El pequeño despertador al lado de la cama de Ale la alertó mediante una alta y constante melodía de que era hora de despegarse de las sábanas.
Eran las cinco en punto de la mañana y el ambiente estaba helado, sumándole las pocas horas de sueño en las que la peliazul había podido descansar y el dolor de cabeza que la azotaba, por ello no es que estuviera de humor para algo.
De mala gana se levantó y acudió al baño, mirando su rostro dormido llenó las palmas de sus manos unidas con agua y salpicó su cara con aquel líquido transparente, despertándose poco a poco.
Se quedó observándose en el espejo, estaba un tanto paralizada, no quería salir de su habitación, no quería dar inicio a una guerra. El agua corrió por su cuello, mojando su camiseta, y al darse cuenta rápidamente sacudió su cabeza, volviendo al mundo real. Agarró una toalla y la pasó por su cara, secándola.
Tardó más en asearse y vestirse que de costumbre, pero en cuanto estuvo lista se sentó en su cama y suspiró con pesadez a la vez que jugaba con las perlas de su pulsera.
No tardaron en llamar a su puerta dos forzudos hombres que la esperaban para llevarla hasta las fronteras, en donde la esperaba todo el ejército y los mandos más altos de al élite.
Abrió su puerta y se encontró a aquellos guardias que la esperaban, al verla uno de ellos mencionó:
-Señorita Ale, Jix pidió explícitamente que recogiera su cabello. Declaró que era para hacerla ver un poco más formal.- La menor no rechistó e hizo caso a la recomendación de sus guardias. Recurrió a un poco de gel para dejar su pelo sellado en un moño antes de salir definitivamente de su habitación.
Acomodó el cuello de su traje a la vez que los dos hombres le abrían las puertas del palacio, dirigiendo su mirada al cielo cuando salió de el.
Aún no había amanecido así que, el cielo nocturno seguía presente junto a una luna menguante que lo adornaba con delicadeza.
En el momento en el que la chica se puso el cinturón de seguridad las aspas del helicóptero empezaron a girar, revoloteando toda hoja seca que hubiese en el suelo.
Cuando estaba ocurriendo el aterrizaje observó levemente entristecida como las familias de los militares se abrazaban entre sí, alguna que otra persona lloraba desconsoladamente, otras no mostratraban emoción alguna y una pequeña minoría consolaba al familiar que iría a la guerra.
Tragó duro y salió del helicóptero, siendo recibida por las atentas miradas de los ciudadanos de Ankersia, los cuales aún con dolor en su alma se miraron entre sí y aplaudieron a su superior. Sin duda, en Ankersia el respeto a la élite no faltaba en ninguna familia.
Ale sonrió y agradeció el gesto con la mirada, a la vez que buscaba con esta misma a su mejor amigo.
Lo encontró hablando con Alex y otra chica, le sonaba, según ella, era la hermana del rubio.
Se acercó a ellos con una leve sonrisa, sabía la tormenta de emociones que sufriría cuando el ojiazul se fuera, pero no sería la única.
-¡Ale!- Le saludó Marki con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Alex saludó a la peliazul de una manera cordial y luego se apartó un poco, dejando ver a una chica de pelo dorado, recogido en un moño con trenzas, era un peinado muy fino. Esta le tendió la mano.
-Encantada de conocerla, soy Natalia, Natalia Artik.- Estrechó su mano con la de la de la contraria, con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en su rostro.
-A mi ya me conocerás, Ale Minsk, encantada, igualmente.- Le dedicó una suave sonrisa a la joven chica y esta respondió.
-Como para confundirte con otra persona. Te admiro, algún día seré como tú.- Ale se sintió alagada, y eso que no era la persona perfecta tampoco para ese mando, pero que la chica la tuviera de ejemplo le enterneció. No conocía a aquella joven, puesto que Ale entrenaba a los mandos superiores del ejército (aunque no siempre, normalmente entrenaba sola) simplemente la había visto entrenar alguna vez, pero el comandante que dirigía su entreno le había comentado que era una chica encantadora, ayudante y un sol de persona.
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Contra el adversario
FantasyJix, la reina de Ankersia, inicia su travesía para poder encontrar a aquel que destruyó su juventud, y para llegar a ello hará lo que haga falta, incluso encarcelar y torturar a un antiguo amigo del causante de varias desgracias en su vida. Pese a...