23. Mirada de Slytherin, corazón de Gryffindor

26 1 0
                                    


Odiaba la lluvia, especialmente cuando los días se volvían más cortos y las noches más oscuras. El frío y la humedad del exterior se abrían paso en su corazón y su mente, ensombreciendo aún más su estado de ánimo.

Sentada en el alféizar de una de las ventanas del segundo piso, Helewis contemplaba con la mirada perdida el constante repiquetear de las gruesas gotas contra el vidrio. El grueso libro de Historia de Hogwarts abierto en su regazo hacía rato que había quedado olvidado.

Márchate, Albus. Aléjate de mí. Aléjate antes de que sea tarde.

Inconscientemente arrugó la página con el escudo de Gryffindor, un león dorado sobre un fondo escarlata.

Había hecho lo correcto. Había hecho lo que tendría que haber hecho el primer día que lo conoció, alejarlo de ella, distanciarse de él. Todo con el único fin de protegerlo y de protegerse así misma. Por qué tener cerca a personas como Albus Potter era peligroso... Una clase de peligro que Helewis no sabía cómo lidiar.

Las nubes seguían sin reducir su color y voluminosidad y eso acentuaba su estado de ánimo aún más. Las tormentas siempre la habían identificado pues eran impredecibles, tristes y las cuales podrían marcar el inicio o el final de un mal o bonito día... Sin embargo, su lluvía junto a sus relámpagos y truenos señalaban el continúo de ese tiempo que no parecía nunca terminar.

En su mente no dejaba de rememorar los momentos que había pasado con Albus y en cómo unas pocas palabras habían crecido para convertirse en extensas oraciones, que finalmente habían llevado a esa situación.

Recordaba cómo la había mirado aquella noche. Recordaba sus últimas palabras y el modo en que el Slytherin había desaparecido entre la oscuridad, más allá de la puerta de la enfermería.

Una parte de ella se arrepentía de haberle tratado así, pero la parte más racional y consciente de sí misma le decía que había sido necesario. Tras el ataque contra James Potter durante el partido de quidditch, había comprendido que no podía alargar más esa situación y había decidido ponerle fin de un modo radical, aunque no menos doloroso.

Porque sí, le había dolido. Por qué una vez más había tenido que hacer frente a sus propios sentimientos y anteponer la seguridad de otra persona sobre la suya propia.

Siempre había cargado con ese peso, y ahora más que nunca se aferraba a ese voto silencioso, pese a lo que la destrozara y amargara no podía escoger la otra opción. Había fallado una vez, con Jake Foster se había permitido vivir, soñar y respirar y el final de ese cuento que debía de ser perfecto terminó en tragedia.

Suspiró por enésima vez, hizo de tripas corazón y se obligó a cerrar aquella puerta que encerraba sentimientos prohibidos para reconstruir la barrera que la aislaba del mundo, solo así podía protegerse y proteger a los demás. Guardó el libro y echó a andar.

Fuego.

El cuerpo de un muchacho tendido sobre la hierba chamuscada.

La difuminada silueta de una inmensa criatura alada.

Se detuvo en seco, llevándose una mano a la cabeza. Parpadeó varias veces para deshacerse de los restos de aquella imagen y enfocar nuevamente el largo corredor que tenía delante, había estado caminando sin rumbo, y recién ahora se daba cuenta que se encontraba cerca de las mazmorras. Se apoyó sobre una de las paredes, con la respiración entrecortada y el pulso acelerado.

—Maldita promoción de las narices —masculló por lo bajo mientras se sacaba varios mechones del rostro. Suspiró—. No puedes aparecer también en la realidad... ¡Me volverás loca!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 30 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐔𝐧𝐚 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚 𝐬𝐢𝐧 𝐟𝐮𝐞𝐠𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora