CAPÍTULO 2

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Ahí estaba otra vez Alejandro. Idali se preguntaba si era así con todas las mujeres y no supo por qué razón, la sola idea le molestó.

−La respuesta es no, ¿Verdad? –él dijo, sonriendo.

Ella se desconcertó.

−¿Ahora lees mentes? –Idali enarcó una ceja.

−La tuya es tan cristalina. Por eso te han hecho daño.

Idali no pudo evitar emitir una risa amarga y después le dio un sorbo a su café, para disolver el nudo en la garganta que se le había formado, al descubrir el concepto que Alejandro tenía de ella. ¿Ser sincera y leal le había cobrado factura? Pues no podía cambiar. No quería hacerlo.

−Tal vez el hombre que busco, no sea de este mundo. –Declaró Idali, recargándose en la silla y se cruzó de brazos.

Alejandro conocía muy bien la reacción de la gente. Apostaría todo a que Idali estaba reprimiéndose con mucho esfuerzo, porque sólo quería llorar. ¿Por qué las mujeres inteligentes se enamoraban de los imbéciles?

−Observa a la gente, Idali, y somete a tu corazón que ha sido tu peor enemigo.

Se hizo un silencio. La camarera les trajo sus platos y Alejandro ya no pronunció palabra. Ambos comieron en silencio y sin cruzar una mirada. Cuando terminaron, Idali miró hacia la vitrina refrigerada de exhibición.

−¿Gustas algo más? –preguntó Alejandro, amablemente y llamó a la camarera.

−¿También sabes que soy una glotona? –Idali sonrió y miró a la joven− Un pedazo de pastel de doble chocolate, por favor.

Alejandro contempló profundamente a esa mujer que le encantaba. Pero por alguna razón que desconocía no se fijaba en él, y no sabía ya qué hacer para que pasara todo lo contrario.

−Como te he dicho anteriormente Idali, el asunto que me ha obligado a buscarte es muy serio. Dos muertes en tan sólo dos meses. El mismo modo de operar y mismo terreno.

−No es cierto. –dijo ella, antes de llevar un pedazo de pastel a su boca.

Idali estaba pasmada. ¿Mismo lugar de ejecución? El asesino debía ser un estúpido y quería ser atrapado.

−Sé lo que piensas, pero me temo que no será tan fácil. Es un lugar visitado por muchas personas, todos los días.

−¿De qué lugar estás hablando? –inquirió Idali, sintiendo mucha curiosidad.

Alejandro Moore se inclinó hacia ella y la miró fijamente.

−Han muerto dos bailarinas en el Ballys de Las Vegas. –Alejandro bebió de su café− La forma en la que mueren es muy extraña, Idali.

−Explícate. −ella estaba muy extrañada.

−La policía de esa jurisdicción no ha sido muy específica en los hechos. Es por eso que han pedido nuestro apoyo. Tampoco quieren que salga en los medios de comunicación, pues no es conveniente por lo pronto, causar pánico.

Idali dejó el tenedor suavemente. De pronto se le había quitado el hambre.

−Ya he hecho unos arreglos. —dijo él.

Ella notó como su pulso se aceleraba.

−¿De qué se trata?

−Serás bailarina, Idali. –Alejandro sacó dos boletos de su carpeta y se los mostró− Primera clase. Mañana nos vamos a Las Vegas.


Rick abrió los ojos y se encontró de nuevo en ese mundo solitario. Notó enseguida un dolor agudo que le aquejaba en todo su cuerpo y se miró los brazos. Tenían un color normal, aunque todavía podía sentir el ardor dentro de él, por haberse envuelto en fuego completamente. ¡Era increíble! ¿O lo había imaginado? Y en las dos ocasiones, le había sucedido precisamente antes de que pudiera llevar a cabo su objetivo. Después, ya no recordaba nada y era succionado por ese aro de luz que lo arrastraba sin poder evitarlo.

El Secreto de VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora