Mientras volaba con Vermax bajo el manto estrellado del cielo nocturno, Jacaerys se sentía imbuido de una determinación feroz. Cada estrella parecía brillar con una luz propia, como si estuvieran guiándolo en su búsqueda de lo que consideraba suyo por derecho.
– Ñuhor līr gūrēnna –murmuró Jacaerys, dejando que las palabras se perdieran en el viento mientras su mente se llenaba de pensamientos de Aegon.
Sí, tomaría lo que le pertenecía.
Para él, no había dudas. Aunque Aemond pudiera haber ganado temporalmente la mano de Aegon, Jacaerys estaba decidido a reclamar lo que consideraba suyo. Aegon pertenecía a él, lo había hecho desde que tenía memoria, y no permitiría que nadie más se interpusiera en su camino.
Con cada latido de su corazón, Jacaerys se juró a sí mismo que haría todo lo posible para recuperar a Aegon, para demostrarle una vez más el amor que sentía por él y convencerlo de que su lugar estaba a su lado.
A medida que Vermax surcaba los cielos, Jacaerys se aferraba a la esperanza de un futuro en el que él y Aegon estuvieran juntos de nuevo, donde nada ni nadie pudiera separarlos.
El rugido de otro dragón acercándose lo sacó de su ensoñación, volviendo la mirada encontró a Lucerys sobre Arrax.
–¿Sigues pensando en el compromiso de nuestros tíos? –Cuestionó cuando estuvo cerca.
–Es claro que si, Aegon no debería casarse con Aemond, es un salvaje –Respondió con desgano.
–¿Has pensado en desafiar? –preguntó su hermano.
Y Jacaerys permaneció en silencio.
¿Desafiar a Aemond por la mano de Aegon?
Aemond era un espadachín nato, era casi tan invencible como Daemon.
Casi...
–No lo había considerado –soltando un suspiro prosiguió hablando– Pero no suena mal, quiero decir, si gano automáticamente Aegon me pertenecería...
Casi adivinando lo que Jacaerys iba a decir, Lucerys le interrumpió:
–Pero Aemond es muy hábil con la espada.–Sí, así es, todos saben que Aemond está casi al nivel de Daemon, ha ganado combates antes –Acarició a su dragón antes de continuar– Aemond podría incluso matarme en la arena para asegurarse de que no me atreviera a intentar quitarle a Aegon.
–Él ama a Aegon –Susurró Lucerys, Jacaerys sintió pesar por su hermano.
Pero aquello era cierto.
Aemond amaba a Aegon casi tanto como Jacaerys lo hacía.
Pero aún con eso...
–Aegon y yo estamos destinados a estar juntos –declaró Jacaerys con una seguridad ardiente en sus ojos.
Lucerys frunció el ceño, preocupado por la obstinación de su hermano.
–Pero ¿y si no puedes ganar? Aemond es un guerrero formidable.
Jacaerys soltó una risa amarga.
–No me subestimes, hermano. Estoy dispuesto a arriesgarlo todo por Aegon.
–Pero ¿y si pierdes? –insistió Lucerys, temiendo por la seguridad de Jacaerys.
Jacaerys se encogió de hombros con indiferencia.
–Entonces al menos habré luchado por lo que amo. Y eso es más de lo que muchos pueden decir.
Lucerys suspiró, resignado a la obstinación de su hermano.