Vaya que la audiencia había sido muy intensa.
Cuando finalmente lo enviaron a su habitación, se había sentido aliviado de escapar de la atmósfera tensa, pero la turbulencia en su mente persistió.
Aegon se dejó caer en su cama, tratando de procesar todo lo que acababa de presenciar.
Cada palabra de acusación resonaba en su cabeza, y la imagen de la ejecución de Ser Vaemond lo atormentaba.
Dios, en cualquier momento regresaría las fresas con chocolate que había comido.
Llevaba al menos una hora en su habitación solamente relajándose, y cuando pensaba que finalmente caería rendido para dormir.
La puerta se abrió de golpe, y Aegon observo a Jacaerys irrumpiendo en sus aposentos.
–Tú y yo tenemos que hablar, Aegon –Fue lo que dijo su sobrino.
Perfecto, Jacaerys estaba rompiendo el contacto cero, y ahora se encontraba aquí exigiendo hablar con él.
Aegon suspiró.
–¿Qué es lo que necesitas, sobrino? –Preguntó.–¿Por qué mierda no has respondido mis cartas? ¿Por qué mierda nunca estás cuando vengo de visita? –Empezo a preguntar el Velaryon– ¡¿Y por qué carajo has estado visitando burdeles?! –Gritó, estaba muy cabreado.
Tal vez en otra situación Aegon hubiera encontrado excitante ver a su sobrino tan molesto.
Aegon levantó una ceja con calma fingida ante la avalancha de preguntas de Jacaerys.
–¿Cartas? ¿Visitas? Oh, ¿me has estado buscando? Deberías haberlo dicho antes, sobrino, quizás podría haberte hecho un espacio en mi apretada agenda –respondió con sarcasmo.
Jacaerys frunció el ceño, claramente no impresionado por la actitud de Aegon.
–No te hagas el gracioso, Aegon. Este asunto es serio. ¿Qué tienes que decir sobre tus visitas a los burdeles?Aegon se encogió de hombros con indiferencia fingida.
–¿Sobre los burdeles? Ah, solo estaba buscando un poco de entretenimiento. ¿Acaso eso te preocupa, sobrino? No sabía que te interesaba tanto mi vida social. –dijo con una leve sonrisa, buscando provocar al Velaryon.La tensión en la habitación era palpable mientras los dos hombres intercambiaban miradas desafiantes.
–Deja de evadir el tema, Aegon –exigió Jacaerys, su voz cargada de frustración. –Estoy tratando de hablar contigo.
Aegon se levantó de la cama con un suspiro exasperado.
–Mira, Jacaerys, no necesito tus sermones. Soy lo suficientemente mayor como para cuidar de mí mismo. Así que, si no tienes nada más que decir, te sugiero que te marches de mi habitación.Jacaerys apretó los puños, visiblemente molesto por la actitud de su tío.
–No puedes seguir evitándome, Aegon. Te he buscado, te he escrito, he intentado saber que carajos hice mal, pero tú siempre has encontrado una manera de alejarme.Aegon dejó escapar un suspiro exasperado, fingiendo desinterés.
–No te estoy evitando, Jacaerys. Simplemente tengo otras cosas en las que ocuparme, ¿entiendes? –Dijo, no quería que Jacaerys siguiera intentando hablar con él.–¿Otras cosas? –replicó Jacaerys con incredulidad.– ¿Qué podría ser más importante que nuestra relación? ¿O acaso eso también te resulta irrelevante?
La sonrisa burlona de Aegon se desvaneció un poco ante la intensidad en la voz de Jacaerys.
–Mira, sobrino, no es personal. Simplemente tengo mi propia vida que vivir, mis propias responsabilidades. –Respondió suspirando.