X

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—¡Excelente! —celebró Timbalosky.

De su bata, el científico sacó una llave pequeña, se acercó a Raptor y le retiró las esposas.

—Listo —sonrió—. Si vas a trabajar con nosotros, no podrás llevar las manos amarradas siempre.

—¿Confías tanto en él que ya lo dejas libre el primer día? —dudó el Señor X de las acciones de su jefe.

—Tengo que hacerlo, X, si no, tú tampoco estarías aquí.

Sus compañeros, aún presentes en el cuarto, comenzaron a soltar una risa burlona contra el pelicastaño y en un parpadeo, ambos tenían una bala incrustada en su pierna.

—¿A qué se debe el ruido? —guardó su pistola—. Ya saben que les tengo prohibido las ofensas hacia X —suspiró—. Salgan de aquí ahora.

—P-pero... ¿¡Y la herida!? —le reclamaron.

—Agh, no soy su niñera; conocen dónde queda la enfermería, ¿Cierto? Pues vayan —ordenó.

Ellos salieron cojeando por el dolor.

En el lado contrario, a causa del disparo, Ari se hallaba pegado a la pared, cubriendo sus oídos y apretando sus ojos cerrados.

—¿Y a ese qué le pasa? —inquirió el de cabello celeste.

—Al parecer le dan miedo las armas —supuso el Señor X y se agachó frente al de ojos bicolor—. Hey, ¿Estás bien? —colocó sus manos sobre las ajenas.

Lentamente, Raptor fue relajándose y de a poco abrió sus ojos, encontrándose directo con los de X.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó con una sonrisa leve.

—¿Eh? ... ¡Sí! —se alejó deprisa y se levantó luego, sacudiendo su ropa—. N-no era necesario que t-te preocuparas.

—Bien, par de chamacos —llamó Timbalosky—, ya son las 4:12 y es muy tarde para que el nuevo ande solo por las calles; es peligroso —consideró.

—¿Usted habla de peligro? ¿En serio? —preguntó el castaño oscuro con ironía.

—Mira, mis hombres no actúan si yo no lo pido y, además, no vamos matando a la gente por ahí en la calle, mucho menos asaltando —aclaró—. Por mi parte, no se corre peligro por las noches.

—¡Pero sí asesina a las personas! —remarcó.

—Solo a las que se lo merecen. No tengo necesidad de robarle a alguien sus pertenencias si con este negocio gano grandes cantidades... Más de lo que podría ofrecerme un bolso de imitación.

—Entiendo —dijo en tono bajo.

—Tranquilo, ya me conocerás de a poco, niño.

—Es hora de irnos, Raptor —informó el de ojos morados.

—Claro.

Los dos se despidieron del jefe y después salieron de la base.
Por precaución, el Señor X tuvo que vendar los ojos de su acompañante para evitar que memorizara el camino a su escondite y asegurar que no los delataría con sus parientes.

Al ya estar en un espacio cercano a la ciudad, el pelicastaño retiró la tela del rostro ajeno y tras orientarse, expresaron sus ideas.

—Y... ¿Cómo sobreviviste tú, X? —cuestionó el de ojos heterocromáticos

—Creo que la respuesta es muy obvia —suspiró—. Timbalosky me "salvó" de ese incendio —marcó las comillas con los dedos.

—¿De verdad?

Solo Por Ti (RapX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora