CAPÍTULO 16

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—Soy el detective Alejandro Moore. −guardó su mano− No tuve el gusto de conocerla el día en que...renunció.

Ella simuló un gesto de sorpresa.

—¿Y no me diga que viajó hasta aquí, para conocerme? –el tono de ella estaba impregnado de sorna.

—Le mentiría si le dijera que no. –Alejandro sonrió.

Idali se quedó perpleja ante esa respuesta, pero luego recobró la compostura y alzó la barbilla.

—¿Por qué?

Alejandro se quedó callado unos segundos, pensando que las fotos de Idali no le favorecían en nada. Ella era más hermosa en persona y estaba descubriendo que le estaba gustando a montones. Lo había presentido nada más al ver su foto en el muro de felicitaciones. Y por esa razón estaba ahí frente a ella, pero no se lo diría...todavía. Debería estar molesto por haber perdido la ética al llegar a Nueva York, pero ahora, al sumergirse en esa mirada, llegaba a la conclusión que le importaba un carajo.

—No es lo que supone. –declaró él, alzando levemente el rostro.

—Yo no estoy suponiendo nada. –Le aclaró ella y se cruzó de brazos.

—Leí su expediente, agente Yeomans.

—No me llame así. Recuerde que he renunciado. –Idali ladeó la cabeza.

A él le encantó la agilidad con la que ella ganaba en el juego de palabras, entretanto, Idali le sostenía la mirada y advertía como Alejandro comenzaba a negar y sonreía al mismo tiempo.

—Veo que le gusta la pintura. –Alejandro señaló los cuadros.

—Estoy inspeccionando, si acaso me gusta. –ella lo corrigió y regresó a ver el cuadro.

—¡Ah! perfecto.

Silencio.

—Mis padres viven por aquí. –Alejandro se inclinó y señaló con el índice.

—Está bromeando. –Idali regresó a verlo, muy asombrada.

—No. Es una pintura de Brixham. Un pueblo pesquero de Devon. Lugar de mi nacimiento.

—¿Hablas en serio?

Idali no podía creer tal coincidencia, pues precisamente ese cuadro era el que le había llamado poderosamente su atención.

—Perdón, lo he tuteando. –Idali se llevó la mano a la boca.

—Si, está bien. Yo también lo haré, Idali.

Cruzaron una mirada, pero luego Idali la desvió rápidamente al sentir que él pretendía analizar su interior. También caía en la cuenta que se había casado con un hombre del cual no conocía muchas cosas, como por ejemplo, que era de ascendencia inglesa al igual que Rick.

—Pensé que eras americano.

—No. −dijo Alejandro− Mis padres son ingleses, pero por una extraña razón que desconozco, mis abuelos me trajeron a América y me criaron con ellos en Minessota. Mi única hermana que es diez años mayor, permaneció con mis padres en ese pueblo.

Idali recordó a Sarah Moore a quien había conocido en el funeral... Inmediatamente cortó su pensamiento que le causaba dolor en su corazón.

—Pues ese lugar es realmente hermoso. –Idali miró otra vez la pintura.

Alejandro sonrió y le devolvió una mirada amable.

—Y cuando lo conozcas personalmente, te encantará el doble.

El Secreto de VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora