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Estaba enganchada a su brazo, sintiendo que iba a explotar de la felicidad. ¡Ya me había aceptado! Sabía que era él con quién debía estar.

Tenía que llegar a la plaza, donde, al parecer, darían una noticia de la realeza. En este punto, no me importaba lo que ocurriera; a fin de cuentas, ya podría estar con Greg, sólo debía ocultar mi energía para que su hermana no me delatara con la iglesia.

Tengo que hacer que Greg note que sí puede amarme, que los hilos que nos unen no son por casualidad. No son un error.

Llegamos al tumulto de gente que no paraban de hablar.

—¿Qué crees que contarán?

—No lo sé, Matza —respondió. Fue cortante al hacerlo, pero lo ignoré. No quería arruinar lo que estábamos formando.

El sonar de las trompetas causó que nuestra atención se fijara en el gran balcón donde los reyes se asomaron. La algarabía que se sentía por nuestros gobernantes era desbordante.

Los reyes saludaban con una amplia sonrisa. Y luego, apareció el príncipe heredero con su característica sonrisa encantadora.

Bradford era así, y ahora que lo pienso, me era extraño que todavía no tuviera una prometida.

Detrás de él, estaba su hermana menor, la princesa Miranda. Fruncí levemente el ceño, intrigada por la noticia que darían. Que los reyes y sus herederos estén aquí para darle una noticia al pueblo, me hace saber que será algo grande lo que dirán.

Al otro lado de los reyes, unos pasos detrás de ellos, pude reconocer a una pareja de nobles. No recordaba sus apellidos pero sí reconocía que eran los más allegados a la familia real y de los más queridos de toda la nobleza.

El rey comenzó a hablar en cuanto la multitud se calmó. Miré a Greg que parecía disgustado por estar allí, miraba a la familia real con aburrimiento.

—... Con gran alegría y orgullo, hoy me dirijo a ustedes para compartir una noticia de gran importancia para nuestra familia y para todo nuestro reino: mi primogénito, heredero de mi legado, ha encontrado su compañera de vida —Bradford sonreía con amplitud mientras su padre expresaba su felicidad—. Me complace anunciarles que mi hijo, el príncipe Bradford Seymour —Señaló a su hijo quien dio un paso al frente—, ha decidido escuchar el llamado del destino y unir su camino al de lady Diane Grosvenor.

Los gritos y aplausos no cabía en el lugar a pesar de que el sitio era abierto. Sin mucho esfuerzo ni haciendo algún movimiento que me delatara, ví el hilo que los unía: es rojo intenso y brillante.

Diane se colocó al frente de sus padres cabizbaja y caminó hasta estar al nivel de Bradford, siendo los reyes quienes los separaban aún.

Sonreí.

Por alguna razón, me hacía sentir bien el hecho de que el destino pudo hacer que ellos se juntaran. Además, pensar en Diane como una de las futuras gobernantes, no me parecía alocado. Su familia era muy apreciada por todas las clases sociales por su amabilidad y cercanía hacia los demás.

—... Que esta unión sea un símbolo de amor y esperanza para todos nosotros, y que inspire a nuestros corazones a seguir creyendo en un futuro lleno de promesas y felicidad —No pude evitar mirar a Greg, siendo llevada por las palabras del rey.

Pero su mirada estaba posada sobre Diane.

Mi sonrisa de borró al instante al percatarme de esa mirada. Sabía lo que significaba. Cuando él quería algo, tenía esa mirada.

—Ni siquiera lo pienses, Greg —espeté con molestia, sintiéndome celosa, porque él nunca me ha mirado así, e indignada, porque ¿cómo va a mirar a la prometida de príncipe de esa manera?

A parte, no había un hilo que los unía. Él no podía interferir.

—Tranquila —dijo con calma, alejándose de mí y sin apartar la mirada de Diane—. Todo estará bien, déjamelo a mí.

Abrí los ojos de imprevisto sentándome en la cama. Sentí el dolor de cabeza acentuarse en la sien. Miré mi cama encontrándome unos libros sobre ella. Iba en el cuarto y aún no tenía respuesta de lo que pasaba entre Patricio y yo.

Luego de correr al dúo y de insultar a mis queridísimos amigos por no contarme qué mierda ocurre, decidí investigar por mi cuenta. Me dolía la cabeza por el cansancio visual, así que opté por dejarlo otro rato para descansar un momento, y así espabilar por ese sueño.

Por esto, leía pocas veces.

Si continúo sin saber qué ocurre, creo que tendré que ir a la casa del abuelo.

Decidí dejarlo todo en la cama y me dirigí al baño para darme una ducha. Me miré al espejo notando que mi piel ya se había rejuvenecido y, por alguna razón, me sentí bien al saber que Patricio me conoció así y no con la maldición que Dylan me había puesto. Mientras el agua fría caía en mi cuerpo, cerré los ojos un momento y no pude quitar la mirada intensa de Patricio de mi mente.

Habían pasado un par de días y no dejaba de hacerlo.

Solté una exclamación y terminé de bañarme con molestia. Me irritaba no entender algo.

Era realmente molesto: ahora no solamente era atormentada por los recuerdos con Greg, sino que ahora no puedo sacar a Patricio de mi cabeza. Estaba muy bueno, sí, pero creo que mi mente está exagerado con el tema.

Al salir, me encontré a Jo esperándome. Comencé a vestirme ignorando su presencia; no sería la primera vez que lo hiciera.

  «Matza...»

—Si no vas a contarme qué ocurre, puedes irte.

  «Tampoco entiendo qué ocurre.»

—Al seguro sí sabe pero no va a decírmelo.

  «Tal vez quiere que tú lo averigues.»

—Por lo menos podría darme una pista.

  «No es tan sencillo...»

Caminé hasta la mesa de noche, tomé la bolsa con la muñeca y salí de la habitación. Ya no era gurú y no quería tenerla aquí.

Maldito Greg.

La tiene sin memorias concretas, no ve a su familia ni amigos, la sigue a todos lados, no la puede desobedecer o tendrá consecuencias, ¿qué mierda quería de Diane? ¿Hasta dónde llegará su obsesión por el control? ¿Acaso no ve el daño que le hace?

Solté una carcajada de garganta.

Y así jura que la ama y por eso debe estar con él.

Mal nacido.

En esos momentos, me cuestionaba qué hubiera ocurrido conmigo si él se decidía por mí y no por ella. ¿Hubiera hecho lo mismo conmigo?

Resoplé.

No le daría más vueltas al asunto. No era algo que pudiera cambiar ya, y aunque seguía unida a él, si tuviera la decisión de separar nuestras almas, no dudaría en hacerlo.

  «Matza...»

—No estoy de ánimos, Jo.

Salí de la casa y eché la bolsa en el contenedor. Regresé por mi camino.

  «Sabes que siempre te decimos lo que ocurre» comentó. Cerré la puerta detrás de mí y Jo la traspasó sin problemas. «Pero en esto no podemos contarte.»

Me giré para encararlo.

—Entonces, sí saben lo que ocurre.

Jo se mostró de color violeta claro, causándome curiosidad que él tuviera miedo.

  «Ese es el problema, Matza» Le miré interrogante. «Para Al, tus interacciones con Patricio son su nueva telenovela, porque no sabe qué ocurre entre ustedes.»

—¿Cómo no va a saber?

  «Tú tampoco lo entiendes, Matza, y tienes más tiempo que yo conociendo todos estos temas.»

Otra punzada en la cabeza me hizo cerrar los ojos con fuerza. Debo dejar de leer. Mi cabeza maquinaba a mil por hora. Y aún así no pude responder la pregunta que rondaba por mi cabeza con violencia.

¿Por qué hay cierta conexión cuando no hay nada que nos ate?

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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El beso del olvido [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora