Capítulo cuatro

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-No se pilotar un helicóptero, Ale.- Le comunicaba el rubio a la joven.

-No tengo otra forma de ir al sur, Alex, ayúdame, porfavor.- Ale juntó sus manos intentando convencerlo. El joven se cruzó de brazos y Lukas, el cual estaba escuchando la conversación, intervino.

-Yo puedo llevaros.- Los dos miraron al rizado y Ale frunció el ceño, le extrañaba que Lukas tuviera la capacidad de manejar una areonave.

-¿Sabes pilotar un helicóptero?.- Lukas asintió, y se cruzó de brazos al igual que su compañero.

-¿Quién te enseñó?- Preguntó Alex, intrigado.

-Encontré un libro de instrucciones en la consulta de Lilith y me lo prestó, lo leí e hice unas prácticas.- Una alarma interrumpió la conversación de los tres, indicando que el estado de alarma había cesado y podían salir de sus escondites.

-Bueno, pues llévanos.- Dijo Ale, cruzándose de brazos al igual que los otros dos chicos, Lukas miró a la chica con un mirada serena.

-Tenía entendido que me odiabas, ¿Crees que soy idiota y no escucho como me insultas cada vez que tienes la oportunidad?- La joven chasqueó la lengua, le caía mal, muy mal. Desde que Lukas llegó al reino llamó la atención de toda la élite y Ale pasó a segundo plano. El hecho de que Jix dejara de brindarle su completa atención para hacer que el rizado fuera su guardia y pasar más tiempo con él que con ella le molestó. Le tenía un poco de envidia.

Tuvo que buscarse la vida y así conoció a Markos, tiempo después se lo asignaron como guardia real. El de ojos azules era el pilar de su estado emocional, no tenía a nadie más.

Aunque pensándolo bien, en realidad la joven nunca había tenido una razón lo suficientemente válida para odiar a Lukas. La peliazul iba a hablar pero Alex interrumpió.

-Creo que sería más adecuado tratar ese tema en otro momento, ahora necesitamos ir a los campos de cultivo para saber que es lo que ha pasado.- El castaño suspiró y descruzó sus brazos para después empezar a caminar hacia la escalera que daba a la salida del búnker, esta se había abierto previamente y la mayoría de la gente en el interior del escondite había salido.

El rubio hizo un gesto con su cabeza señalando hacia la salida de ese sitio a la vez que miraba a Ale con una mirada serena, aunque a la joven le pareció compasiva.

Todos salieron en silencio del búnker, fuera era un absoluto alboroto, la gente buscaba respuestas rápidas a aquel reciente acontecimiento pero no obtenian lo que querían.

-¡Ale!- Oyó la chica detrás de ella.

-Mierda.- La joven se giró, una multitud estaba detrás de ella, gritando su nombre y preguntando por todo lo ocurrido.

-Lo siento, no puedo aclarar nada, yo tampoco tengo respuestas.- Agitó sus manos nerviosa. Alex la agarró del brazo.

-No podemos tratar con ellos, es mejor que nos vayamos.- Le susurró al oído.

Ale asintió. Lukas rebuscó en uno de sus bolsillos y sacó una llave.

-El helicóptero en el que Jix y yo hemos venido está en el estacionamiento.- La peliazul miró al castaño y luego dirigió su mirada hasta la otra punta de la estructura.

Estaba demasiado lejos para llegar sin que una avalancha de personas se abalanzara sobre ellos.

El helicóptero en el cual Ale y Alex habían venido estaba a unos pocos metros, y sorprendentemente no había nadie cerca, el problema era la llave, la tenía el piloto.

¿O no?

Alex miró el medio por el que habían llegado desde el palacio hasta allí y suspiró, sacando una llave de su bolsillo.

Contra el adversarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora