VI.

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Desde que escuchó a su abuelo anunciar los planes de boda de Aegon con Aemond, había sentido como si el mundo entero se desmoronara a su alrededor.

Cada momento era una lucha interna entre el deseo de aferrarse a lo que una vez tuvo con Aegon y la dolorosa realidad de que ya no podía tenerlo para sí mismo.

Intentó mantenerse alejado, incluso intentó ahogar sus sentimientos en el fondo de una botella, pero cada intento resultaba en fracaso.

Se encontraba vagando por los pasillos del castillo, perdido en sus propios pensamientos tormentosos, recordando los momentos felices que compartió con Aegon y sintiendo el aguijón punzante de la traición al recordar que Aegon se casaría.

Hoy finalmente, incapaz de soportarlo más, se dirigió hacia donde sabía que encontraría a Aegon, dispuesto a hacer cualquier cosa para detener el compromiso.

Pero incluso cuando lo vio, incluso mientras se acercaba, una voz en su interior le susurraba que tal vez ya era demasiado tarde, que ya había perdido a Aegon mucho antes de que él pudiera darse cuenta.

Cuando Aegon vio a Jacaerys, lo primero que notó es que estaba al borde del colapso, y se veía agitado.

Se veía tan lamentable.

–¡No te cases, Aegon! –Gritó.

–¿Qué? –Preguntó, la confusión filtrándose en su voz.

–Por favor, no te cases, Egg. –Repitió Jacaerys– No lo hagas, tú no lo amas. –aseguró.

–¿Cómo puedes estar seguro de que no amo a Aemond? –Cuestiono.

–Porque me amas a mi –Respondió con seguridad– Por favor, no te cases, podemos huir, tengo suficiente dinero para que sobrevivamos, para que incluso nuestros tataranietos lo hagan, podemos tomar a nuestros dragones e irnos, Egg –Propuso.

Aegon permaneció en silencio, observando las lagrimas surcar las mejillas de Jacaerys.

Tal vez hace algunos años atrás hubiera aceptado.

Tal vez si no lo hubiera visto con Baela hace años atrás, tal vez él hubiera aceptado. Pero no ahora.

–Me casaré, Jacaerys, no quiero huir –Respondió tratando de verse seguro.– Algún día harás lo mismo, amo a Aemond, él es quien ha estado junto a mí todos estos últimos años.

–¡Yo no estuve a tu lado los últimos años porque no quisiste! ¡Te busqué, te escribí! Y nunca respondiste o apareciste –Gritó, estaba casi al colapso– No lo amas, no puedes amarlo –Susurró con la voz rota.

–No espero que realmente lo entiendas Jacaerys, pero no puedo estar contigo –Susurro– Así que ya no me pidas dejar a Aemond y huir contigo. Amo a Aemond.

–Por favor, Aegon... –Suplicó Jacaerys.

–Lo siento, Jace, pero no puedo hacer eso, yo deje de amarte desde el momento que te vi en brazos de Baela –Susurró.

Jacaerys se quedó paralizado, asimilando las palabras de Aegon como un golpe directo al corazón.

Ahora todo cobraba sentido.

Aegon los había visto besarse esa noche.

Desde esa noche Aegon lo habían alejado.

– ¿Lo viste? –preguntó, su voz apenas un susurro, mientras el peso de la traición lo aplastaba.

– Sí, Jace, lo vi –respondió Aegon, su tono cargado de pesar–. Fue entonces cuando supe que nuestro amor había llegado a su fin.

Jacaerys sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies.

– Lo siento, Aegon –murmuró, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con caer–. No sabía que estabas ahí esa noche, no sé que paso, ella fue a verme, me besó, y luego...–Susurro

– Ya no importa, Jace –dijo Aegon, su voz vacilando ligeramente–. Lo que importa es que ya no podemos volver atrás.

–Te amo, Egg, por favor... –Rogó.

Aegon simplemente se dio vuelta y camino hacia sus aposentos.

Jacaerys permaneció en su lugar, observándolo alejarse.

Desde que llegó, supo que sus palabras caerían en oídos sordos, que el amor que alguna vez compartieron había sido reemplazado por algo más, algo que él nunca podría entender por completo.

Aegon estaba decidido a seguir adelante con su compromiso con Aemond.

Jacaerys se tambaleó, como si las palabras de Aegon hubieran sido el último golpe que lo dejara sin fuerzas.

Él se había aferrado a la esperanza, a la idea de que tal vez, solo tal vez, Aegon cambiaría de opinión y lo seguiría, dejando atrás todo lo que conocían por una oportunidad de empezar de nuevo juntos.

Pero mientras Aegon se alejaba, dejando atrás a Jacaerys en su desesperación, el antiguo amor que alguna vez los unió se desvaneció en la oscuridad, dejando solo el eco de lo que una vez fue.

Jacaerys se quedó allí, en medio del pasillo vacío, sintiéndose como si un abismo se abriera bajo sus pies.

Sus manos temblaban, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras las lágrimas seguían surcando sus mejillas, una prueba tangible de su dolor y desesperación.

Se aferró al marco de una ventana cercana, sintiendo la fría piedra contra sus dedos mientras miraba hacia el horizonte, buscando respuestas que sabía que nunca llegarían.

El eco de las palabras de Aegon resonaba en su mente, como un martillo golpeando en su cabeza, recordándole una y otra vez su propia impotencia y fracaso.

El tiempo parecía detenerse a su alrededor mientras se sumergía en la oscuridad de su propio tormento, perdido en un mar de emociones tumultuosas.

El peso de su soledad y su dolor lo envolvía como una manta oscura, amenazando con ahogarlo en su desesperación.

Finalmente, con un suspiro resignado, Jacaerys se apartó de la ventana y se alejó, dejando atrás el lugar donde había perdido su última esperanza de redención.

Caminó por los pasillos del castillo, sintiendo cada paso como si fuera una carga que llevaba sobre sus hombros, una carga que no sabía cómo soltar.

Y mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte, sumergiendo el mundo en la penumbra de la noche, Jacaerys se encontró solo en la oscuridad de su propia alma, totalmente desolado, pensado que en que el amor que una vez conoció ahora solo existía en el eco de los recuerdos.

Ahora Aegon le pertenecería a Aemond.

Aemond había ganado.

Debió haberlo esperado...

"No quiero ser rey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora