuenta propia. Pero de todas maneras fracasaría, Jeongguk era experto en leer el lenguaje corporal, y lo supo en cuanto aquellos ocelos marrones le escanearon minuciosos.

—¿Tanto lo odias? —atacó—. ¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?

—¡Pero qué idioteces dices, Jeongguk!

—Da igual —despojándose de un tedioso suspiro, decidió no iniciar una discusión en torno a algo que realmente no valía la pena, al menos para él—. Aunque de todas formas deberías agradecerle, después de todo es gracias a él que tienes trabajo, de lo contrario aún estarías rogando por un puesto en esta misión.

—Te equivocas, nunca le he rogado nada a nadie, todo lo que he obtenido es gracias a mi profesionalismo.

—Andar de cama en cama, ¿a eso le llamas profesionalismo? —elevó las cejas, perspicaz como siempre—. Foll**arte a una directiva completa para ascender es lo mismo que rogar, cariño. Pero no te juzgo, cada quien se gana la vida como puede, algunos usan su mente y otros como tú... el cuerpo.

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⏰ Última actualización: Apr 30 ⏰

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#1 CONTROL MENTAL ✿ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora