Ezra

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"The battle outside ragin'
will soon shake your windows
and rattle your walls
for the times they are a-changin"

― Fort Nowhere

"-¡Emil!- El puñetazo que soltó sobre la mesa hizo que su madre diera un respingo. -No puedes realmente creer que todo esto es una buena idea, ¡hay gente muriéndose todos los días por la falta de estos mismos recursos! Y tú quieres-

-¡Perder una guerra con Lestra no nos hará más ricos, Ezra!-

-¡Una guerra que podría haber sido evadida! ¿O acaso eso lo olvidas?-

-Una guerra jamás puede ser evadida. –

Ezra dejó salir un suspiro exasperado. -Eres un egoísta.- Acusó, con un dedo apuntando a su hermano menor. - Lo has sido toda tu vida y nadie te ha dicho nada al respecto, pero no puedes, ¡no debes! dejar que esto suceda. Lord Klepper puede ser manejado sin la necesidad de ir a una maldita guerra. –

-Lord Klepper es un completo idiota que no va a dejarnos en paz si no le demostramos quienes son los que le permiten mantener su comercio marítimo. –

-El hombre solo está haciendo lo que cualquier líder debería hacer, ¡velar por los intereses de todo el maldito pueblo y no solo de quienes le llenan los bolsillos!-

Ahora fue el turno de Emil de golpear ambas manos sobre la mesa. -¿Y tú eres el indicado para decirme qué debe hacer o no un líder, un Rey? ¿Tú?- Ezra sentía la sangre hervirle por todo el cuerpo, pero su hermano no iba a entrar en razón ni aunque intentara hacerlo entender mediante puñetazos. En cambio solo pudo quedarse mirándolo, observando como la poca confianza que aún conservaban se diluía ante sus ojos.

-Ya, ya, por favor. -Fue la Reina Virian quien terminó por intermediar. - Esto ya se ha discutido muchas veces y lo último que necesitamos es que la Corona tenga otro insignificante problema. –

-No es insignificante, madre. –

-Ezra...- La mujer se posó delante de él clavando sus ojos dorados nada parecidos a los suyos propios en sus pupilas. -Ya es suficiente. Emil tiene razón, esta es la mejor opción que tenemos si queremos evitar seguir sucumbiendo ante nuestra propia miseria. –

Sin poder evitarlo y harto de tragarse los discursos engañosos de su madre, escupió otra de sus quejas que llevaba guardada en el fondo de su corazón, esa que solo dejaba salir en momentos de pura amargura. -Si no quieres sucumbir ante tu propia miseria entonces deberías de reordenar tus prioridades. ¡Fiestas, banquetes y toda esa mierda! ¡Mientras la gente que los ha vitoreado y querido por tanto tiempo no tiene ni siquiera para cenar! -Se dio la vuelta, observando el oro y cristal del ambiente en donde había crecido. -Hipócritas, ambos lo son. –

Estuvo a punto de alejarse sin saber muy bien a dónde, cuando la voz de Emil lo hizo detenerse. -Aún no te he dado permiso de retirarte. – Ezra le sonrió con aún más amargura y cerró la puerta que ya había abierto. -No tienes el derecho ni el permiso de levantar la voz y quejarte de todo sin siquiera hacer nada. ¿Te crees que todo es tan fácil como parece? ¿Qué puedo apuntar con un dedo y todo va a resultar como yo lo quiero? –

-¿Qué no he hecho nada? Tu no tienes idea de lo que pasa conmigo por fuera de este maldito Castillo. –

-Tal vez, pero no eres tu el que se tiene que aguantar todo esto con la cabeza en alto. ¡Lo único que haces es quejarte y quejarte y quejarte! No tienes idea de nada, Ezra. –

unholy goddessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora