VII

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Barajee el mazo de cartas con destreza mientras miraba a la señora frente a mí. Ella era desafiante, pero, como siempre, su mirada no me intimidaba. Ni en el psiquiátrico ni aquí en mi casa.

Las coloqué en orden y dejé las que me sobraban a un lado. Comencé a girarlas para poder interpretarlas.

—¿Y entonces? —interrogó la enfermera con los brazos cruzados.

—Te salió la carta de los enamorados —Hice una mueca sin dejar de mirar la carta.

Por alguna razón, me sentía ansiosa. Así había despertado esa mañana. No entendía la razón, porque no se sentía como un presentimiento; y no creía que esto era causado por Patricio.

Ayer había enviado un mensaje corto y conciso: "Mañana".

¿Mañana qué?

¿Me dirá lo que necesito? ¿Hará algo por Diane? ¿Me va a denunciar también? ¿Nos veremos?

Jodido hombre. Ni siquiera se dignó a contestarme.

Lo que me resultaba más increíble es que me creyó aún cuando hace un par de días le confesé que estuve en el psiquiátrico cuando preguntó cómo conocí a Priscila.

—Si no me explicas, dudo que te entienda, Matza. ¿Qué significa eso? —preguntó levantando una ceja. Pude notar el leve interés en su mirada. Le mostré una pequeña sonrisa. Lily no cree en estas cosas y que ahora no me miré con extrañeza, me causa algo de gracia— Además, yo soy casada. No voy a dejar a mi marido ni me apetece tener un amante.

  «Es su hermana» comentó Al.

Solté una carcajada.

En la habitación, sólo se encontraba Al. Jo y Li habían salido a averiguar a dónde puedo ir para conseguir lo que necesito para el brazalete de Priscila. Al estar en casa por cárcel aún, no puedo darme el lujo de salir por allí y averiguar tienda por tienda.

—Tú, no; pero tu esposo, sí —Volví a soltar otra carcajada mientras veía como Lily se acercaba a la mesa mostrando su molestia.

—¿Pero qué dices, niña?

—Lo que escuchaste —Le señalé la carta—. Aquí sugiere que hay una tercera persona en tu relación. Parece que tu esposo está involucrado en una aventura —Sonreí—. Parece que estabas supervisando a la persona incorrecta. Debiste preocuparte más por él que por mí.

—¿Cómo sé que no me estás jodiendo, Matza? —espetó.

—Las cartas no mienten, querida.

—¡Deja de sonreír y burlarte!

Sonreí aún más.

—No sé de qué te preocupas cuando tú misma dijiste que no creías en esto —Me acerqué a la mesa posando mis codos sobre la mesa y entrelazando mis dedos para dejar mi cabeza sobre ellas—. La verdad, creí que habías olvidado el favor que me habías hecho hasta que te vi hoy frente a mi puerta.

  «Dile que la mancha roja de la camisa, no era salsa. Y que ha llegado tarde a casa porque se ha encontrado con ella en el hotel High.»

Solté otra risilla.

—Yo tampoco sé qué hago aquí —espetó levantándose de la silla.

—Puedes ir al hotel High a la hora que se supone que llegaría tu esposo —comenté causando que se detuviera—. ¿Sabes? Creo que la salsa de su camisa de hace unos días, tiene una forma extraña.

Volvió sobre sus talones y me miró.

—¿Qué hay que hacer?

Sentí mi celular vibrar en el bolsillo de mi short, causándome un extraño escalofrío. Al soltó una pequeña carcajada, casi inaudible.

Ha actuado extraño últimamente, y cuando le pregunto, no me responde.

—Hay dos caminos donde ambos tienen sus consecuencias pero, en lo personal, el primero es el más aburrido.

—¿Qué hay que hacer? —volvió a interrogar. La miré con diversión, ignorando la ansiedad que aumentaba con el paso de los minutos.

—La primera opción es enfrentar a tu esposo directamente y buscar ayuda profesional. El Caballo de Espada —Señalé la carta— muestra tu valentía y determinación para expresar tus sentimientos y sospechas. La comunicación abierta y la terapia de pareja pueden ser de gran ayuda. Pero, depende de la reacción que él tenga, que no parece muy favorecedora para ti según lo que muestran las cartas.

—¿Y cuál es la segunda opción? —preguntó en un hilo de voz.

Sonreí con amplitud y me recosté sobre la mesa.

—La verdad, con lo poco que te conozco, sé que te gustará que las cosas sean por debajo de la mesa —comenté soltando un resoplido lleno de aburrimiento—. Tienes la opción de jugar con la mente de tu marido o irnos directamente con la separación de ellos y allí hay que involucrar a seres del más allá, decir abracadabra un par de veces y rezar para que todo salga bien.

—Quiero que los separes ahora —espetó. Asentí mostrándome más seria de lo que comúnmente estaría.

—Debes recordar que el uso de la magia puede tener consecuencias imprevistas y no es una solución garantizada —respondí recogiendo las cartas—. Si su destino es separarse o que vivas siendo una cornuda, volverá a pasar con el tiempo.

Saber eso, sólo me hacía recordar todo lo que Dylan hizo y hace. Tal vez, si él no hubiera involucrado a la magia en esto hasta el punto de alterar la realidad de Priscila, ni siquiera me hubiera involucrado. ¿Para qué lo haría si ella va a volver a su camino? Pero que él le esté obligando espiritual y mentalmente, no dejará que ella vuelva a su camino.

—Tomaré el riesgo.

—Me comunicaré contigo cuando todo esté listo —Me levanté y la guié hasta la salida de la casa—. Debo buscar algunas cosas, así que estaremos al tanto.

Saqué mi celular del bolsillo notando el estremecimiento de mi cuerpo al saber que era Patricio diciendo que me espera en el psiquiátrico.

—Hazme otro favor —dije sin apartar la mirada del celular—. Necesito que busques a alguien en el hospital y lo traigas aquí. Como sabrás, ahora no tengo mucha libertad.

—¿Y yo qué gano? —interrogó saliendo por la puerta mientras yo me quedaba en el umbral.

"Enviaré a alguien por ti. Se llama Lily."

—Que no mate a tu esposo o hermana por algún posible error mágico —respondí con ligereza, regresando mi celular al bolsillo.

—¿Mi hermana?

—¡Ve a buscarlos, Lily; no tengo todo el día!

Cerré la puerta y miré a Al que, raramente, se mostraba amarillo.

  «¿Cómo te sientes?»

—¿Qué mierda te pasa, Al?

Él simplemente rió y se fue con rapidez.

—¡Algún día me dirás qué pasa, hijo de puta!

Fruncí el ceño y me senté en el sofá. Inconscientemente, comencé a mover la pierna de arriba a abajo rápido.

Tener en cuenta que ya vienen en camino, me hacen cuestionar mi estado. Así que para evitar dejarme llevar por la ansiedad, me levanté del sofá y caminé hasta la cocina para preparar lo que sea.

El beso del olvido [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora