Emil

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"Revolutionaries wait for my head on a silver plate,

just a puppet on a lonely string,

oh who wuld ever want to be King? "

―Viva la vida by Coldplay.

El sol, caluroso y brillante, se asomaba de a poco sobre el gran territorio de Alariel, atrayendo consigo la brisa fresca de la mañana.

Sus habitantes, prontos a despertar, comenzaban a sentir sus cálidos rayos colarse en sus viviendas. El astro con su semejanza inigualable, se alzaba en el cielo y embellecía como podía los rostros cansados de aquellas personas que se imponían al exterior para comenzar, una vez más, su jornada laboral.

Los campos de Severia se vestían de amarillo por el trigo que los envolvía, junto a las personas que llegaban a cosecharlo. El mar tranquilo de Valias comenzaba a recibir las decenas de botes y barcos que albergaban a sus pescadores y piratas. En Vintos, los bosques y montañas rugían ante el movimiento de los leñadores, listos con sus hachas para comenzar la deforestación. Mientras que en Beros las casas se teñían de luz y regocijo de familias nobles, Zunn era vestida por sus comerciantes bajo manteles y telas para esperar, durante todo el día, de tener la dicha de realizar una venta.

En lo alto del cielo entre las nubes y las estrellas, casi en contacto con el mismísimo sol, yacía el corazón del Reino. Eben, la ciudad flotante más acaudalada del territorio y el hogar de la Familia Real.

En el Castillo del Sol el personal comenzaba a tender las necesidades que el día demandaba mientras que la cocina se llenaba de aromas embriagadores. Los pegasos eran acariciados y desatados de sus corrales para que respiraran el aire puro del exterior, las mesas largas eran preparadas junto a la vasija y los documentos oficiales eran posados uno arriba de otro, esperando a ser revisados.

En su habitación, Emil I. Solerian se preparaba a la par de sus ciudadanos para enfrentar un nuevo día como monarca. Sin embargo, a diferencia de su reino, el Rey confrontaría el día rodeado de su riqueza y desde la comodidad de su trono, mientras que ellos lidiarían con la escasez de recursos, los interminables maleantes y la futura celebración del Juramento al Sol que nadie quería que sucediera.

O al menos eso era lo que se rumoreaba esa mañana de otoño durante la hora del desayuno por parte de Lady Jaria, una mujer exorbitante que formaba parte del Consejo como una de las comunicadoras entre el pueblo y su monarca. -Los indicios, como ya venimos teniendo en cuenta, no son los mejores su Majestad. Pero ya le digo, la Fiesta ayudará a levantar los ánimos de todos. – Emil, absorto en sus propios pensamientos, no le hizo caso alguno.

Zelos por otro lado como Cabeza del Consejo y tío del Rey, fue quien tomó la palabra. -Jaria, discutiremos este tema en la mesa de reuniones, ahora no es el momento. De todas formas, la celebración era uno de los puntos de los cuales no íbamos a retractarnos, para que se quede tranquila. –

-Oh es que no es a mí a quien debe tranquilizar, Lord Zelos. ¡Las familias nobles están más que encantadas! Son algunas partes del Consejo, -inquirió, dándole una mirada despectiva a Lady Minerva, la mujer que se encontraba sentada a su lado y con quien compartía una antigua rivalidad. -quienes prefieren omitir el aniversario de casados de los Reyes. Una falta de respeto, si me lo preguntan. –

-Pero nadie se lo preguntó, Jaria. – Interrumpió al fin, irritado y sin ganas de seguir escuchando la voz de la mujer. -Desayunemos y luego en la reunión charlaremos sobre todo esto, ¿de acuerdo?-Concluyó, sin especificarlo como una pregunta sino más bien como una orden.

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