VIII.

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Aegon observo la puerta de su habitacion ser abierta, por lo que asento el libro que estaba leyendo.

Jacaerys fue quien ingreso.

El silencio llenó la habitación, pesado con la tensión entre los dos.

Jacaerys se enderezó, su mirada se volvió fría y severa, como el acero.

–Mi madre dijo que intentaste intervenir y evitar el desafío al que rete a Aemond, que dijiste que no me amas– Comenzó a hablar– ¿Te divierte jugar con los sentimientos de los demás, Aegon? –preguntó con voz firme, aunque un rastro de dolor se filtraba en sus palabras.

Aegon se encogió de hombros con indiferencia, sin apartar la sonrisa burlona de su rostro.

– ¿De qué sirve preocuparse por algo tan trivial como los sentimientos cuando son los de una persona que me ha dañado, Jacaerys? –respondió con desdén.

La tensión en la habitación se hizo palpable, como una espada desenvainada lista para el combate.

Entre ellos, la distancia se agrandaba, como un abismo que amenazaba con tragárselos enteros. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder terreno.

– Yo de verdad te amo, Aegon, te explique lo que paso con Baela –Susurró el morocho.

Aegon soltó un suspiro de frustración.

– ¿Qué quieres que te diga, Jacaerys? –preguntó Aegon con un tono teatral, mientras sus ojos brillaban con burla– Oh, Jacaerys, no puedo vivir sin ti, no podría respirar sin ti –imitó con voz lastimera– No soy nada sin ti, Jace.

–Aegon... –susurró Jacaerys, la sorpresa y el dolor resonando en su voz.

–Sí, definitivamente eso no es así –replicó Aegon con indiferencia, dejando escapar una risa sarcástica que resonó en la habitación.

La expresión de Jacaerys se endureció, mostrando su dolor y decepción.
–Es decepcionante verte tan indiferente, Aegon –dijo con severidad, su voz resonando en la habitación.

Aegon, sin inmutarse, respondió con frialdad:
–La indiferencia es un lujo que puedo permitirme, Jacaerys. No todos tenemos la necesidad de depender emocionalmente de los demás. –Lo observo con indiferencia antes de proseguir– No olvides, Jacaerys, que tú mismo abriste la puerta a esta situación –Aegon soltó las palabras con frialdad, recordando la traición de Jacaerys con Baela– Tú fuiste quien me empujó hacia otra persona. ¿Acaso esperabas que te perdonara tan fácilmente?

Jacaerys tragó saliva, sintiendo el peso de sus propias acciones sobre él.

–Lo que paso fue un error, lo sabes –dijo con voz firme, aunque su corazón se hundía ante la mirada implacable de Aegon– Pero eso no justifica tu crueldad, Aegon. No merezco ser tratado de esta manera.

Aegon soltó una carcajada cínica, ignorando las palabras de Jacaerys.

–Ah, siempre tan dramático, Jace. No esperes que olvide lo que has hecho. No mereces mi perdón ni mi compasión.

–¿Piensas que Aemond te pondrá por encima de lo que quiera Lord Hand y tu madre? –preguntó con determinación, sabiendo que sus palabras encontrarían su objetivo.

Aegon lo observó con enojo y no respondió.

Estaba dudando.

– Yo pondría los Siete Reinos a tus pies, y ni mi propia madre estaría por encima de ti, no creo que Aemond haga lo mismo. –declaró con fervor.

Jacaerys se mantuvo erguido, desafiante ante la furia de Aegon, mientras este último luchaba con sus propios sentimientos y lealtades divididas.

Aegon se acercó a Jacaerys con paso firme, su expresión aún cargada de resentimiento, pero también de una chispa de duda.

"No quiero ser rey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora