Emil

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"There is nothing like a dream to create the future."
― Victor Hugo.

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Emil Solerian observó el cuerpo de su hermano mayor caer contra el suelo en un sonido seco y lo próximo que pudo sentir fue el fuego brotando desde sus propias manos para detener toda aquella locura. Un círculo de llamas los rodeó a él, su madre y Ezra antes de que Gavril apareciera junto a Gianna para indicarle a gritos palabras que él no entendía. El Rey lo ignoró y arremetió contra el primer hombre al que pudo culpar.

Era un alariense y el Rey lo reconoció, había formado parte de una de las peticiones formales al Castillo y ahora, a pocos metros de él, lo observaba con una sonrisa frágil entre el calor de su fuego. Con el enojo puro que no pudo contener, soltó a su madre, abrió el circulo de fuego y de un golpe limpio provocó una llamarada enorme que terminó por tragarse al hombre.

Luego su cuerpo se debilitó y él al igual que su hermano, perdió la conciencia entre los brazos de su madre.

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Sabia fervientemente que era de noche, pues la tenue luz de luna entraba temerosa entre los pliegues de su cortina mientras que las estrellas se podían observar titilar en el firmamento cada vez que pestañeaba.

El aire que recorría su cuarto era fresco, pero no gélido y las mantas que lo cubrían no eran pesadas ni abrigadas. En algún punto se puso de pie, dejando que sus pies lo llevaran al balcón de su habitación, allí donde podía observar a todo Fenrai en su esplendor.

En un segundo de pura coincidencia, movió el rostro hacia su derecha para observar una imagen curiosa. Sus Guardias se encontraban lejos, su familia durmiendo y él mismo sabía que lo que estaba viendo no era algo que debía ver, pero aún así, no se esforzó ni un poco en desprender su mirada. En el balcón contiguo al suyo observó las figuras de dos personas en lo que parecía una conversación seria. Emil sabía que no debía entrometerse, algo le decía que la conversación era privada, pero la curiosidad lo llevó a acercarse aún más sin importarle lo que sus voces interiores le dijeran.

Las palabras comenzaron a sonar aún más fuertes, pero no había forma de entenderlas, era como si existiera una barrera invisible que le imposibilitaba comprender todo lo que esas personas hablaban. Se acercó un poco más para intentar distinguir sus rostros y tampoco tuvo suerte. Había algo en todo aquello que lo ponía nervioso, los bellos de su nuca se encontraban erizados y tenía la constante sensación de estar siendo observado.

Cuando ambas figuras comenzaron a despedirse, se ocultó entre las cortinas para no ser visto, más lo que observó le heló la sangre; una de las figuras luego de estrecharle la mano a la otra, sacó lo que parecía un puñal de entre sus ropas y la depositó ágilmente en la espalda de su acompañante, sin duda acabando con su vida.

Emil, sin saber qué hacer, se quedó inmóvil observando la escena desconocida de dos personas sin nombre que acababa de desenvolverse delante de él, observando sus propios ojos reflejados en el cristal.

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El recuerdo de su madre llorando jamás era uno que lo invitaba con gracia a soñar, pues Emil amaba a su madre a pesar de sus errores y no era de su agrado verla en ese estado. Además, jamás llegaba a comprender o recordar por completa la razón de su llanto, pues el sueño no era más que un simple recuerdo de su infancia y su madre solía llorar todos los días durante esas épocas.

La Reina Virian con sus ropas de dormir lo llamaba con sus manos para que el pequeño Emil se acercara a ella y una vez en sus brazos poder arroparlo. Su hijo se dejaba mecer y acariciar por esas manos finas que conocía tan bien hasta que sus ojos se cerraban un segundo y se abrían al siguiente, sintiendo las lágrimas húmedas de su madre en sus parpados hasta que todo volvía a desvanecerse.

unholy goddessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora