VIII

473 51 16
                                    

┏━━━━━┓
2016
┗━━━━━┛

Escucho el aullido de Shiro a lo lejos, y volteo rápidamente.

—La encontraron.

Echamos a correr en la dirección que Kuro nos va guiando. Se nos ordenó solo ir de apoyo y no atacar a menos que fuese necesario. Los dos hechiceros a los cuales estábamos ayudando, nos habían encargado revisar la zona en busca de civiles, y para ello nos habíamos dividido en dos grupos.

Veo el humo expandiéndose en la zona, y me impide identificar dónde se encuentra Akemi. El otro hechicero está atacando a la maldición desde el frente izquierdo.

—¡Akemi! —grito, al verla saltar desde la barandilla del segundo piso del centro comercial.

Va directo hacia la cabeza de la maldición y reacciono al notar que esta se da cuenta de su ataque. Invoco a Nue, pero antes de que pueda llegar, veo otra nube de humo momentos antes de que los pies de Akemi hagan contacto con el cuerpo de la maldición. Puedo identificar inmediatamente lo que hizo, cuando la veo deslizarse, incluso con gracia, por la espalda de esta, aprovechando el momento de confusión.

Me quedo un poco atontado y fascinado con la rapidez de acción. Además de que siempre he creído que  con la manera en que se mueve y cómo hace ese tipo de acrobacias con tanta elegancia y delicadeza, pareciera que está danzando.

A diferencia de mí, el hechicero que venía conmigo tiene una expresión de horror en el rostro. Después de todo, Gojo-sensei los dejó a cargo de nosotros, y si algo nos pasara, no habría buenas consecuencias. Por eso solo nos dejaron ocuparnos de los civiles.

—Ve con ella —me ordena el otro hechicero antes de ir a ayudar a su compañero.

Logro abrirme espacio para ir con Akemi, siguiendo  a Kuro que se adentra en la tienda llena de escombros que se encuentra a espaldas de donde se centra la batalla en el momento.

—Megumi. —Escucho su voz y la diviso en uno de los rincones—. Ayúdame aquí.

Comprendo ahora que su fin era llegar hasta los civiles que estaban atrapados.

Mi vista baja inmediatamente a la visible herida en su pantorrilla.

—Akemi, tu pierna.

—Está bien, no duele.

Aunque dice eso, le cuesta un poco apoyarse. Quizás hasta se torció un tobillo en la caída. Para ser alguien que solía temerle a las alturas, desde que comenzó a usar el lazo espinado, es muy imprudente.

Cuando todo acaba, los hechiceros superiores se ocupan de los civiles que sacamos de la zona y les esperamos sentados en una de las bancas.

Hace frío, y siento que se me congela la nariz. Akemi se ve agotada. Habíamos estado desde la tarde hasta la madrugada ocupados con esa misión, y también sé que su técnica la desgasta demasiado.

Observo como, cuidadosamente, comienza a preparar todo para tratar su herida. Dice que no le gusta molestar a Ieiri con pequeñeces, y mucho menos a esas horas de la madrugada.

—Tengo las manos congeladas —protesta, frunciendo el ceño y dejando la gasa a un lado.

Sin pensarlo demasiado, atrapo su mano derecha, envolviéndola en mis manos y frotándola para darle calor. Levanto la mirada cuando la escucho sollozando.

—¿Qué ocurre? ¿Te duele la herida? —pregunto preocupado, tomando su otra mano.

Niega, metiendo rápidamente su derecha al bolsillo.

Moonlight || Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora